Este 16 de julio de 2023, si José Antonio Echeverría Bianchi estuviese vivo cumpliría 92 años. Y de seguro lo celebraría en la casa de la calle Jénez, donde nació justo a las tres de la tarde, según cuentan los historiadores. Entonces Cárdenas, su terruño querido, estaría de fiesta. Pero para ello, Cuba habría tenido que ser un país justo y libre en 1957, cuando el odio de los irrazonables le arrancó la vida.

Él, que coleccionaba sellos, retaba al asma practicando deportes, le gustaba la música, el baile, las disciplinas artísticas, las matemáticas, el dibujo y el estudio; era un joven digno y feliz.

Así llegó a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana,  Manzanita, como se conocía entre el estudiantado a José Antonio, y mostró ese espíritu rebelde que le acompañó siempre, al manifestarse contra lo mal hecho. Su perspicaz carisma y capacidad de liderazgo, le permitieron acceder a la presidencia de la Federación Estudiantil Universitaria.

Desde allí organizó huelgas, creó el Directorio Estudiantil, defendió a los estudiantes cubanos en congresos internacionales, estuvo al lado de Fidel y dio discursos en los que la Patria y la independencia siempre estuvieron en sus líneas. Además, se fajó a mano limpia, como joven valiente que era, contra toda crueldad y abuso, pues para él, la justicia, según sentencia martiana, había que ponerla tan alta como las palmas.

Y cuando rebosaba de energía en la edad que se definen los sueños, los primeros amoríos y la vocación, con sigilo organizó el asalto al Palacio Presidencial de la capital del país.

¡Qué peso cargaría en sus hombros mientras planificaba junto a sus compañeros las acciones del 13 de marzo de 1957! ¡Ese legado permanente para la juventud y el compromiso eterno con la Revolución!

Fue a plena luz del día la operación. Pasaban apenas las 3 de la tarde cuando junto a otros integrantes del Directorio Revolucionario irrumpió en Radio Reloj para informar al pueblo de Cuba sobre el asalto al Palacio Presidencial consumado por otro grupo de sus compañeros, con el propósito de ajusticiar al dictador Fulgencio Batista.

A la salida de la emisora y camino a la Universidad, en un encuentro con un carro de la guardia policial, José Antonio Echeverría cayó combatiendo. Consciente de haber advertido a obreros, estudiantes y campesinos, de la necesidad de convertirse en protagonistas de la lucha por la independencia definitiva de la nación.

José Antonio tenía mucha pelea que dar en Cuba todavía, pero la miseria de una dictadura lo aniquiló. Contaba solo 24 años y nos enseñó que en la década del cincuenta del pasado siglo, fajarse por la libertad de la Patria era delito.

Ese combate lo hizo suyo; así como defender los derechos del estudiantado, levantar una antorcha por Martí, honrar a los ocho estudiantes de Medicina asesinados en 1871, denunciar los crímenes que enlutaban el alma, enfrentarse a las injusticias de los entreguistas…, y a pesar de estar en todas muy cerca de la muerte, ganó cada desafío.

 Hoy se evoca y eterniza cada día al joven que marcó con su sangre, el camino que recorren las nuevas generaciones; quienes aún se enfrentan a peligros desde la primera fila de  vanguardia.