En el tapiz de la historia cubana algunas fechas han quedado marcadas por situaciones insólitas y otras por eventos inexplicables. Sin embargo, la curiosa coincidencia del 14 de junio sigue siendo motivo de especulaciones y teorías. A menos de un siglo de diferencia, justo ese día, nacen Antonio Maceo y Ernesto Guevara. Dos hombres extraordinarios y un hilo invisible.

Al santiaguero y al rosarino les une más que un calendario. No se trata de una conexión temporal o casual. A Maceo y al Che los liga la cubanidad: ese querer y saber hacer, el sentido práctico, la sensatez y la pasión, la comprensión de la lucha como necesidad, el valor y también la sensibilidad, la prudencia y el decoro. No existe virtud más noble que el decoro de un hombre justo.

Aunque sus luchas se desarrollaron en contextos históricos diferentes, compartieron un profundo amor por Cuba y un incansable deseo de verla libre y próspera. En sus respectivos caminos, ambos dejaron su propia huellaen la historia: Maceo es símbolo de resistencia y heroísmo, el Che se convirtió en un ícono de juventudes rebeldes y solidaridad internacional.

Así funciona cuando las ideas y acciones perduran en el tiempo y se arraigan en el imaginario popular. Los niños se comprometen cada año con el modelo guevariano, y para muchos cubanos ser «un Maceo» es sinónimo de arrojo y valentía ante las dificultades.

En definitiva, tales coincidencias no pueden ser explicadas por teorías idealistas o románticas. Ningún suceso en la historia de Cuba ha sido aleatorio o desconectado del resto. Cada uno es consecuencia de una continuidad histórica, de un legado anterior de lucha, de un deseo perpetuo de libertad latiendo desde siempre en cada hebra de ese complejo tapiz que es Cuba. A Maceo y al Che el hilo más fuerte que los une es el hilo de la esperanza.