Cienfuegos no se apaga ni en el mar
Hay recuerdos arraigados en lo profundo de hombres y mujeres que, aunque pasen muchos años, vuelven como asidero. Al principio fue un rumor. Unos lo afirmaban con la cabeza, sombríos. Otros aseguraban que ocurriría como aquella ocasión en que Raúl Castro se perdió en la Ciénaga de Zapata. Nadie quería que fuera verdad.
Las dudas y contradicciones fueron momentáneas. Los medios, más pronto que tarde, divulgaron el reporte oficial el 29 de octubre: “Se hace saber por este medio a la opinión pública que en el día de ayer, 28 de octubre, a las 6:01pm salió del aeropuerto de Camagüey el avión bimotor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, marca Cessna 310, número 53, de cinco plazas, rumbo a La Habana, conduciendo al jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, Comandante Camilo Cienfuegos, quien iba acompañado por el piloto de dicho avión, teniente Luciano Fariñas Rodríguez, y el soldado Félix Rodríguez, los que desgraciadamente no han llegado a su destino […]”.
El vehículo despegó y se perdió de vista en el horizonte. Por cuestiones de seguridad Camilo nunca informó de su salida, ni la ruta que seguiría. Minutos después le comunicó algunas instrucciones al capitán Méndez, el nuevo jefe del Regimiento Agramonte, quien desde entonces se convirtió en la última persona en tierra que escuchó su voz.
Ante su pérdida, el mar se llenó de embarcaciones pesqueras y las costas,de cubanos anhelantes que miraban y buscaban. Juan Almeida dirigió esas operaciones, pero toda la Isla lo acompañaba. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz estuvo siempre expectante, sin perder la esperanza. Fueron días de mucha tensión, sin alba ni atardeceres.
El 12 de noviembre, perdidas todas las esperanzas, Fidel realizó una comparecencia en el programa televisivo “Ante la prensa”, para confirmar su pérdida definitiva: “El consuelo del pueblo es que Camilo surgió del pueblo y que en el pueblo hay muchos Camilos... Cada vez que el pueblo vea momentos difíciles […] se acuerde de Camilo, se acuerde de lo que hizo él, se acuerde de cómo nunca, ante los momentos aquellos difíciles, perdió la fe”.
El pueblo de Cuba lo recuerda. Lo evoca con su foto en las escuelas, con su presencia en los ríos que atraviesan la ciudad, con su ejemplo que resiste al salitre del mar, con su sombrero alón y su sonrisa. No habrá lugar de la geografía de la Mayor de Las Antillas que no rememore su figura y no se llene de flores, porque nombres legendarios como Cienfuegos no se apagan ni en el mar.
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