Camilo: la forja de un guerrillero
Los aires densos de México le resecaron la garganta apenas dio los primeros pasos fuera del avión.
Era septiembre de 1956 y estaba decidido a ser uno más del Movimiento que cambiaría para bien el futuro de Cuba.
Para guiar su destino más próximosolo contaba con una dirección en el bolsillo, la de Reinaldo Benítez, asaltante al cuartel Moncada, preso político en Isla de Pinos, y ex compañero de trabajo de su padre; a quien Camilo Cienfuegos dejó una nota en su casa firmada por él.
Ante el mensaje, contaría después Reinaldo: «(…) se lo comunico a Raúl Castro, y él me orienta que vaya a verlo para ver qué es lo que quiere.
Conversamos con Fidel, y las condiciones no recomendaban que Camilo se incorporara, porque eso sería un mes y medio, dos cuando más, antes de partir hacia Cuba.
Las condiciones eran bastante críticas, por esas razones, en el primer momento, Fidel no aceptó, ni Raúl tampoco, pero bueno, pasados unos días volvimos a conversar con Fidel y con Raúl hasta que ellos entendieron y recomendaron que entonces lo mandaran hacia un objetivo para su preparación».
Eran lógicas y justas las preocupaciones de los líderes del 26 de Julio.
Faltaban solo unos 40 días para que el yate Granma cruzara las oscuras aguas del puerto de Tuxpan con la esperanza de una Isla a bordo, pero como un presagio de luz para su camino, Camilo fue el último en incorporarse a los futuros expedicionarios.
El 12 de octubre, sumido en profundas reflexiones sobre su existencia y el rumbo que había decidido darle, escribíacon sus letras cursivas y separadas: «Yo mismo he pensado y estudiado los 24 años de mi vida y he llegado a la conclusión que nada soy y que nada valgo, ¿Qué tengo? ¿Qué he hecho? ¿Qué soy? Nada que siquiera valga la pena gastar tinta y papel en explicarlo.
Tú, hermano, es tiempo que un buen día también lo pienses, que pienses en tu pasado y en tu futuro. Ya los años de niñez quedaron muy atrás y la juventud pasa veloz, y de ella no quedan más que cenizas que no serán ni eso cuando sople el viento».
Con las luces apagadas y bajo una persistente llovizna, la pequeña embarcación soltó sus amarras y empezó a adentrarse en el océano del Golfo de Yucatán.
El aire salado le llenó los pulmones a Camilo esa madrugada del 25 de noviembre mientras iniciaba una travesía que duraría siete días hasta su llegada a las costas cubanas al amanecer del segundo día del último mes de 1956.
Cuando desafió al mangle espinoso de Los Cayuelos ya llevaba puesto su uniforme verde olivo, el fusil a la espalda por primera vez, y sintió que ese era su lugar, en la fila de guerrilleros exhaustos pero dispuestos a la guerra.
El 5 de diciembre descubriócómo suena un torrente de balas, pues el enemigo los sorprendió en Alegría de Pío.
Tensión, desasosiego, astillas de troncos lanzadas al viento por los disparos, algunos muertos, heridos, y los que pudieron lograron salir de aquel infierno de cañaverales incendiados y aviones rasantes.
Camilo fue uno de esos; siguió una ruta por la costa sur oriental, surcando las piedras filosas que le hacían aún más difícil el avance.
Atravesándolas recordó quizás los arrecifes bajo la farola del Morro, los cuales disfrutaba andar dándole la vuelta a la antiguamurallay desafiando el peligro de caer a las aguas.
Reinaldo Benítez, quien se unió al grupo dirigido por Juan Almeida Bosque, que tomó también ese camino, recordaba:
«Llegó el momento en que vimos síntomas de vida en la costa, una casita de yagua de esas que hacen los pescadores para coger sombra y descansar, e inmediatamente nos lanzamos hacia ese objetivo, y el comandante Almeida, que va preparado se encuentra con la grata sorpresa de que era Camilo el que estaba en ese momento ahí, con Pablo Hurtado y Francisco Gonzáles».
Grata fue la sorpresa del joven habanero al encontrarse con rostros conocidos, con quienes continuó la marcha hasta que a fines de diciembre se reencontraron con Fidel en Cinco Palmas.
Apenas un mes después, los tiros eran una lluvia interminable durante la madrugada del 17 de enero contra el cuartel de La Plata. Allí, en la primera acción de la guerrilla para demostrar su existencia y capacidad de combate, Camilo demostró su aplomo y temeridad.
Sobre esto, recordaba Reinaldo: «(…) en el momento en que se está insistiendo para que el cuartel se entregue, Camilo entra al patio, con la suerte, digo yo, para manifestarme de una forma, de que, en esos instantes, el cuartel se entrega, de lo contrario, pienso que posiblemente, si no hubiese sido así, Camilo no hubiera vivido más».
Y siempre sería así, atrevido y dueño de una audacia sin límites.
En la Sierra supo lo que era andar por los montes apartando bejucos cortantes, él, nacido y crecido en la ciudad, pero resistía estoico las caminatas, era ágil, optimista, y de los primeros en ponerle el pecho a las balas.
Todas estas cualidades Fidel, con su habilidad de medir la grandeza de los seres, las notó enseguida, y seguramente supo que en Camilo se forjaba uno de sus mejores hombres.
Imágenes de esa etapa en las montañas lo muestran delgado, con su sonrisa franca, de dientes muy blancos, su barba tupida y oscura, el cabello crecido, un casco a veces y en otras con el que sería su mítico sombrero alón, fruto de un trueque con un campesino donde a cambio le entregó su gorra militar.
Entusiasta y jaranero, pero sin comprometer el respeto, aunque, como recuerdan algunos de sus compañeros, tuvo sus sanciones por hacer maldades en la guerrilla.
Sobre esto contaba el comandante Joel Iglesias:
«Por la noche, cuando estaban acampando, el compañero salía por cualquier gestión, a cualquier necesidad, y entonces iba él con el cuchillo, cortaba la soga de la hamaca y se la dejaba en un pelito, para que cuando el otro se sentara en la hamaca cayera de nalgas y formar el bonche.
Y entonces empezar a averiguar quién fue, pues nadie decía quién era (…)».
De leyenda se hizo su personalidad simpática, bromista, y también desprendida siempre de lo suyo para ayudar a otros, característica que le granjeó el cariño de quien sería su entrañable amigo, Ernesto Che Guevara.
Acerca de ello, el Che contó en una oportunidad: «(…) yo perdí mi mochila, alcancé a salvar la frazada nada más, y Camilo, viendo que yo no tenía nada que comer, ya que la frazada no era un buen alimento, compartió conmigo la única lata de lata de leche que tenía.
Y desde aquel momento yo creo que nació, o se profundizó más nuestra amistad».
En la columna 4, al mando del Che, y también en la 1, Camilo se distinguió como jefe de la vanguardia, puesto que requería el doble de coraje, y fue el primer jefe rebelde al que el Comandante encomendó la misión de bajar a los llanos y combatir allí.
Por todo ello, el 16 de abril de 1958 Fidel emitió su orden de ascenso al grado de comandante del Ejército Rebelde.
La respuesta de Camilo fue una muestra de profunda lealtad a él y a la lucha:
«En mi poder el ascenso a Comandante del Ejército Revolucionario 26 de Julio.
Al recibir tan alto honor y responsabilidad he jurado cumplir a cabalidad dicho cargo, y trabajar hasta el límite de mis fuerzas por acelerar el triunfo de la Revolución.
Gracias por darme la oportunidad de sentir más a esta dignísima causa por la cual siempre estaré dispuesto a dar la vida. Gracias por darme la oportunidad de ser más útil a nuestra sufrida Patria.
Más fácil me será dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza».
Jamás defraudaría a ese que le dio la oportunidad en México de ser uno más de su tropa.
Nadie podía sospechar entonces que el muchacho habanero, de ojos vivarachos y risa generosa, sería el último en incorporarse, pero el primero en entrar a La Habana una vez ganada la victoria.
Comentarios
En este sitio no se admiten comentarios que violen, incumplan o inciten a romper legislaciones cubanas vigentes o atenten y dañen el prestigio de alguna personalidad o institución, así como tampoco aquellos que contengan frases obsenas, groseras o vulgares. Verde Olivo se reserva el derecho de no publicar los comentarios que incumplan con las normas antes expuestas.