Apuntes de un diario: 27. 6. 1988, horario de la tarde.
Pasado el golpe aéreo a Calueque (1300 horas del 27.6.1988) nos ordenaron volar a la zona de Chilau en misión sanitaria. Cuando intentamos arrancar el helicóptero, falló el motor auxiliar,entonces Cádiz y yo corrimos para el que estaba más cerca de la aldea. Su técnico el teniente Adolfo Escobar procedió con los motores y de inmediato nos fuimos al aire con dirección sur.
Como se esperaba una reacción enemiga nuestra tarea se tornaba riesgosa,mientras rozábamos los árboles aumentábamos la observación aérea. Navegué con celo por la conocida ruta de unos 40km. Buscamos al norte de la aldea, y sin apuros divisamos a unos vehículos debajo de un área de bosque frondoso. Cuando determinamos que eran los nuestros, Chícharo aterrizó lo más cerca posible y Escobar apagó los motores.
Sin espera, su grupo de evacuación comenzó a montar los heridos en medio de quejidos. Unos se valían por sí mismos; otros necesitaban apoyo; algunos iban en camillas; no faltaban los sueros y vendas. Poco a poco ayudamos a acomodarlos en el piso y asientos laterales. Sumaban doce: diez cubanos y dos namibianos.
En medio de eso conocimos que todo era resultado de un combate con los sudafricanos en la mañana; que también existían muertos, pero los llevaban por tierra. Antes del despegue se nos acercó un soldado nuestro y con lágrimas nos dijo:
—pilotos…hace dos días uds estuvieron en Tchipa…y miren hoy…—
Volamos sobre el camino que corría paralelo a un arroyo seco. De pronto apareció un camión con bultos encima envueltos en tela blanca. Cuando lo reconocimos, Cádiz maniobró y se tiró al lado del vehículo. Y desde este recogimos a tres heridos. El resto, tres cubanos y un fapla, muertos, continuaron por tierra. Luego seguimos el vuelo hasta el área al lado de la cercana Cahama, donde los sanitarios esperaban las víctimas.
Sobre las 1500 horas nos ordenaron volver a Chilau por más bajas. Aterrizamos en el lugar anterior, pero allí no encontramos a nadie. Cádiz despegó e inició giros sobre el área tratando de ver a alguien. Al no lograr nada quisimos regresar, sin embargonos dimos cuenta que entre giro y giro nos habíamos desorientado. Le recomendé tomar altura yascendió hasta 200metros. Como la acción era aún más riesgosa por la posible presencia de aviones Mirage, o que algún antiaéreo cubano de la cercana Tchipa nos disparara,chequeé que el código del contestador estuviera correcto.
Chícharo inició otros giros a esa altura; mientras yo trataba de ubicarme por el mapa y el terreno. Él se mostraba inquieto y me preguntaba. Yo le respondía que continuara las maniobras. Pasaron cortos minutos, que los sentimos largos; hasta que vi a aquel arroyo pegado a la vía. «¡Lo tengo…mira el camino a Cahama!»
Este se deslizó hacia allá y tomó el vuelo rasante. Pero, como la vez anterior, en breve sobrevolamos un camión con bultos encima. Aterrizamos más adelante en un claro del bosque. Cuando se nos acercó conocimos que transportaba a otros fallecidos: un cubano y dos swapo. Los recogimos y reiniciamos el vuelo.
Ya en Cahama ayudé a bajar las camillas con los cadáveres. Y en breve arribó un camión Ural con el resto de los caídos. Curioso, puse un pie en una de sus gomas y levanté el borde de la tela que cubría los cuerpos. Ante mis ojos aparecieron unas piernas negras con la piel rasgada en tiras de arriba abajo. La escena me detuvo y no pude observar las caras de los mártires. Impactado bajé de allí.
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Texto y fotos cortesía del autor.
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