Apuntes de un diario: 18/19. 6. 1988.

08 de Julio de 2025

El subteniente Eduardo L. Verdecia Díaz al lado de un helicóptero MI-17 (foto tradicional de la portada de APUNTES).Foto: Cortesía del autor

  

 

  

Durante mi estancia de 17 meses en Angola como piloto de helicópteros MI-17 llevé un diario con las vivencias personales y otros hechos. Este capítulo recoge mi segunda misión combativa en ese país tras el reencuentro con mi hermano en Xangongo del día 17 de junio de 1988.

 

Después de cuatro días en Cahama, a las 4 y 30pm de día 18 volamos hacia la base de Lubango. Continuaba con el jefe de nave Cádiz, alias Chícharo, y el técnico Bong. Trasladamos al general Polo, y arribamos oscureciendo. Aún lleno de nostalgia, antes de partir le hice una cartica a mi hermano Esteban y la dejé con otro copiloto por si volaban a Xangongo que se la entregaran.

 

Pero el 19 a las 10 de la mañana retornamos a Cahama con el propio Jefe de la ATS (Agrupación de Tropas del Sur). Almorzamos y antes de la una nos informaron que volaríamos para Jamba, una pequeña ciudad a 255km al noreste de nuestra base. Cuando llegamos al helicóptero me apresuré en los cálculos de navegación que consulté con Cádiz. Determiné que sería una ruta difícil, de muchos bosques y pocos puntos de referencia, lo cual se tornaba más complejo por la presencia de la UNITA en la zona y la presión que significaba continuar con el general Polo allí detrás.

 

Despegamos exacto a la 1pm. Encima de la aldea conecté el cronómetro y los canales del DISS-15 (sistema de navegación), y comencé a navegar sobre bosques selváticos que se extendían hacia todas las direcciones cubriendo la planicie, solo a veces dejaban divisar algunos cerros de lomos negros, inútiles para la orientación.

 

A los 90 km chequeamos el río Mucope afluente del Cunene. Informé a Cádiz,60 km más adelante debía aparecer el propio Cunene. Pensé que todo iba bien con mis acciones de mapa y terreno, terreno y mapa, que por instantes nos dejaban ver algunos elefantes entre los claros de la vegetación. Y así ocurrió,en el tiempo previsto nos pasó veloz por debajo el ancho curso de agua, lo que me trajo alegría.

 

Afiancé los cálculos y la observación, consciente de que los pocos objetivos de chequeo podían pasar inadvertidos a nuestra baja altura, que debíamos mantener, pues ascender unos metros nos convertiría en blanco fácil de la UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola).

 

A la hora de vuelo emergió un poblado entre el bosque. Sentí satisfacción e informé a Chícharo por el intercomunicador, «Dongo al frente». Esa aldea a 30km al noroeste de Jamba, en la carretera y ferrocarril Lubango—Menongue, sería más fácil de identificar para luego girar hacia nuestro destino. Este había sido el objetivo escogido por mí durante la preparación de la ruta en consulta con Cádiz.

 

Ante mi informe Chícharo asintió,pero de pronto comenzó a girar su cabeza hacia mí y al frente, hacia mí y al frente; como si fuera un ventilador.

 

—¡Qué Dongo, chico, esa es Jamba!¡Mira la pista de tierra colorada y la mina de hierro, yo he estado aquí!

 

Sus palabras me silenciaron, y recordando el mal momento vivido con Polo el anterior, día 15 en vuelo de Tchipa a Cahama, solo atiné a mirar de reojo hacia la cabina de carga donde la posición de éste, de espaldas a nosotros y con la vista perdida en la selva, me indicaba que no se había dado cuenta del error.

 

Después del aterrizaje en el rojo polvo de la pista esperé algún regaño, no del general, sino de Chícharo,pero nada ocurrió. Cuando todos bajaron me quedé en mi asiento con el mapa y la regla de cálculo en las manos, y muchas interrogantes en la cabeza: «¿Seré tan torpe en la navegación? ¿Cómo es posible que me desvíe 30km de la ruta? ¿Fue un viento lateral que no apreciamos? ¿O es que el radiocompás tiene problemas?»

 

Sin embargo, para ninguna tuve respuestas,solo cuando después de una hora volábamos sobre la carretera y el ferrocarril hacia el oeste, en dirección a Matala y Lubango (260km de recorrido) con el general, un soldado cubano enfermo de paludismo cerebral y un paquete de cartas para los familiares de los combatientes; recordé una de las frases de mis compañeros en Huambo al arribo desde Cuba: «Existen lugares con tanto mineral que el radiocompás se vuelve loco».

  • Mapa topográfico de Angola con las rutas y lugares de las misiones.Foto: Cortesía del autor

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