Apuntes de un diario: 16 al 21 de mayo de 1988.

18 de Diciembre de 2024

Mapa de Angola.Foto:Ecurred

 

Durante mi estancia de 17 meses en Angola como piloto de helicópteros, llevé un diario con las vivencias personales y otros hechos. Esta es la tercera publicación que les propongo a los internautas, amigos,  y combatientes. Recoge mis primeros seis días en el Regimiento de Huambo.

 

El de pie en Futungo fue a las 5 y 30 am y a las 7 y media despegamos en un An-26  hacia la ciudad de Huambo, 520 km al SE, sede del Regimiento de Helicópteros. Volamos a 5000 m y tras una hora descendimos en violento espiral sobre esta. Ya en tierra sentimos el cambio de temperatura respecto a la capital; pues Huambo está a unos 1700 m sobre el mar. Allí pudimos ver a varios de nuestros Mi-17  y Mi-24 , además del cazas MiG-21.

 

Nos trasladamos en vehículo hacia la unidad, un campamento bajo tierra, en medio de un bosque de eucaliptos al norte de la cabecera, extremo este de la pista. Fuimos recibidos por su jefe el mayor Mario Riva,  nos actualizó en lo militar, lo político y sobre el reglamento. Luego caminamos por las áreas llenas de refugios para el personal de aseguramiento y soldados.

 

Tras concluir viajamos en una ómnibus hacia El Predio de los tripulantes en la cercana ciudad de medianas dimensiones, elegante,  pero marcada por la guerra; y con grandes montañas al Norte y el Oeste. Llegamos a la instalación en el sector noreste; un edificio de 4 pisos, rodeado de otros deshabitados, semidestruidos; con uno más alto al frente, donde vivían los asesores soviéticos y civiles cubanos.

 

Al arribo encontramos a algunos compañeros conocidos de cursos anteriores en Kremenchug; aunque los copilotos  nunca habíamos visto a la gran mayoría de los presentes.   Nos ubicaron en un  tercer piso en cuartos con capacidad para dos literas.

 

Por la tarde jugué dominó en la  planta  baja con unos niños angolanos que llevaban tiempo viviendo con los cubanos y hablaban el español como nosotros. Uno de estos se llamaba Fidel, de 10 años.

 

 El  día 17 recibí el fusil AK de culata abatible y metálica; una Makarov, el mapa de vuelo, un casco de cuero,  y unas bengalas del copiloto Roque , a quien relevé. En el caso del armamento estaba muy oxidado y tuve  que limpiarlo,  además el mapa tenía mucho deterioro; lo cual me exigió remendarlo hasta que me dieran otro mejor.

 

En cada jornada escuchábamos las experiencias en vuelo de los compañeros, algunos de estos de mi grupo en la URSS que llegaban desde otras bases; ya que cinco  habían sido enviados a la misión recién graduados. " Las rutas, los cuidados a tan bajas alturas rozando la vegetación, la declinación magnética en zonas de mucho hierro más al sur…estaban entre las prioridades". También le dedicaba tiempo al estudio de la zona de vuelo por el mapa; a la ubicación del  enemigo , tanto de la Unita como el sudafricano, y la de nuestras tropas.

 

El 18 fuimos al aeropuerto en un camión ZIL. Comenzamos a relacionarnos más cerca con la instalación, sus áreas, los obstáculos circundantes, la técnica.

 

Por lo general en las tardes jugábamos pelota en un campito detrás del Predio, otras veces, después de comida iba para el edificio de los soviéticos a juegos de mesa; o me quedaba  "engorrionado" escuchando al Dúo Pinpinella, a la mexicana Dulce, y otros en el primer piso.

 

El 20 sobre las 11 y 30 de la noche tuvimos un fuerte hostigamiento con morteros de parte de la Unita. Todos saltamos de las literas. Pude ponerme el pantalón y las botas. Cogí el AK, la pistola y corrí detrás de la gente escaleras abajo, hasta su final de gruesas paredes; que servía de refugio. Arriba El Chorni (negro en ruso), Evelio Oliva copiloto de Holguín, quien se había dado unos  tragos de ron al anochecer, se paró en el balcón para supuestamente darles las voces de mando a los soldados de seguridad, los cuales lanzaban ráfagas hacia el posible origen de los morterazos, que martillaban la mente al impactar cerca del edificio. En esto apareció el jefe del Estado Mayor,  le echó unos regaños y lo mandó a bajar.

 

Allí me temblaban las rodillas -con el tiempo conocí que yo no era el único con esa debilidad-. También sentía malestar debajo de un pie; entonces me di cuenta que, en el apuro, no había sacado la pelotica formada por mis medias de esa bota. Además, estando en ese oscuro  lugar recordaba la palabras escuchadas días atrás en Futungo, "¡eso no es na´, deja que lleguen a Luena o Huambo y verán lo que es bueno!"

 

Sobre la una concluyó todo, y el Jefe de la unidad nos mandó a acostar con los ojos bien abiertos ante posibles incursiones de comandos enemigos. Dormí con la pistola debajo de la almohada.

Por la mañana vimos las huellas de varios impactos entre 30 y 50 m del Predio.

 

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