Desde el final de la Guerra Fría hasta los conflictos en Iraq y Afganistán y la actual competencia con potencias como China y Rusia, el entorno de seguridad global ha cambiado radicalmente.

En ese contexto, el Ejército de EEUU ha realizado cambios estructurales y doctrinales, orientados a mantener su presunta supremacía y su capacidad de respuesta ante amenazas convencionales e irregulares, en la medida en que los decisores de política fabrican nuevos pretextos para seguir interviniendo en la geopolítica internacional, en la defensa de sus «intereses» de seguridad nacional.

Esas transformaciones no han sido procesos aislados ni planificados en tiempos de paz, sino que han ocurrido en medio del combate, bajo el concepto estratégico de «transformación en contacto».

En el caso del Ejército, esto se aceleró tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando se hizo evidente que las amenazas no convencionales requerían nuevas formas de organización y combate. Posteriormente, el resurgimiento de potencias como China y Rusia, con capacidades militares avanzadas, obligó al Ejército a prepararse para conflictos de alta intensidad.

El general Randy George, jefe del Estado Mayor del Ejército, introdujo el concepto de «transformación en contacto», estrategia que busca transformar al Ejército a la par que combate. A diferencia de cambios anteriores, que se planificaban en tiempos de paz, la nueva visión asume que el aprendizaje debe ser inmediato y que las experiencias combativas deben incorporarse en tiempo real.

Razones para la transformación de las unidades terrestres

Las unidades terrestres han sido el foco principal de esa transformación. En primer lugar, la estructura tradicional del Ejército, basada en divisiones pesadas diseñadas para la Guerra Fría, resultó ineficaz en conflictos asimétricos y urbanos.

Las operaciones en Iraq y Afganistán demostraron la necesidad de unidades más pequeñas, móviles y modulares, capaces de operar de manera independiente y de adaptarse a entornos cambiantes. En segundo lugar, la aparición de nuevas amenazas tecnológicas —como los drones, los artefactos explosivos improvisados (IEDs) y la guerra electrónica— exigió una revisión profunda de las capacidades defensivas y ofensivas de las unidades terrestres.

Cambios estructurales y doctrinales

La transformación del Ejército se ha materializado en reformas estructurales y doctrinales que han redefinido la forma en que se organizan, entrenan y despliegan las unidades terrestres. Una de las más significativas fue la creación de los Grupos de Combate de Brigada, para su empleo como unidad táctica básica. Cada GCB se diseñó como una unidad modular y autosuficiente, capaz de operar de forma independiente y de integrarse fácilmente en operaciones combativas.

En particular, las Brigadas de Infantería Ligera han sido objeto de una modernización significativa mediante la implementación de los GCB móviles, un concepto que comenzó a cobrar fuerza en 2024 y que verá cómo todas las unidades ligeras del Ejército avanzan hacia dicha estructura. El plan debe concluir alrededor de 2028 y que verá cómo el Ejército transforma en total 25 brigadas de infantería ligera a unidades móviles, incluyendo en esa cifra al servicio activo y la Guardia Nacional.

Esas unidades se han diseñado para el despliegue rápido por aire o tierra, para la captura de objetivos en manos del adversario, respuesta a crisis y misiones en terrenos difíciles. Contarán con redes de mando y control digitalizadas, modernos sensores con capacidades de Inteligencia, vigilancia y reconocimiento y de guerra electrónica, lo que mejora su conciencia situacional y su capacidad de coordinación táctica.

Los cambios más relevantes serán la adición del vehículo de combate de infantería M-1301, que puede trasladar hasta nueve soldados con su equipo de combate y reservas logísticas, así como la creación de una compañía de reconocimiento multifuncional y una compañía multipropósito, la cual contará con capacidades de emplear drones de exploración y golpe en el nivel táctico, así como capacidades de guerra electrónica.

Esto sucede en un contexto en que Ejército ha adoptado la doctrina de Operaciones Multidominio, que reconoce que el combate moderno se libra simultáneamente en tierra, aire, mar, espacio y ciberespacio, lo que demanda una integración plena de las capacidades de combate, inteligencia y logística.