EEUU contra Yemen, el fracaso de otra agresión imperialista. (I)
«Los hutíes han declarado que no quieren luchar más. Han capitulado, detendremos los bombardeos». Así se expresó el 6 de mayo último el presidente de EEUU, Donald Trump, tras casi dos meses de intensos bombardeos contra la milicia yemení Ansar Alá (Partidarios de Dios), conocidos como los hutíes, en referencia a la tribu de igual nombre de la que provienen muchos de sus miembros, y a su fundador el religioso Hussein Badreddin al-Houthi.
Así ponía fin el magnate estadounidense a una fallida campaña aérea y coheteril que no pudo degradar las capacidades militares con que los hutíes han estado atacando a Israel —por su genocidio en Gaza desde octubre de 2023 contra el pueblo palestino— y a los buques mercantes que comercien con Tel Aviv, mientras navegan por el mar Rojo.
EEUU, Reino Unido y otros países que emprendieron una operación militar en enero de 2024 para facilitar el tránsito de los buques por esa vía marítima también han sido blanco de los ataques yemeníes. La situación, lamentable para todos, ha obligado a la mayoría de las navieras a evitar la navegación a través del mar Rojo y el canal de Suez, lo que encarece las operaciones comerciales a escala global.
El cese de los ataques estadounidenses se logró tras negociaciones entre EEUU y Yemen, con la mediación de Omán. Y es esta la primera evidencia de que no hubo capitulación, sino negociaciones. El presidente mismo admitió el coraje de sus adversarios, cuando señaló que, a pesar de los bombardeos, los hutíes demostraron que estaban listos para resistir.
Otra prueba es que el acuerdo solo incluye a EEUU; los hutíes no atacarán a los buques norteamericanos, pero nada hizo Trump en favor de su aliado regional, Israel, que quedó aislado en su lucha contra la milicia, principal apoyo del pueblo palestino cuando la mayoría de los países del mundo «civilizado» callan ante una masacre que en menos de dos años ha cobrado la vida de unos 50 mil palestinos, de ellos 16 mil niños.
Detrás de las declaraciones del mandatario yanqui sobre la presunta capitulación se escondía una cruda verdad: tras casi dos meses de campaña y mil millones de dólares gastados, sus Fuerzas Armadas no habían conseguido ninguno de sus objetivos iniciales; los hutíes seguían atacando a Israel, a los buques que transitaban por el mar Rojo hacia o desde esa nación, y a los buques norteamericanos en la zona.
Peor, en igual período, la fuerza agresora no había podido establecer la superioridad aérea sobre los hutíes, que desde el 15 de marzo en que comenzó la operación «Rough Rider» en su contra habían derribado siete vehículos aéreos no tripulados MQ-9, empleados por Washington para misiones de vigilancia y ataque. Y esto a pesar de un despliegue militar para esa operación cuya envergadura hizo, a no pocos observadores, pensar que se preparaba una operación militar contra Irán.
Para que se tenga idea, mencionamos la presencia en la zona de dos grupos de ataque de portaaviones, formados por cruceros y destructores coheteriles, además de otros buques que se dirigieron a la zona. Por la parte aérea, se emplearon seis bombarderos furtivos B-2, la tercera parte de la flota actual de esos aviones, así como los novedosos cazas F-35, también con capacidades furtivas para evitar ser detectados por el adversario, cazas F/A-18 a bordo de los portaaviones CVN-70 y 75, así como F-16 y los MQ-9 ya mencionados.
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