Ignacio Agramonte con su estrella en el pecho (I)
Cayó en su puesto de honor/ el hijo de Camagüey, / y el muerto causó pavor /a los soldados del rey. / Y su cadáver augusto /quemaron en Camagüey, /porque el muerto daba susto /a los soldados del rey.
Son versos que le escuché una vez a mi abuela cuando era apenas una niña; esos instantes de su voz inspirada y sentida, los guardé en un rincón luminoso de la memoria. Han pasado los años, y allí están todavía, como obelisco pulido en homenaje al Mayor General del Ejército Libertador Ignacio Agramonte y Loynaz, un hombre de legendaria inteligencia, osadía y bravura.
Por los llanos de Camagüey anduvo impetuosa la temida caballería del hijo de Puerto Príncipe, el abogado de pudiente familia que abandonó las comodidades del hogar, —y hasta se alejó de su esposa apenas unos meses luego de la boda el 1º. de agosto de 1868—, para irse a la manigua de la Guerra Grande. Cuba vivía la ignominia de la corona española, y los nacidos bajo su cielo, los dignos, partían a los montes a luchar por ella.
Ignacio, tan joven como valeroso, se erguía cual líder temerario y brillante genio militar en medio del humo de la pólvora y el filo de los machetes. Su estrategia era audaz, su brazo fuerte, y lo acompañaba además una moral a prueba de balas. Ya lo diría él mismo: Con la vergüenza y el honor no se transige, principio que fue siempre bandera alzada en todas sus luchas.
Convirtió a sus fuerzas en un símbolo de disciplina y organización. Inspiraba respeto, se ganó el afecto de sus hombres por su modo de liderar siempre preocupado por ellos, hasta de las más triviales necesidades en horas en las que escaseaban las provisiones, pero sobraba el coraje. Sobre este, cual pasaje de leyenda pasó a la historia el 8 de octubre de 1971, cuando él dirigió el rescate del brigadier Julio Sanquily., con no más de 35 hombres enfrentó a una tropa enemiga de 120, y logró la victoria.
«Salí con ellos logrando alcanzar al enemigo en la finca de Antonio Torres, cargué por la retaguardia el arma blanca y los nuestros sin vacilar ante el número ni ante la persistencia del enemigo, se arrojaron impetuosamente sobre él, lo derrotaron y recuperamos al Brigadier Sanguily y cinco prisioneros más. Nuestra persecución le siguió a larga distancia hasta dispersarles por completo. El enemigo dejó once cadáveres. [...] Mis soldados no pelearon como hombres: ¡Lucharon como fieras!».1
En el ímpetu y la intrepidez se fraguó Ignacio, y así combatió hasta el último día. «Hoy a las ocho de la mañana condujo aquí el batallón de León, en medio de un gentío inmenso, el cadáver de Ignacio Agramonte, su caballo con montura, su equipo y su cartera. El pueblo acude en tropel a ver dicho cadáver del insurrecto que se titulaba mayor general, que se ha depositado en San Juan de Dios»; era la noticia que reportaba desde Puerto Príncipe el corresponsal del Diario de la Marina aquel fatídico 11 de mayo de 1873.
Había caído un héroe, un estratega excepcional, unificador de los honrados, el caudillo culto y de temple estremecido, un joven de solo 31 años. Al día siguiente, su cadáver desapareció. A juzgar por la prontitud con que actuaron los españoles, era totalmente cierto: aquel muerto daba susto a los soldados del rey. Hubo muchas versiones alrededor del hecho, mitos como el de la supuesta dispersión al viento de las cenizas o su enterramiento en una fosa común, pero lo cierto es que, hasta hoy, existen historiadores que buscan sus restos.
«Dejó un violín con muy buenas cuerdas, y muy bien templado, y yo no he hecho más que pasarle la ballestilla»,2 comentó el Generalísimo Máximo Gómez años después acerca de ese colosal jefe mambí a quien José Martí también dedicó elogiosas palabras al describirlo como un «diamante con alma de beso»,3 el 10 de octubre de 1888 en un artículo publicado en Nueva York; y al enaltecerlo con una síntesis profunda: «Era como si por donde los hombres tienen corazón tuviera él estrella». 4
1-Gislania Tamayo Cedeño: «Rescate del brigadier Sanguily: proeza de las tropas mambisas», en La Demajagua, 8 de octubre de 2024. Palabras del Mayor General del Ejército Libertador Ignacio Agramonte y Loynaz.
2-Gretel Díaz Montalvo: «El muerto que daba susto a los soldados del rey», en Trabajadores, 11 de mayo de 2023. Palabras de El Generalísimo Máximo Gómez Báez.
3-Yahily Hernández Porto: «Un diamante con alma de beso», en Juventud Rebelde, 10 de mayo de 2023. Palabras del Apóstol Nacional de Cuba José Martí.
4-Ídem.
Comentarios
En este sitio no se admiten comentarios que violen, incumplan o inciten a romper legislaciones cubanas vigentes o atenten y dañen el prestigio de alguna personalidad o institución, así como tampoco aquellos que contengan frases obsenas, groseras o vulgares. Verde Olivo se reserva el derecho de no publicar los comentarios que incumplan con las normas antes expuestas.