José Miró Argenter, cronista de la epopeya
«Al llegar a los confines de Occidente, repicando las campanas de Mantua, aún venían en la columna invasora hombres de la Sierra Maestra; de Bayamo, de Santiago de Cuba, de Manzanillo, de Holguín, de Mayarí, de Guantánamo y de Baracoa; ¡qué prodigio! […] Solo Maceo, primer soldado de América […] hubiera sido capaz de conducir a feliz remate empresa de tal magnitud, ardua y peligrosa como ninguna; únicamente él, batallador audaz, capitán intrépido, soldado infatigable, siempre delantero, podía abrir el camino de la victoria, e imponer su autoridad indiscutible a esos hombres de la sierra de Guantánamo y de los pinares de Mayarí, agrestes y bravos como los picos de aquellos montes.
»Tres meses, por junto, ha necesitado nuestro ejército para invadir los territorios enemigos, ocupados por numerosas fuerzas, y llegar al límite opuesto al del punto de partida, realizando así, por modo completo y eficaz, el objetivo principal de la campaña […]».[1]
Es este uno de los pasajes finales de las Crónicas de la guerra, de José Miró Argenter, el mambí catalán, cronista de nuestras guerras de independencia y de la sin par hazaña de llevar la guerra a toda la Isla, leal compañero del Titán. Lo han acusado de ser laudatorio en exceso; pero, como él escribió: «[…] el relato será veraz, pero no imparcial […] Para ello tendría que alejarme del ambiente que me rodea, sustraerme a los sentimientos de admiración y gratitud, a otros vínculos no menos fuertes y sagrados, y dispersando de la imaginación el tumulto de los recuerdos, que aún reflejan sobre mi alma las huellas luminosas de la ruta triunfal, convertirme en escritor extraño por completo a los asuntos de la narración […]».[2]
Tan emotivo resultaba el relato de Miró, que el 7 de diciembre de 1896, antes de entrar en la batalla que le costaría vida, Maceo escuchaba, embelesado, la crónica acerca del combate de Coliseo (17 de julio de 1895).
Nacido en Sitges, Cataluña, España, el 4 de marzo de 1851; en 1874 Miró se radicó en Cuba, donde se aplatanó, y murió con el grado de general de división en La Habana, el 2 de mayo de 1925.
Conoció a Antonio Maceo en Santiago de Cuba, durante el almuerzo de despedida que se le ofreció (8 de mayo de 1878), concluida su participación en la Guerra de los Diez Años. Colaboró con el Plan Gómez-Maceo (1884-1886) y la conspiración conocida como la Paz del Manganeso, durante la estadía del Titán en la Isla (1890).
Se alzó el 24 de febrero de 1895, al frente de un contingente de patriotas, en Holguín. Maceo le ratificó el grado de coronel y lo incorporó a su estado mayor. Por su destacada actuación en el combate de Peralejo (13 de julio de 1895), fue ascendido a general de brigada y después, promovido a jefe de estado mayor de la columna invasora. Estuvo junto a Maceo desde Baraguá hasta Mantua y durante lascampañas de Pinar del Río. Escoltó a Maceo en el cruce por mar de la trocha de Mariel a Majana; pero conmovido por su caída en combate marchó a Camagüey y Manzanillo.En la República, se dedicó a la historia y al periodismo. Con susCrónicas de la guerra nos legó una importante memoria que nutre las tradiciones patrióticas de nuestro pueblo.
Referencias:
1 José Miró: Cuba. Crónicas de la guerra. La campaña de invasión, t. I, Editorial, Lex, La Habana, 1942, p. 334.
2Ibidem, p. 9.
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