Guillermo García sigue venciendo al tiempo

10 de Febrero de 2025

De izquierda a derecha: Guillermo García. Ernesto Che Guevara, Universo Sánchez, Fidel castro, Crescencio Pérez, Jorge Sotús, Juan Almeida y al frente Raúl Castro, durante la lucha en la Sierra Maestra, 1957. Archivo Granma.

 

Impresionan la fuerza de su voz, como impulsada por el cauce bravo de su espíritu, las manos que a ratos golpean la mesa para afianzar un criterio, el cuerpo vestido con el uniforme guerrero de estrella esplendente en la charretera, pero, sobre todo, la lucidez de sus ideas, esas que destellan con tanta claridad que ciegan al ignorante y dejan a los buenos admirándolo todavía más. Según las cuentas del almanaque el Comandante de la Revolución Guillermo García Frías cumplirá este 10 de febrero 97 años. Sin embargo, mucho de él parece negarse al implacable paso del tiempo.

 

Con su historia inmensa aún está librando batallas, igual que con su fusil al hombro y el casco que arrebató al enemigo luego del combate de La Plata, subía las empinadas cumbres de la Sierra Maestra. Tiene en el pensamiento, con la nitidez de una fotografía, aquellos meses de guerra, de alertas y penurias que fraguaron su postura de combatiente, de rebelde, cuando él era apenas un muchacho campesino del caserío de El Plátano, en Pilón, crecido en una casa de paredes de yagua y piso de tierra blanca, obligado por la miseria a olvidar las libretas de cuarto grado e irse a trabajar al campo con su padre.

 

Por eso, en cuanto aquella mujer bonita y suspicaz a quien vendía viandas le habló sobre Fidel Castro, los revolucionarios y la expedición próxima, él no dudó en formar parte de los que la apoyarían. Ese fue uno de los instantes que marcaron su intensa vida. Podrían pasar siglos, que Guillermo cerraría los ojos y otra vez vería ante sí la estampa sencilla y luminosa de Celia Sánchez conversando con él bajo la mata de mango, explicándole ciertos detalles. Por sus indicaciones anduvo días enteros en busca de los que arribaron en el Granma. Fue él una suerte de salvador de la guerrilla, del destino libertador de Cuba, pues a muchos encontró y libró de una muerte segura en manos de los batistianos, entre ellos al Jefe de voluntad infalible, a quien tuvo de frente la madrugada del 13 de diciembre de 1956.

 

 «Pensaba encontrar a un Fidel triste y desmoralizado. Pero, ¡no señor!  Era aquel un Fidel con esperanza en el triunfo. Estuve conversando con él tres horas y me impresionó de una manera tremenda porque hablaba como si no lo hubieran desbaratado en Alegría de Pío, ni estado dos días bajo la paja de caña para evitar que las avionetas lo ametrallaran. De nada se lamentaba, todo en él era perspectiva, futuro y muchas iniciativas».1

 

Desde ese minuto, la palabra y la moral de Fidel, más altas que la luna de esa noche, convirtieron a Guillermo en su guía por los caminos peligrosos hacia el corazón de los cerros del sur, en su confianza en momentos cruciales, en su leal soldado, uno que lo acompañaría hasta el final de esa contienda, de otras muchas por venir y hasta el mismo ocaso de la existencia propia. 

 

Al veterano guerrillero, que llevó a cuestas durante kilómetros el peso de la mochila y el arma, hoy no le pesan los años. Podría ser la resistencia física y del alma con que ha enfrentado su generación las tormentas más feroces, ese andar firme por la orilla de los riegos, esa reciedumbre de tronco fuerte afianzado a la tierra, la que alienta a hombres como Guillermo a permanecer, seguir en el combate, cuando para él la edad no es más que un número y lo realmente verdadero es el pueblo para el que vive.

 

Por ello sigue empeñado en ser útil, y se ha consagrado a la conservación de las riquezas naturales de esta Isla desde hace décadas, cumpliendo aquella orden que le dio Fidel en plena lucha: «Guillermo, tú que eres de aquí encárgate de que estas montañas no las vayan a destruir cuando termine la guerra, porque la Sierra se ha convertido en nuestra madre y hay que defenderla».2

 

Y él, como dedicado hijo, asumió el compromiso de velar por los follajes, los árboles añosos, la corriente pura de los ríos, el canto de las aves, los saltos ariscos de la jutía cimarrona… y todas esas maravillas naturales. Por eso sigue despertando muchas veces antes que los gallos y se va de recorrido por fincas cercanas o en el otro extremo del país, en franco desafío al agotamiento y a la edad.

 

Sabio por lo mucho vivido y estudiado, ingenioso hasta en el decir, dueño del dicharacho oportuno y la lección pertinente, asido a sus arraigadas costumbres de guajiro y al trabajo a todas horas, así continúa Guillermo su ya casi centenaria vida, esa a la que agradece haberle dado tanto como él mismo canta en los versos de Violeta Parra. Sigue siendo el mismo rebelde de los combates de la Sierra, no sabe de retiradas, y sí de pelea hasta la última bala en el directo del fusil.

 

Referencias:

 

1 Wilmer Rodríguez Fernández: Las batallas de Guillermo. Conversaciones con un Comandante de la Revolución Cubana, Ocean Sur, La Habana, 2023, p. 32.

2 Ibídem, p. 51.

 

  • El Comandante Guillermo García, con sombrero, junto a Fidel, Celia y otros combatientes. Palma Soriano, 1958. Archivo Juventud Rebelde.

  • El Comandante en Jefe comparte con combatientes en el área de operaciones. Lo acompañan en el jeep los Comandantes Guillermo García Frías (al volante), y en el asiento trasero Ramiro Valdés Menéndez. Archivo Granma.

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