El Simón Bolívar, un frente que cumplió con Fidel
«Tan pronto creas que Pedrito [Pedro Miret] pueda continuar con tus funciones, trasládate hacia acá», decía la pequeña nota escrita con la letra corrida e inconfundible del líder del Ejército Rebelde, Fidel Castro, que leían en octubre de 1958, los ojos claros de un joven comandante que se encontraba en las cercanías de Manzanillo. No hizo falta más, y a los pocos días ya estaba en La Plata.
Después del saludo y el intercambio de algunas palabras, el Jefe lo invitó a subir a Radio Rebelde y, en una llamada con su hermano del alma, Raúl, quien luchaba en las alturas de la Sierra Cristal, le dijo que iba a crear un nuevo frente en los llanos nororientales, el Cuarto, cuyo jefe sería el comandante Delio Gómez Ochoa, un combatiente que ya él conocía.
Y ahí fue cuando supo Ochoa de la nueva misión que le esperaba.
Él había luchado contra Batista desde la clandestinidad en Holguín, había sido segundo jefe de la Columna Uno José Martí y delegado de Acción de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio. A sus 29 años, en la eficacia de sus acciones, su aplomo e inteligencia, Fidel vio capacidades para dirigir a la tropa rebelde que llevaría el nombre del libertador «Simón Bolívar», en homenaje al héroe y al pueblo venezolano que en enero de ese año había vencido al régimen de Marcos Pérez Jiménez, y desde la nación andina cooperaba para el triunfo.
En ese entonces, los últimos meses de 1958, la estrategia de Fidel para extender la contienda se cumplía a la perfección. Desde marzo habían nacido el Segundo y Tercer Frentes conducidos por Raúl y Juan Almeida, los cuales ocupaban gran parte de Oriente; se creó en julio el de Pinar del Río; y en Las Villas también se combatía. Cuba estaba en pie de guerra.
Y para impulsar la ofensiva contra el enemigo luego de haber derrotado en el verano todos sus embates en la operación que llamaron FF (Fase Final o Fin de Fidel), a fines de octubre partieron de la Sierra Maestra rumbo a los llanos orientales tres columnas para conformar el Cuarto Frente: la 12 Simón Bolívar, dirigida por Eduardo Lalo Sardiñas, la 14 Juan Manuel Márquez, al mando del capitán Orlando Lara, y la 32 José Antonio Echeverría, bajo las órdenes del propio Delio, fuerza que «estaba integrada por 74 hombres, entre ellos 40 reclutas de la escuela de Minas de Frío y dos de los tres dirigentes de la FEU que habían llegado en un avión de Miami: Omar Fernández Cañizares y José Fontanills», explica en el libro de sus memorias La suerte de sobrevivir, el comandante Delio.
Con los fríos de noviembre llegaron a Cauto del Paso y realizaron la primera acción contra el enemigo, cuando una escuadra de morteros bombardeó el Puesto de Mando del Ejército en la finca La Granja, cercana a Bayamo; y con esos disparos quedó ese día constituido, formalmente, el Frente Nº4 Simón Bolívar, como se llamó en sus inicios.
En sus hombres acostumbrados a la lucha en las montañas, a encontrar cobijo tras los troncos gruesos y seguridad entre los ramajes, la tía la duda sobre cuán efectivo podría ser luchar en las planicies, pues las condiciones del terreno eran muy diferentes. No obstante, el decursar de los días y los enfrentamientos demostrarían que sí era posible, además de que en esas zonas ya habían luchado meses atrás Lara y Camilo Cienfuegos.
«Había que atacar de frente, porque allí no había otra manera de hacerlo, y ahí combatíamos, en esos peladeros», asegura Delio.
Las órdenes del Comandante en Jefe fueron claras: batallar incesantemente en todo el territorio que ocupaban en las hoy provincias de Holguín, Las Tunas y parte de Granma, unos 9 000 kilómetros cuadrados. Antes de salir les había insistido en que al enemigo «no dejarlo dormir, no dejarlo comer, no dejarlo ni bañarse, cortarle el agua, la electricidad, las comunicaciones telefónicas…». Y así lo hicieron.
Para impedir el abastecimiento a las tropas en los cuarteles derribaron los puentes, hasta los de la Carretera Central entre Oriente y Camagüey. Gómez Ochoa rememoraba que «hileras de camiones cargados con avituallamiento para las tropas batistianas que querían seguir a Fidel, no pudieron hacerlo, porque todos quedaron, no pasaron de Las Tunas.
Se levantaron cientos de kilómetros de línea férrea, no hubo ningún tren que pudiera transitar por la provincia, se buldocearon la mayor cantidad de alcantarillas en las calles. Algunos le llamaron la guerra de las carreteras».
Con el fin de cortar las comunicaciones destruyeron las vías telefónicas, telegráficas y eléctricas; y se afanaron en no permitirle a los guardias movimiento alguno, mucho menos la fuga, pues «Fidel había dicho que ni un solo fusil podía salir de Oriente».
Uno de los combates más fuertes que libraron fue el de la presa de Uñas, hoy presa de Cacoyogüín, ubicada entre Velazco y la ciudad de Holguín, el 21 de octubre, cuando aún oficialmente no estaba creado el Frente, pero ya el capitán Eddy Suñol operaba en esos lares. Allí participaron las bravas muchachas del Pelotón Femenino Mariana Grajales. Delsa Esther Puebla Viltre, Teté, recordaba:
«Salimos Lilia, Isabel, La Gallega y yo. Cogimos a un guardia, lo pusimos delante de nosotras cuatro e íbamos caminando con él. Aquello fue terrible. Fuimos subiendo, nos hirieron dos compañeros, y la otra gente se quedó atrás, para no dejar allí los heridos. Éramos 17 rebeldes y solamente había cinco armas automáticas con 80 tiros. Yo acabé combatiendo con la San Cristóbal de un casquito porque se me acabaron también las balas».
Sin embargo, a pesar de tan difícil situación, se alzaron con la victoria.
Así los rebeldes bajo las órdenes de Delio fueron ganando cada palmo del terreno, libertando pueblos, y una vez plantada en estos la bandera rojinegra, comenzaban a tomar medidas para organizar y beneficiar a su población, sobre todo en la salud y la educación.
A fines de diciembre, luego de casi dos meses de pelea intensa, atacaron Puerto Padre, pues con el dominio de esta urbe impedirían radicalmente que el enemigo pudiera llevar refuerzos y recursos desde el Occidente hacia el Oriente del país.
Además, pretendían sorprender en medio de la marcha, a una parte del batallón enemigo del Escuadrón 73, el cual había estado acantonado en el antiguo central Delicias.
«Suponíamos, con toda lógica, que los guardias debían ir al rescate de sus compañeros sitiados y fuertemente atacados en la ciudad, sin embargo, era tal la desmoralización del enemigo y de su jefe, el capitán Guerra Amador, que no se movieron de su lugar».
El día 25 el cuartel de Puerto Padre se rindió; convirtiéndose esta en la primera ciudad liberada por el Cuarto Frente. Hubo unos 130 prisioneros, se ocuparon 130 armas y gran cantidad de pistolas, revólveres, escopetas de caza y paraguayos o machetes de la Guardia Rural, aunque escaso parque.
También, según las remembranzas del comandante Delio, varios camiones especialmente blindados, jeeps y automóviles que fueron entregados de inmediato a sus dueños legítimos.
El último mes de 1958 casi llegaba a su fin. El Ejército Rebelde avanzaba indetenible, la caída de la dictadura se sentía cada vez más real. Entonces Fidel pidió a Delio que lo encontrara en Palma Soriano, y allí le dio instrucciones para incrementar las operaciones.
Unos días después, en las primeras horas de enero de 1959, Batista huyó de Cuba, y con su partida la tiranía caía como una torre de naipes. Esa misma noche Delio fue en jeep desde Buenaventura hasta las cercanías de Holguín, el segundo bastión de la tiranía en Oriente, el cual ya tenía completamente sitiado, «y exactamente a las 12 di la orden de disparar contra el Regimiento.
Entre las armas utilizadas estaba una ametralladora trípode que me había dado Fidel cuando lo fui a ver, y unos 40 fusiles de los 130 ocupados en la toma de Puerto Padre, pero lo curioso fue que ellos no contestaron el fuego y por un momento pensé que se iban a rendir.
»Como a las dos de la madrugada aterrizó un avión en la pista del Regimiento. No sabíamos lo que estaba pasando. Antes del amanecer me enteré de que en esa aeronave habían mandado un nuevo jefe y se llevaron al de Holguín y a su segundo. Al conocer eso ordené a los muchachos utilizar aquella avioneta que días antes habíamos capturado para al amanecer sobrevolar el Regimiento y lanzarles 10 o 12 granadas de manos que teníamos»; pero como contaba Delio, no llegaron a utilizarlas, pues la confusión de los hechos respondía a que ya la guerra daba sus últimos suspiros.
Solo durante unos dos meses combatió el Cuarto Frente, ese que nunca supo de derrotas, pues venció en cada una de las acciones emprendidas, demostró la valía de sus hombres, de su jefe, cumplió la palabra empeñada con Fidel, pues en ese tiempo el enemigo no pudo entrar ni salir de Oriente, y contribuyó, junto a las demás fuerzas revolucionarias, a darle la tan ansiada libertad a Cuba.
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