Su último poema
Fidel lee el vibrante manifiesto que Raúl Gómez García redactó por instrucciones suyas. En él está recogido lo esencial del pensamiento de una juventud dispuesta a cambiar radicalmente nuestra historia. El ideario martiano sustenta estas páginas.
El líder de la Revolución Cubana le había explicado al joven aquellas ideas, las que todos compartían; y confiaba en él, aún con sus 24 años de edad. Desde el primer momento estuvo en el núcleo fundador y dirigente del movimiento, en su condición de periodista y de intelectual.
Su voz emocionada se alzó luego. Dijo: Ya estamos en combate… y elevó el ánimo de los participantes en la gesta que abriría el camino hacia la liberación definitiva del país. Aquellos fueron sus últimos versos.
En su caso, fue designado para la toma del hospital civil Saturnino Lora. Allí, ya herido y comprendiendo que el factor sorpresa había fallado, se dirigió a un empleado que estaba cerca y le pidió un papel y una pluma.
Tuvo tiempo de redactar una nota para su progenitora, cuyo texto fue enviado por un trabajador de ese centro y llegó a su destino: “Caí preso, tu hijo”.
Estas cuatro palabras, devenidas testimonio elocuente del crimen del joven revolucionario, llegaron milagrosamente a manos de su madre Virginia García pocos días después. Una prueba irrecusable de los atropellos que la tiranía perpetró con los sobrevivientes del ataque al Moncada, y a lo largo de aquella década con lo mejor del pueblo cubano.
Su figura inspira a los trabajadores de la cultura en todo el país y coincidiendo con la fecha se su nacimiento, 14 de diciembre, se dedica este día con toda justeza a los trabajadores del sector.
La obra que nos legó convida a poner en la cima del Turquino a la estrella solitaria y seguir en combate por la Patria a la que el joven poeta y periodista entregó su vida.
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