Soberanos somos sin doblegarnos jamás
En el sigilo de una madrugada habanera pudo burlar la trocha. La muerte andaba cerca cuando no le cabían más disparos en el cuerpo y aquella última bala marcó entonces su fin en la sorpresa del campamento.
El fuego nutrido de los hispanos lo derribó del caballo y el campo insurrecto vio caer al mulato; sintió el impacto de su figura al desplomarse; vio al ayudante escribir una nota testimonio de la fidelidad sin límites: “[…] Muero en mi puesto, no quiero abandonar el cadáver del general Maceo y me quedé con él […]”.
Hijo del Generalísimo Máximo Gómez, el joven que prefirió el acero a ser trofeo de sus perseguidores,y fue incapaz de abandonar al jefe amigo: capitán Francisco Gómez Toro, Panchito. Permaneció junto a Maceo porque aprendió la lección de la vergüenza de estos hombres.
Quedaron las leyendas del hijo de Mariana, la invasión al Occidente y el machete que hacía temblar al enemigo, la palabra tan fuerte como su brazo y la advertencia eterna para quien intente apoderarse de Cuba.
La herida 27 ya era demasiado para el Titán, y en San Pedro se perdió aquel 7 de diciembre de 1896 al gigante de bronce, al intransigente de Baraguá, al hombre grande que recorrió la Isla e hizo campañas, que combatió las tendencias sediciosas y divisionistas con ejemplos de disciplina y lealtad. Cayó en los brazos del inseparable escudero que lo acompañó hacia la gloria; en los brazos de Cuba, que no lo deja ir.
Su muerte fue notable en los tiempos posteriores. No se equivocó el veterano internacionalista en su pésame a la viuda María Cabrales, con quien compartía el luto: “[…] pierde Ud. el dulce compañero de su vida, pierdo yo al más ilustre y al más bravo de mis amigos y pierde en fin el Ejército Libertador a la figura más excelsa de la Revolución.”
La llama que ilumina el Mausoleo del Cacahual desprende un calor distinto, emite la fuerza de su ímpetu y vehemencia frente al enemigo, que otra vez propone una salida infame: “Guarde usted ese documento […]”. Libres hoy al fin y sin habernos entendido nunca, logramos el triunfo de enero y nos sabemos continuadores del futuro.
Maceo y Panchito siempre en campaña por una Cuba erguida contra los que la odian. Por ellos, el orgullo y la protesta, listos el caballo y la montura. El machete afilado y el cuerpo dispuesto. Por ellos, soberanos somos sin doblegarnos jamás.
El general vuelve a la carga por otro Baraguá y un pueblo entero marcha cuando el clarín toca. La estrella de San Pedro será siempre mejor que el yugo. El general se levanta enorme, mira a la tropa y allí está su caballo listo para marchar junto a los héroes nuevos, los de ahora; junto a nosotros que también lo acompañamos hacia el encumbrado altar de los grandes de la Patria.
Comentarios
En este sitio no se admiten comentarios que violen, incumplan o inciten a romper legislaciones cubanas vigentes o atenten y dañen el prestigio de alguna personalidad o institución, así como tampoco aquellos que contengan frases obsenas, groseras o vulgares. Verde Olivo se reserva el derecho de no publicar los comentarios que incumplan con las normas antes expuestas.