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Reto a la soledad

 

 

El 22 de enero de 1978 Orlando Cardoso Villavicencio, entonces teniente de las FAR, fue herido en las cercanías de Harar, Etiopía, mientras cumplía una misión internacionalista. Único sobreviviente de una sangrienta emboscada, sufrió una larga, cruel e inhumana encarcelación en una prisión somalí y se convirtió en el prisionero de guerra más antiguo del mundo en su momento.

Este título posee un encanto singular, la tragedia está siempre matizada por un toque de esperanza, y la crítica fluctúa entre el juicio severo y el bondadoso perdón. Las memorias de este combatiente desbordan, entre sus líneas, la nobleza humana de un joven que nos deja admirados ante su hazaña que —al decir de Fidel— es “[…] un triunfo sobre las ideas más oscuras y retrógradas”.   

 

 

 

 

 

 

 Otra historia de vida llena las páginas de un nuevo libro de Oscar Ojeda Nerey, esta vez su protagonista es el Abuelo Silva Tablada. El cariño que encierra el seudónimo cuenta del respeto a sus años, a su salud agrietada y experiencia profesional con que era tratado y    admirado por sus compañeros. Luis Alfonso Silva Tablada es su nombre.

 

Es el fruto de una conversación de la familia González-Cupull, que hizo aquella noche infinita. Fueron horas de remembranzas de cuando, en 1988, Liván —el segundo de sus hijos, «el mediano»—, como a él le gusta decir: cumplió misión internacionalista en la República Popular de Angola. 

 

El texto es un reflejo del amor de padres e hijos, aun cuando miles de kilómetros los separan se siente la cercanía a través de la correspondencia; este no puede ser un epistolario más sino la preocupación constante de cuan cerca del peligro podía estar el mediano de la familia.

 

 Esta obra recorre tiempos en que la joven nación angolana enfrentaba la voracidad de poderosas fuerzas enemigas representadas en la alianza de la Sudáfrica racistas y el vendepatria Savimbi, apoyadas por la principales potencias imperialistas. El autor, al contar la historia de Aquellos días en el recuerdo estremecedores episodios, desvela el tesonero empeño de los asesores militares cubanos, junto a las fuerzas armadas de la República de Angola en el periodo 1981-1983. 

 

Tiene un valor histórico que realza el recuerdo de tan gloriosa epopeya escrita con la sangre de cientos de miles de combatientes internacionalistas cubanos, codo a codo con sus hermanos angolanos.

 

En una de  las crónicas de este libro, el autor expresa: “Como en la guerra uno comprende sin dilaciones que la muerte puede estar a la vuelta de la esquina, una de las reglas de oro era dejar de escribir un testimonio para hacerlo mañana...”, escrita a la memoria de los colegas, que cumpliendo su deber internacionalista no regresaron y como homenaje a los que reportaron, desde Cuito Cuanavale, la verdad de cuanto sucedió en los meses en que Sudáfrica y la Unita amenazaron la seguridad del proceso revolucionario angolano. Las vivencias del autor, por toda la isla, a través de las páginas de Granma¸ y otras que escribiera posterior a los hechos, aparecen aquí, testimonio en el que, si asomó alguna vez el temor y la añoranza, venció el arrojo y la heroicidad de los combatientes angolanos y cubanos.

 

Un reportero recorre durante varias semanas el frente de batalla en el sureste angolano. Los testimonios de combates terrestres y aéreos, el peligro de las caravanas, el cruce del río Cuito y misiones en el territorio enemigo, se suman a sus experiencias en la primavera de 1988. Escrito y fotografiado desde abajo, desde el soldado, el piloto, el oficial y el jefe en el campo de batalla, en este libro el lector escuchará y verá con sus propios ojos a  los héroes de Cuito Cuanavale, esos sencillos combatientes angolanos y cubanos que contribuyeron, con su valor y su sangre, a forjar aquella indiscutible victoria, calificada por el líder africano Oliver Tambo como “el Waterloo de Sudáfrica”.

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