Libros

Es imposible repasar la papelería de Katiuska Blanco sin deslumbrarse ante la magia que impregna a todo cuanto escribe. Ella logra una perfecta armonía entre el periodismo, la literatura y la historia, cualidad que la convierte en una auténtica cronista, capaz de imprimir a sus trabajos un estilo propio, en el que se impone una búsqueda constante de la belleza, tanto en el lenguaje como en la esencia misma de los hechos, las personas y las cosas, aunque aborde temas difíciles como la guerra, el dolor, la pobreza, o tan sencillos como cualquier pasaje de la vida cotidiana.
La peculiaridad de volver una y otra vez sobre el mismo tema, ha permitido a la autora, agrupar sus crónicas en diferentes colecciones:
Ciudad soñada, por ejemplo, reúne las dedicadas a las calles de La Habana, donde a partir de la historia original que les da nombre, deja correr su imaginación y crea nuevos y apasionantes pasajes
de leyenda, y los libros Voces del Milagro y Niños del Milagro, en los que figura como coautora, incluyen otras nacidas de los reportajes realizados en Venezuela a familias favorecidas por la misión
médica cubana. En proceso de edición, están las llamadas Crónicas viajeras, que responden a las impresiones recibidas en otras tierras; su historia, sus tradiciones; Angola, que reúne las nacidas de su experiencia como corresponsal de guerra en ese hermano país y Fidel, un eterno caminante, las inspiradas en la vida, las hazañas y el magisterio de nuestro Comandante en Jefe.
El poeta Miguel Barnet, al referirse al libro Todo el tiempo de los cedros, paisaje familiar de Fidel Castro Ruz, apuntaba los rasgos que caracterizan, no solo a ese volumen, sino a toda la obra de Katiuska Blanco. Decía Barnet:
«Cuando me leí Todo el tiempo de los cedros, me di cuenta, por sobre todas las cosas, de que estaba ante una escritora, ante una novelista con una estética muy propia, una estética de una delicada
intención poética, una poética de gran sensibilidad, capaz de captar los detalles que pueda captar en la vida, en el mundo, en las texturas, una mujer sensible».
Desde mi Habana, es la colección que ponemos en esta ocasión en manos del lector, las crónicas que la conforman, tratan temas como la belleza, la felicidad, el amor, la amistad, el dolor, la patria…
y en cada una de ellas, podemos sentir esa gran sensibilidad de la autora, su espíritu un tanto romántico, su capacidad de estremecerse ante los más mínimos detalles y su facilidad para expresar emociones y trasmitirlas con sencillez y lirismo.
Alba María Orta Pérez

Deseo dedicar este libro a mi familia, a la memoria de nuestro jefe, el comandante Efigenio Ameijeiras Delgado, a mis compañeros de armas y fundamentalmente, a todos aquellos combatientes de otras nacionalidades, que junto a nosotros hicieron acto de presencia voluntariamente en Argelia e integraron las filas de nuestra brigada internacionalista de combate. Aquella que pudo haber sido la segunda Brigada Internacional Comunista del siglo pasado, la cual debió operar en un extenso territorio al noroeste de las arenas del desierto del Sahara, donde presumiblemente debíamos realizar las futuras acciones combativas. Gracias a los señores embajadores de las repúblicas Argelina Democrática y Popular, y de la Árabe Saharaui Democrática por las ayudas brindadas. También deseo agradecer al colectivo de compañeros de la Casa Editorial Verde Olivo y al de la Maqueta de La Habana (GDIC), por la valiosa ayuda prestada para poder concluir este.

Noventa escalones para ascender a la cima de una vida dedicada a los demás, a Cuba, a su América, a la humanidad.

Era solo un jovencito y se pronunció contra la corrupción y el gansterismo que imperaban entonces en la Universidad habanera y en toda la sociedad cubana; lleno de valor enfrentó la amenaza, incluso, a costa de la propia vida.

Era solo un joven y comprendió el valor de la solidaridad, de la hermandad, y se pronunció a favor de los pueblos de Puerto Rico, Nicaragua, República Dominicana; de los excluidos y desprotegidos del mundo.

Era solo un joven e hizo repicar de nuevo la campana de la Demajagua para que los estudiantes, y la juventud del país y del planeta reclamaran los derechos de quienes se saben con razones e ideales suficientes.

Era solo un joven e hizo desbordarse, en nuestras calles, un mar de cubanas y cubanos, cuando la Marcha de las Antorchas.

Era solo un joven, cuando a la cabeza de un centenar de combatientes se propuso alcanzar el cielo por asalto y librar a su tierra de la tiranía.

Por eso, es él en cada niño, adolescente o joven que le imita, que le sigue, que le ama, que expresa “Yo soy Fidel”… Porque son grandes, desde que nacen, aquellos que con sus nombres escriben millones de historias en solo tres pa-labras: justicia, dignidad, libertad.

Rafaela Valerino Romero

Noventa escalones para ascender a la cima de una vida dedicada a los demás, a Cuba, al mundo, a la humanidad.

Era solo un niño y, aunque tenía una cómoda situación familiar, sufrió el hambre que aún hoy padecen millones de infantes en el mundo, a pesar de su estímulo cotidiano a la solidaridad mundial.

Era solo un niño, pero no admitió la vejación ni siquiera de parte de sus superiores. Desde temprano, la estirpe de hombre libre corrió por sus venas.

Era solo un adolescente, apuesto e inteligente, gallardo y muy estudioso, cuyo futuro fue avizorado desde entonces.

Era solo un joven e hizo repicar de nuevo la campana de la Demajagua para que los estudiantes, y la juventud del país y del planeta reclamaran los derechos de quienes se saben con razones e ideales suficientes.

Era solo un joven aquel que hizo desbordarse, en nuestras calles, un mar de cubanas y cubanos, cuando la Marcha de las Antorchas.

Era también solo un joven aquel que con su sangre generosa escribió millones de nombres en tan solo cinco letras: Fidel.

Es él en cada niño, adolescente o joven que le imita, que le sigue, que le ama, porque son grandes, desde que nacen, aquellos que con su ejemplo escriben un sinnúmero de historias en tan solo una palabra: justicia.

Las autoras

Cuba ocupa la primera trinchera en la lucha contra el imperialismo que, prepotente hoy como nunca antes, pretende dirigir el destino de los pueblos. En esa trinchera, la primera posición corresponde a la Brigada de la Frontera, y desde ella hombres y mujeres muestran diariamente al enemigo la serenidad, heroísmo, abnegación e inclaudicable firmeza con que nuestro pueblo defiende su soberanía y conquistas.

 

Como modesto homenaje a la actitud ejemplar de esos combatientes, en 1986 el Centro de Estudios de Historia Militar (CEHM) publicó Punta de Vanguardia, donde expuso las causas que originaron la existencia de esa unidad, así como su evolución y desarrollo hasta 1985.

Un hombre afortunado

El gallego Fernández, seudónimo por el cual también se le conoció, nos regala pasajes de su vida con su mayor satisfacción que radica en el privilegio de responder el llamado del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz desde los primeros días del Triunfo de la Revolución y cumplir con modestia, responsabilidad y sencillez cada tarea encomendada.

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