Estaban a unos 1 200 metros sobre el nivel del mar en plena Sierra Maestra y hablaron de lo que había sucedido en el llano hacía casi un mes: el fracaso de la huelga general revolucionaria.

Ese 3 de mayo de 1958 en Alto de Mompié, actual municipio granmense Bartolomé Masó, se reunieron los dirigentes transformadores de las serranías y las ciudades: Vilma Espín, Celia Sánchez, Haydée Santamaría, Faustino Pérez, René Ramos Latour, Ñico Torres, Luis Busch, Marcelo Fernández, David Salvador y Enso Infante. Como invitado, estaba Ernesto Guevara.

Entre ellos sobresalía Fidel, quien escuchaba, hacía críticas, motivaba fuertes debates. Mucho habían confiado en los resultados de esa acción que resultó un revés, justo cuando la tiranía de Fulgencio Batista alistaba una poderosa ofensiva militar para eliminarlos.

Proyecciones de justeza y organización

Era un momento complicado, el cual requería de rigor y claridad para enfrentar el futuro cercano. Las fuerzas revolucionarias precisaban alcanzar victorias militares, sin desproteger al pueblo. En aquel intrincado paraje, dialogaron mujeres y hombres quienes defendieron desde diferentes concepciones, sus anhelos por lograr la misma libertad.

Según refirió Ernesto Guevara en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, las discusiones intensas durante el encuentro hicieron que el ambiente fuese tenso, sobre todo al juzgarse la actuación de los compañeros del llano, responsables de encauzar las acciones del Movimiento 26 de Julio y específicamente con los representantes obreros opuestos a la participación del Partido Socialista Popular en la organización de la lucha.

De ese instante escribió: “El análisis de la huelga demostraba que sus preparativos y su desencadenamiento estaban saturados de subjetivismo y de concepciones puchistas, el formidable aparato que parecía tener el 26 de Julio en sus manos, en forma de organización obrera celular, se había desbaratado en el momento de la acción”.

Entonces, precisó el Che que tras el razonamiento de los participantes, fueron analizadas las proyecciones de la guerra y quedó dispuesta la necesidad de un mando único radicado en la Sierra Maestra. Para lograrlo se realizaron cambios en las estructuras de dirección y se trazaron estrategias para favorecer el triunfo definitivo, prevaleciendo el sentido de unidad, la responsabilidad y la entrega a la causa independentista.

Justo porque conocían sobre las jornadas intensas que se aproximaban, decidieron nombrar como Comandante en Jefe de las huestes de la Sierra y el Llano, además de Secretario General del Movimiento 26 de julio, a Fidel, lo cual resultaba trascendental para la unión y la toma de decisiones.

Así lo demostraron poco tiempo después el enfrentamiento a la arremetida sanguinaria que lanzó Batista hacia la serranía oriental en una Ofensiva de Verano, denominada Plan FF (Fin de Fidel o Fase Final), y el posterior desplazamiento de los barbudos hacia el centro y el occidente del país, en una invasión que logró la emancipación verdadera, el primero de enero de 1959.

Otros acuerdos adoptados fueron el de enviar hacia La Habana al comandante Delio Gómez Ochoa, a encabezar allí la dirección del movimiento y a Ñico Torres, para conducir el frente obrero; fortalecer el exilio con Haydeé Santamaría; y ascender a René Ramos Latour y Faustino Pérez, como comandantes y mantenerlos en las montañas.

Hasta cerca de las dos de la madrugada del día siguiente se extendió esta jornada histórica, a través de la cual se reafirma siempre la fidelidad eterna a las ideas de unidad y libertad defendidas en ese sitio, hace exactamente 64 años, donde se fraguó, gracias al protagonismo de nuestro líder histórico, la victoria de la Revolución Cubana.