La primera guerrillera de la Sierra
Desde que a la tropa rebelde comandada por Fidel Castro Ruz en la Sierra Maestra comenzaron a llegar las primeras mujeres para incorporarse de manera permanente a la guerrilla, tuvieron en la destacada manzanillera Celia Sánchez Manduley un apoyo seguro.
La probada guerrera con su mochila a cuestas ya había colmado de huellas toda la cordillera, y cuando un grupo de muchachas solicitó marchar a la línea de fuego y empuñar un fusil para luchar a la par de los hombres, fue la aliada más directa del máximo líder rebelde para persuadir a varios compañeros, que subestimaban el papel potencial de la mujer como combatiente. Así ayudó a conformar el pelotón femenino Mariana Grajales.
Celia Sánchez precisó: “Fidel vio la disposición en que estaban las mujeres, que de verdad querían combatir, por eso él siempre escogió las primeras que llegaron a la Sierra, porque ya las primeras estaban probadas, y él sabía que de esas mujeres que ya él conocía no les fallaba ninguna, y así fueron seleccionadas por Fidel”.1
Aunque Celia no integró formalmente el pelotón, las Marianas la consideran como la primera de ellas. También fue la primera mujer que empuñó un fusil en aquella gesta, cuando con un M-1 batió al enemigo junto al Comandante en Jefe, en el combate El Uvero el 28 de mayo de 1957. “Desde esos primeros días de mayo de1957, Celia fue para los combatientes la compañera, la amiga, la hermana, la madre en muchos casos. Desde esos primeros días Celia se ganó el respeto y el cariño que hasta su muerte, sin excepción alguna, le profesaron todos los rebeldes”.2 Sobre la utilidad de las mujeres en la tropa, Celia expresó:
“[...] a pesar de que a ningún jefe le gustaba tener una mujer en la tropa, cuando les caía una y tenían que llevarla, después no la soltaban, sabían ya lo útil que era. Eso le pasó por ejemplo a Clodomira (Acosta). Clodomira fue una muchacha que fue muy útil siempre en la tropa, además de que la mandaban a los mensajes. Ninguna fue endeble, que llegara y no soportara aquello, que hubiera que estar ayudándola o atendiéndola. Que las mujeres que subieron a la Sierra, fueron a sabiendas de lo que iban, no expensas de que las ayudaran, con aquel concepto que se tenía de la mujer, de que la mujer era más débil que el hombre”.3
La hoy general de brigada (r) Delsa Esther Puebla Viltre, Teté , quien fungió como la segunda jefa del pelotón de las Marianas, y que antes se desempeñó como una eficaz colaboradora de Celia, testimonió: “Celia se encargaba de organizar en la Sierra el funcionamiento no solo de los hospitales y las escuelas, sino también de la Comandancia General. Estaba al tanto de la situación de cada una de nosotras. Se ocupaba de la armería, el traslado de mercancía, los talleres de costura, los mensajeros, la labor de los arrieros. También las campesinas en aquellos parajes olvidados, veían en ella un pilar seguro. Si una mujer estaba pariendo en la Sierra, si un campesino estaba enfermo y había que llevarle un medicamento, Celia se encargaba de eso. También cuando querían bautizar a sus hijos. Para los campesinos de la Sierra es como un familiar muy querido”.4
Después del triunfo la labor incansable de Celia llegó a todos los confines del país. Su impronta está latente en muchas obras donde siempre tuvo en cuenta un papel protagónico para las mujeres.
Lucy Villegas Oria tiene 89 años y con mucha emoción recuerda momentos inolvidables que marcaron su vida, cuando bajo la atención directa de Celia dirigió distintos planes en la naciente Revolución:
“La mayor relación de trabajo con Celia fue cuando dirigí un plan especial que se llamó Campesinas No. 2. Fue una idea del Comandante, que consideraba que la mayoría de los campesinos que ayudaron a los bandidos del Escambray fue por temores y presiones. Decidió traer para La Habana a muchas de aquellas mujeres con sus hijos, que tenían presos a sus maridos por aquellos actos criminales. El objetivo era reeducarlas en el aspecto político y cultural y después irlas ubicando en distintos pueblos. Vivían en casas de Miramar con todas las atenciones sociales que necesitaban para que se fueran adaptando a la vida normal que iban a tener. Le pregunté a Celia que con quien iba a acometer aquella tarea porque para ello había que tener disciplina y me dijo: ‘Te voy a asignar a las Marianas que acaban de llegar de la Sierra y tienen la formación que se necesita’. Siempre con una visión acertada, estuvo muy atenta de la evolución de aquella tarea que me encomendó Fidel. Bajo la orientación de Celia también conduje un plan ganadero hasta que me designó para dirigir el parque Lenin”.
Celia era una persona de muchos detalles. Cuando contraje matrimonio ella y el comandante Juan Almeida fueron los padrinos de la boda. Celia llegó al lugar, se dio cuenta que no había un fotógrafo y salió en persona a buscar uno. Gracias a ella tengo imágenes del momento. Era una persona brillante, tenía siempre una solución para cualquier problema. Fue una de las personas con quien más aprendí durante mi vida revolucionaria”.5
En el poblado granmense de Bartolomé Masó reside Laudelina Núñez Rodríguez. Guarda como una reliquia un grato recuerdo de Celia y de Fidel. Tenía 14 años de edad, cuando el 25 de mayo de 1958 participó junto a sus padres en la primera reunión de campesinos que Fidel convocó en territorio rebelde, efectuada en Vegas de Jibacoa:
“En un momento se escucharon los aviones enemigos y Fidel dijo más o menos así: ‘Cuando triunfemos, estos aviones que hoy están bombardeando y matando niños y personas indefensas, van a ser sus amigos, con ellos mismos vamos a producir un bombardeo, pero un bombardeo de juguetes y otros regalos para los campesinos de la Sierra’.
“Una mañana de sol radiante en enero de laño 1959 sentimos sobre la Sierra Maestra el ruido de los aviones. Todos nos asustamos y mi mamá le decía a mi papá: “¡Ay Yoyo los aviones van a bombardear otra vez!”. Salimos a mirar y vi caer unas enormes cajas y le dije a mi papá: ¡Ay papá son los juguetes que Fidel nos manda, son los aviones que están tirando los juguetes! Salí corriendo y me apoderé de una caja. Cuando la abrimos lo primero que apareció fue una muñeca y escuché decir a mi papá. ¡Es tu muñeca, la muñeca que te mandan Fidel y Celia! ¡Ya no tienes que jugar más con muñecas de trapo! Todavía conservo aquella muñeca. Supe que la propia Celia ayudó a organizar aquel lindo gesto”.6
En 1976 Celia matriculó la Licenciatura en Ciencias Sociales en la Escuela Superior del Partido Ñico López. Allí se encontró con viejos compañeros de lucha insurreccional y formó un equipo de seis condiscípulos para estudiar juntos y preparar los trabajos de clase.
Las reuniones de estudio se efectuaban en su casa. Lilia Rielo, integrante del pelotón de las Marianas integró aquel grupo y recuerda: “Cuando yo no podía asistir a las clases porque una
niña se enfermaba, ella me copiaba los textos de las clases y me entregaba las anotaciones con la letrica de molde que tenía ella. Todavía guardo aquellos apuntes. Eran momentos que demostraban que Celia nunca perdió el trato afable con sus compañeros de ideales”.7
Terminó la guerra y a las combatientes se les asignaron tareas diferentes en distintos lugares de la Isla, pero Celia nunca se olvidó de ellas, con la preocupación de dónde están, qué hacen, cómo vive cada una. Edemis Tamayo, la Gallega, una de las Marianas regresó a vivir a Oriente. Así narra algunos recuerdos de Celia: “Apenas ella se enteraba que yo tenía una situación me mandaba a buscar y me sentaba en su casa. A ver, dime cómo es esto, por qué estás así, como si verdaderamente uno fuera su hija. Ella se preocupó hasta de mis hijos: cómo los estaba criando, si iban a la escuela, si tenían cama, colchón. Que, si no habían ido nunca a La Habana, al zoológico...
“El papá de mis hijos no quería que yo trabajara. Vivíamos en el campo y muy mal, entonces ella no sé con quién se enteró y me mandó a buscar. Saludó y me miró un poquito, pero ella era muy discreta, parece que me vio en una situación que ni me parecía a mí. Llamó a un compañero me llevaron a una casa, me cambiaron el vestuario, me arreglaron. Luego me dijo: ‘¿Ya te viste?’. Le dije a ella: ‘Ah sí, sí, ni yo me conozco’. Entonces me dijo: ‘Fíjate, yo no te dije nada cuando llegaste, pero cuando usted se vaya ahora de aquí, usted empieza trabajar y Gallega, yo no quiero saber que yo vuelva a verte jamás en la vida ni ahora, ni después que yo muera, en las condiciones en que yo te he visto cuando viniste ahora aquí a La Habana: No quiero, fíjate, saber que yo te vuelvo a ver de nuevo a ti así sin trabajar, sin ropa, sin esto’.
“Rehíce mi vida, comencé a trabajar inmediatamente cuando regresé a Oriente y volví a ser otra persona. Desde ese momento, mi vida comenzó de nuevo. Eso partió de un consejo, de un llamado que ella me hizo.
“Celia era el alma y la esperanza de la Sierra. La esperanza de la gente era verla a ella, hablar con ella porque solamente con su presencia ya uno se sentía bien, aunque no todo se pudiera resolver”.8
Para las mujeres que estuvieron junto a Celia en momentos difíciles cuando afrontaban las balas enemigas en el lomerío, y para las que la conocieron después del sol de enero, la insigne guerrillera es un paradigma. Fueron estas las manos jóvenes que tejieron un presente digno y siguen enarbolando bien alto la bandera de la Revolución.
Nota: Se respetó la redacción y ortografía de la época.
Referencias:
1 Entrevista a Celia Sánchez el 22 de agosto de 1967. Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado (OAHCE).
2 Pedro Álvarez Tabío: Celia ensayo para una biografía,Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2004, p.214.
3 Entrevista a Celia Sánchez Manduley el 22 de agosto de 1967, OAHCE.
4 Entrevista del autor a Delsa Esther Puebla Viltres, Teté, el 10 de noviembre de 2014.
5 Entrevista del autor a Lucy Villegas el 24 de marzo de 2020.
6 Entrevista realizada a Laudelina Núñez por Pedro Viltres Ramírez y Pedo Reyes Reyes el 13 de Abril de 2015.
7 Entrevista del autor a Lilia Rielo el 14 de octubre de 2014.
8 Fragmentos de una entrevista de Pedro Álvarez Tabío a Edemis Tamayo el 31 de agosto de 1984, OAHCE.
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