Haydée y Melba: mujeres de acero
Al incursionar en la historia patria, releemos una y otra vez a Martí: «[…] vi diamantes para lección del mundo, allí donde es mucho el carbón, pero nunca vi maravilla tan grande como la mujer cubana».¹ Dos extraordinarias hijas de esta tierra: Melba Hernández del Rey y Haydée Santamaría Cuadrado, Yeyé, ocuparon ese peldaño y, a fuerza de coraje, armaron su impronta. Ese ímpetu de rebeldía que mostraban las acercó al joven abogado Fidel Castro Ruz, quien aunaba fuerzas revolucionarias para alcanzar un futuro digno: «¡Hay opresión en la Patria, pero habrá algún día otra vez libertad. Yo invito a los cubanos de valor […] la hora es de sacrificio y de lucha!»²
«El zarpazo del 10 de marzo de 1952 perpetrado por el sátrapa Fulgencio Batista, fue para la juventud cubana como una especie de chispazo que los llevó a juntarse».³ Llegó en Fidel el líder que esperaban. En ese andar revolucionario se conocieron Melba y Haydée, identificadas de inmediato con el incipiente aparato clandestino del movimiento que comandado por Fidel y secundado por Abel —hermano de Haydée—, preparaba una acción armada contra la despiadada tiranía. La casa de Melba, en Jovellar 107, se convirtió en el cuartel general junto a la de 25 y O donde vivían Yeyé y Abel.
El 24 de julio de 1953 Haydée fue recibida en la estación de ferrocarriles de Santiago de Cuba por Abel Santamaría y Renato Guitart. Portaba un voluminoso equipaje con armas y uniformes. Al siguiente día llegaría Melba por la misma vía y con un cargamento análogo. A partir de su llegada a la granjita Siboney fueron muy activas en los preparativos de lo que se avecinaba. Dedicaron el 25 de julio a limpiar y disponer las colchonetas para que los visitantes descansaran. Fidel les anunció que el 26 sería un día muy dinámico, pero no conocían el sitio de la acción.
Intercambiaron anécdotas sobre el viaje. «Melba Hernández relataba que le había dicho a sus familiares que iban a pasarse unos días en Varadero».⁴ Haydée recordó que un soldado al pasar contiguo a ella en el coche del tren movió las maletas y le preguntó si llevaba dinamita. Condujo de tal forma el hilo de la conversación que después bajaron juntos el andén y él llevó aquel equipaje. Los primeros hombres hicieron su entrada a la finca alrededor de las nueve de la noche mientras las dos jóvenes planchaban los uniformes. A las diez en punto llegó Fidel Castro Ruz, quien expresó: «Compañeros, podrán vencer mañana o ser vencidos, pero de todas maneras este movimiento vencerá».⁵ Fidel le indicó a Melba y Haydée que debían permanecer en aquella casa hasta el regreso de ellos. Exigieron con firmeza su derecho a participar en la primera línea. El doctor Mario Muñoz salió en su defensa: «Ellas pueden ir como enfermeras» y Fidel aceptó. Designadas a marchar con el grupo que, comandado por Abel, tomaría el Hospital Saturnino Lora, fueron testigos del diálogo entre este y Fidel. El segundo jefe de la acción quería ir en el grupo de ataque al cuartel y el líder revolucionario le dice: «Yo voy al cuartel y tú vas al hospital, porque si yo muero tú eres el alma de este movimiento y si yo muero tú me reemplazarás».⁶
Minutos antes de que los primeros autos irrumpieran en el Moncada, las valerosas jóvenes junto a otros combatientes entraron en el hospital. Fidel había dado la orden de que si se frustraban los planes, los que pudieran se dirigieran a la instalación médica para de allí evadirse. Pronto comenzaron a llegar los primeros combatientes al Saturnino Lora. El asalto no se desenvolvió como estaba planeado.
Los perseguían miembros de la Policía y el Ejército. Melba y Haydée, junto al doctor Mario Muñoz, vendaron las piernas, los brazos y los ojos de sus compañeros y los condujeron a las camas para simular que estaban recluidos, entre ellos se hallaba Abel. Después ocurrieron «[…] Las peores, más sangrientas, más crueles, más violentas horas de nuestras vidas. Fueron las horas en que todo puede ser heroico y valiente y sagrado»⁷, recordaría Haydée años después. Transcurridos unos 45 minutos irrumpieron de nuevo los soldados. Melba y Haydée presenciaron cuando se retiraban, pero ocurrió una desgracia, acechaba la traición: un civil les indicó a la soldadesca que buscaran en las camas, ellas jamás olvidarían ese rostro. Al encontrar a Abel con los ojos vendados, aquellas hienas exclamaron: «¿Con que ojitos vendados, no?, pues te los vamos a sacar para que sea de verdad». El delator profirió señalando a Melba y Haydée: «Esas no son enfermeras ni madres, ellas vinieron con ellos […]».
La tragedia no terminaba ahí; los verdugos, dirigiéndose a Haydée y mostrándole las manos crueles le dijeron: «Mira, esta sangre es la de un ojo que le sacamos a tu hermano, si no dices quién es el jefe le sacamos el otro». La valiente mujer respondió con mucho arrojo: «Ya le pueden sacar el otro ojo y los dos míos también, porque yo no lo sé». Hasta el tétrico salón llega otro militar que las interroga y al saber que Boris Luis Santa Coloma era amigo de Haydée, le advierte con burla: «Como comprenderás ya tu novio no te servirá para nada: pero puedes aún salvarle la vida, no lo hemos matado todavía». Ella alegó «¡Si él supo guardar silencio, no vamos a traicionarlo, criminales!»⁸.
Abatidas psíquica y físicamente, pero sin claudicar, las trasladaron a un local del cuartel Moncada mientras continuaba la masacre de aquellos jóvenes que parafraseando a Fidel en su alegato La historia me absolverá, dieron su sangre y su vida para que en el año de su centenario el Apóstol siguiera viviendo en el alma de la Patria. Luego de atroces vejaciones psicológicas, las condujeron al Vivac. Por varios días en una celda no supieron el destino de Fidel hasta que en la mañana del primero de agosto sintieron un revuelo. ¡Ahí estaba él! Desde ese momento pensaron que ya podían morir o vivir porque el Moncada estaba vivo.
Durante una de las sesiones del juicio, la tiranía montó una farsa para impedir la presencia de Fidel, quien se había convertido de acusado en fiscal. Alegaron una supuesta enfermedad. Melba entregó al tribunal una carta firmada por el líder moncadista, denunciando la sucia maniobra.
El 13 de octubre de 1953 partieron dos aviones desde Santiago de Cuba conduciendo al grueso de los jóvenes condenados. Dos mujeres y 26 hombres de espaldas a las ventanillas y en banquetas laterales, iban esposados en parejas por las muñecas. Atrás, en Santiago de Cuba, quedaban encarcelados Fidel y otros pendientes a juicio. Casi a la altura de La Habana, los aviones enfilaron al sur. Su destino: el mal llamado Presidio Modelo en Isla de Pinos. Luego del aterrizaje, Melba y Haydée siguieron en una de aquellas naves. A sus compañeros de batalla no les permitieron despedirse de ellas. Al despegar, las trasladaron al Campamento Militar de Columbia y más tarde al Reclusorio Nacional para Mujeres de Guanajay donde cumplieron siete meses de prisión.
Melba y Haydée se multiplicaron al salir de la cárcel el 20 de febrero de 1954. Sus compañeros estaban en las galeras y tenían que continuar la lucha. «Su papel en la reorganización del movimiento, en la atención de los familiares de los caídos, en los vínculos con los exiliados, en la recaudación de fondos para la causa, en tantas y tantas tareas fue invaluable. “Tengo puesta en ustedes toda mi fe […]”, les escribió Fidel. Y ellas estuvieron a la altura de esa confianza».⁹
Lograron editar, imprimir y distribuir de manera clandestina el folleto que, hoja por hoja, Fidel enviaba de manera secreta desde la cárcel, y que contenía su alegato de autodefensa, que pasaría a la posteridad como La historia me absolverá. Estarían entre los primeros integrantes al constituirse el Movimiento 26 de Julio (M-26-7) en julio de 1955, que sentaría las bases para continuar la lucha. Más adelante, Melba parte hacia México para colaborar con la expedición que preparaba Fidel y Haydée se dirigió a Santiago de Cuba para junto a Frank País y otros revolucionarios organizar el levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956 en apoyo al desembarco del Granma.
Luego formaron filas en la gesta guerrillera de la Sierra Maestra y recibieron nuevas misiones: Melba partió para el Tercer Frente Mario Muñoz como auditora general y Haydée fue enviada a Estados Unidos como delegada del M-26-7 para aglutinar las fuerzas en el exterior y obtener armas. Con el triunfo de enero de 1959, ambas combatientes siguieron con su andar de pasión guerrillera.
Para la mayor Lianne Castro, profesora de Ciencias Sociales en la Academia de las FAR General Máximo Gómez, orden Antonio Maceo y orden Carlos J. Finlay, ambas heroínas son un paradigma: «Melba y Haydée tenían que ser demasiado valientes para interactuar con la muerte y no amedrentarse. Tal actitud merece respeto y un homenaje perenne, más en la Cuba de hoy, cuando se le pide a las generaciones actuales que sean protagonistas de su tiempo; y ahí está una de esas fuentes que nos inspiran para cumplir con creces las tareas que a cada uno nos corresponde». Durante toda su existencia, a las dos muchachas del Moncada, cada una desde las labores que desempeñaron, las caracterizó la entrega, el arrojo y la fidelidad sin límites a nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Referencias:
1 José Martí: Dedicatoria a Celestina Rodríguez, Ocala, 21 de julio de 1892, t.20, p.522.
2 Fidel Castro, citado en La Generación del Centenario en el juicio del Moncada, de Marta Rojas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1979,
3 Pedro Miret, citado en La casa de Melba, de Alcides Iznaga, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, p.10.
4 Marta Rojas: Nacimiento y evolución heroica de un Movimiento, revista Bohemia Año 105, Número Extraordinario, julio de 2013, pp. 11 y 12.
5 Ibídem, pp.12, 13.y 15.
6 Ibídem, pp.12, 13.y 15.
7 Haydée habla del Moncada, El Orientador Revolucionario, No.21, 1967.
8 Marta Rojas: Nacimiento y evolución heroica de un Movimiento, revista Bohemia Año 105, Número Extraordinario, julio de 2013, p.17.
9 Discurso pronunciado por el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés el 29 de julio de 2014).
Comentarios
En este sitio no se admiten comentarios que violen, incumplan o inciten a romper legislaciones cubanas vigentes o atenten y dañen el prestigio de alguna personalidad o institución, así como tampoco aquellos que contengan frases obsenas, groseras o vulgares. Verde Olivo se reserva el derecho de no publicar los comentarios que incumplan con las normas antes expuestas.