Hay hombres que al hablar le brotan del alma expresiones como polvo de arcilla y agua cristalina de manantial, por la fuerza con que sale de sus extrañas cada vocablo e idea.

Uno de esos seres es nuestro José Martí. No alcanzarían un millón de cuartillas para expresar cuánto se puede decir de esta figura, cuánto olor a manigua, montaña y rama fresca del monte.Tendríamos que hacer hasta el infinito un inmenso libro dónde todos escribiésemos las fantásticas maravillas que admiramos de este poeta, orador, maestro.

Decir Martí es decir el hombre nuevo, el patriotismo, independentismo, latinoamericanismo, un niño lleno de amor por Cuba, la gota de sangre vertida en cada palma del monte; es esa estrella que brilla en el Turquino.

¿Pero cómo enseñamos y aprendemos a amar a Martí?, desde la cuna, desde la escuela, enseñando a las nuevas generaciones a caminar con los valores del Apóstol, a despertar en ellos el sentido de la responsabilidad, la dignidad y el decoro, a darle valor a lo que se tiene, no importa si es poco. Así enseñó Martí en el artículo Vindicación de Cuba a darle a la Patria y a los cubanos el respeto necesario.

Martí fue un hombre de todos los tiempos, así lo define Alejo Carpentier en el artículo Martí y el tiempo, resalta que sus ideas son un cofre de oro.