El rescate de Sanguily (I)
«Marchaba lento el escuadrón riflero:
ciento veinte soldados de la España
que llevaban, cual prueba de su saña,
a Sanguily, baldado y prisionero».
Rubén Martínez Villena
Algo así ocurriría al brigadier Julio Sanguily en la mañana del 8 de octubre de 1871, cuando fue sorprendido por una patrulla del ejército colonial español en los montes de Matehuelo, mientras, ligero de ropas y escoltado únicamente por dos ayudantes, aguardaba a que se secara su recién lavado vestuario de campaña y trajesen su desayuno.
El día anterior, su jefe, el Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, líder incuestionable de las fuerzas independentistas del Camagüey, había ordenado acampar en el potrero de Consuegra, al sur de la ciudad de Puerto Príncipe, a una tropa de alrededor de 70 hombres exhaustos, luego de un mes de largas y fatigosas jornadas de marchas y contramarchas por la región.
Según algunos, Sanguily abandonó el campamento mambí desoyendo las órdenes estrictas de su superior. Otros aseveran que, tras mucha insistencia, fue autorizado por Agramonte a visitar, en la cercana finca de Santo Domingo, el rancho-enfermería atendido por la villareña doña Cirila López Quintero, sanitaria y confidente de los insurrectos, a fin de dejar tres pacientes a su cuidado, despercudir su atuendo y sanar heridas.
El brigadier cubano se hallaba en un estado de invalidez parcial desde que, poco más de un año antes, el 4 de junio de 1870, en San Fernando de Pacheco, le destrozaran el pie izquierdo con un disparo de fusil, cuando, acompañado por solo 15 jinetes, atacó a una columna española de unos 250 hombres de infantería y caballería. A partir de ese momento, debió auxiliarse de una suerte de prótesis. Combatía atado a su caballo y precisaba ayuda para montar y desmontar.
Esa circunstancia le impidió, aún repuesto de la sorpresa y auxiliado por uno de sus ayudantes, escapar de aquella avanzada de soldados españoles pertenecientes a una guerrilla de 120 efectivos –algunas fuentes hablan de 300– dirigida por el comandante César Matos, fuerza subordinada a la columna bajo las órdenes del general Sabas Marín, que operaba en la zona como parte de un batallón del regimiento Pizarro.
La reputación del brigadier Sanguily lo convertía en un prisionero valiosísimo, de modo que el comandante Matos, jefe de sus captores, deseoso de preservar tal botín y cubrirse de gloria, ordenó a sus hombres partir de inmediato hacia Puerto Príncipe, a marcha forzada, y envió delante un mensajero al galope con la nota breve redactada de prisa, tal vez en lenguaje telegráfico: «En nuestro poder, general de brigada cubano Julio Sanguily, segundo de Agramonte. Supremacía española en campo de batalla».
Eso representaba el brigadier Sanguily en manos enemigas, un contundente golpe moral, psicológico, a los patriotas del Camagüey, y de toda Cuba.
Fuentes:
- Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba. Primera parte (1510-1898). Tomo 1: Biografías (pp. 31, 32, 239, 240, 266, 267). Casa Editorial Verde Olivo. La Habana. 2014. Reimpresión 2016.
- Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba. Primera parte (1510-1898). Tomo 2: Acciones combativas (p. 267). Casa Editorial Verde Olivo. La Habana. 2014. Reimpresión 2016.
- Historia de Cuba. Tomo 2: Las luchas por la independencia nacional y las transformaciones estructurales, 1868-1898. La guerra en Camagüey, 1870-1873 (pp. 87 a 91). Editora Política. La Habana. 1996.
- Ecured. Rescate del brigadier Sanguily.
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