El noviazgo (II)
No sé cuánto duró exactamente el noviazgo de mis abuelos. Perdí la oportunidad de preguntarles en vida. Igual que de otras cosas. Me habría costado vencer la parquedad del patriarca, sin embargo, la abuela era una fuente de excelencia.
Por suerte, se conservan 11 postales previas al matrimonio, intercambiadas entre ellos como testimonio de amor —la primera data del 2 de enero de 1938: abuela desea a abuelo «un feliz y próspero año, en compañía de tu querida familia»—, y tres tarjetas más, posteriores a febrero de 1945, mes de su casamiento.
Estas postales del noviazgo llevan fechas de San Valentín, cumpleaños de los novios, navidades y año nuevo. El veterano envió una, sin embargo; la apasionada dama mandó diez. En sus dedicatorias, la amada incluye versos y llama al amado «mi rubio» y «mi amor». Ella se presenta, a medida que avanza la relación, como «tu prometida», «tu novia», «tu cariño», «tu cariñito», «tu negrita» y «tu mamita». Si demoran algo más en casarse, quizás me habrían sonrojado las postales sucesivas.
Según lo contado por ella, calculo que, en esos años, debía estar colocada (1) en casa del propietario de una farmacia, guisando para la familia del dueño y para sus empleados. Además del salario —mínimo —, tenía derecho a desayuno y almuerzo.
Sin embargo, su cena diaria era un vaso de gofio (2) de trigo con azúcar y agua. El dinero que le quedaba luego de contribuir al sostén de la casa familiar (3) con la mayor parte del sueldo, no permitía otra cosa.
Cada noche, le decía a su prometido durante su visita: «Espérame un momentico que voy a comer». Iba a la cocina, y allí escondida, daba cuenta del gofio. Demoraba tan poco en regresar donde su enamorado, que este solía comentarle entre asombrado y burlón: «Oye, qué rápido tú comes», pero ella salía del apuro con alguna explicación convincente. Al menos, eso pensaba.
Hasta un día.
Aquella vez, abuelo, ya en confianza, fue tras ella a la cocina y la sorprendió atragantada en medio del banquete de gofio. Le dijo:
No te he propuesto matrimonio porque lo que gano como plomero no alcanza para ofrecerte la vida que mereces. Pero conmigo te iría mejor —señaló el vaso —. Si quieres, nos casamos mañana mismo. Nueve meses después —gracias al gofio—, nació mamá.
Notas del autor:
1-Contratada.
2-Harina gruesa de trigo, maiz o cebada, tostados.
3-La familia de abuela era grande: padre, madre y once hermanos, incluida ella.
Comentarios
En este sitio no se admiten comentarios que violen, incumplan o inciten a romper legislaciones cubanas vigentes o atenten y dañen el prestigio de alguna personalidad o institución, así como tampoco aquellos que contengan frases obsenas, groseras o vulgares. Verde Olivo se reserva el derecho de no publicar los comentarios que incumplan con las normas antes expuestas.