En la creación artística para grandes masas, las industrias culturales son las encargadas de producir en función de satisfacer las variadas demandas. Para facilitar este proceso, también pretenden unificar no solo el pensamiento sino el gusto del público de forma masiva.

Desde mediados de la década 60 del pasado siglo, Herbert I. Schillert —crítico de los medios, sociólogo, autor y académico estadounidense— hacía alusión al desarrollo de grandes empresas sobre la base de sofisticadas tecnologías de las comunicaciones, en especial a través de programas especiales militares.

Son diversas las instituciones del Ejército estadounidense que colaboran con grandes productoras, que le facilitan al Pentágono la influencia política-ideológica sobre la población en general y el potencial a captar en particular.

Su finalidad esencial es reafirmar su status a escala global, y a la vez, le permite conseguir sus objetivos clasistas de hegemonía. Necesitan que sus filas se completen, mantener activa y motivada a sus reservas, y a la vez, que la población en general respete y hasta llegue a adorar a los símbolos del poder militar.

El consorcio de la música cuenta con diversas filiales y empresas discográficas que se fusionan y responden a intereses de capitalización. La Sony Music Entertainment es un ejemplo de ello.

La RCA Records, además de dedicarse a la música, es también una empresa activa en el campo de la electrónica espacial y militar de las comunicaciones por satélite. Algunos de los artistas que forman parte de su catálogo se emplean para promocionar o participar en campañas a favor del Ejército. Los tópicos abordados son denunciados de una u otra forma por diversos estudiosos, entre ellos, Juan C. Calvi señala una de esas aristas:

«Las grandes compañías discográficas, dada la lógica y dinámica que presenta la industria de la música, se centran principalmente en el lanzamiento, promoción y distribución de un número de productos musicales a escala global sobre los que concentran sus mayores ingresos, lo cual tiende indefectiblemente hacia la homogeneización de los mercados musicales».¹

Entre los objetivos de propaganda y promoción del tema militar, existe un tratamiento especial en la proyección que favorezca la imagen del Ejército norteamericano. Son variadas las maneras en que se tratan los temas dirigidos a combinar imágenes atractivas, específicamente hacia públicos jóvenes, con el objetivo del reclutamiento a las Fuerzas Armadas.

La Industria Cultural Musical y el Complejo Militar Industrial, han demostrado ser parte de un mismo binomio. A partir de representar los ganancias del sistema capitalista, en el que EE. UU. establece su paradigma, a través de un sistema de influencias, con las cuales propaga sus intereses políticos, al resto de los países, y Cuba no escapa de la mira.

Sus estrategias van encaminadas a facilitar la construcción de consensos. Para ello, emplean instrumentos y recursos, que faciliten políticas comunicacionales, orientadas a conseguir el dominio y la aceptación de la opinión pública internacional, que les permitan crear condiciones favorecedoras para la intervención en cualquier país.

Además de ser instrumentos al servicio de las estrategias de Guerra No Convencional  combinan un proyecto económico de cuantiosas ganancias a escala global, el dominio del mercado y la propagación de una imagen política favorable del Ejército, el gobierno y el sistema sociopolítico estadounidense.

 Referencia:

 ¹ Calvi, Juan C: «La industria de la música, las nuevas tecnologías digitales e Internet. Algunas transformaciones y salto en la concentración». Zer, 21, 2006. Pp. 121-137.

*doctora en Ciencias Filosóficas, Profesora Titular del Instituto Técnico Militar “José Martí”.