Una memoria latente (Segunda Parte y final)

28 de Octubre de 2023

Portada del periódico Revolución, al centro Elsa Blaquier, metralleta en mano, durante un desfile en la Plaza. Foto: Cortesía de la autora

Elsa Blaquier, mayor (r) de las FAR, periodista para más detalle, reconoce en la actualidad que mintió en 1960, cuando se puso más años para que la aceptaran en las Milicias Nacionales Revolucionarias  de la fábrica de medias Once-Once, donde se había  incorporado en 1958 como aprendiz, junto a Amparo, la madre, que trabajaba en ese centro, cuando la dictadura cerró la Escuela de Comercio de Marianao donde estudiaba, por las protestas estudiantiles.

 

 «Comenzamos las prácticas militares en el Quinto Distrito, en 10 de Octubre. Mi mamá me llevaba, cansada las dos del trabajo diario, y pasaba junto a mí el entrenamiento, pues era prácticamente una niña.

 

»De ahí el segundo paso: en noviembre del 60 se hizo un llamado para formar el batallón femenino Lidia Doce.Queno me costó poco su autorización, pero como iba mi tía me lo permitió y cada vez que yo llegaba a algún lugar ahí estaba mi madre esperándome, se las arreglaba para obtener la información.

 

»La escuela estaba en la antigua Beneficencia, en el lugar que hoy ocupa el hospital Hermanos Ameijeiras. En ella recibían clases militares, dearme y desarme, y la larga  marcha de resistencia física, como todos los milicianos.

 

»No olvido que al llegar de la larga caminata, partimos de inmediato para lo que en adelante sería nuestra escuela, que estaba en las afueras de la capital, en Río Cristal, donde pasamos el curso entre clases y guardias, además de dar mucho pico y pala para aprender a abrir trincheras. Yo era el elemento 168 de la compañía 2 bajo las órdenes de la teniente de milicias Mercedes Crisóstomo».

 

La realidad desplaza la ficción

 

«Un buen día de diciembre de 1960, la primera que vez que el país todo se pone en pie de guerra, comenzamos a movernos de la escuela. Recuerdo que cuidamos diferentes instalaciones: el primer lugar que me tocó fue en las azoteas del hospital Nacional, que aún no se había inaugurado, junto a una unidad de bazookas del Ejército Rebelde.

 

 »De ahí pasé al hotel Nacional, donde me ubicaron en una de las  cúpulas más pequeñitas y altas del hotel por varias noches, con unfrío que pelaba y dificultades para hacernos llegar alimentos. Perocuando se enteró Celia Sánchez nos fue a ver y desde entonces todo mejoró.

 

»Allí pasamos el año nuevo. El día 5 de enero nos llevaron para la embajada de Estados Unidos, de donde se marchaban los diplomáticos por la ruptura de relaciones decretada por su Gobierno el 3 de enero. La misión nuestra era resguardar la edificación con un cerco de mujeres milicianas para evitar cualquier provocación.

 

»Todavía me parece estar viendo el mar embravecido de esa noche, aunque el día había sido tranquilo, con sol, los carros pasaban y se nos quedaban mirando, y nosotras, con la marcialidad que nos enseñaron, estábamos paradas en  un cordón de jóvenes, portando la metralleta checa.

 

»Nunca olvidaré que a media tarde pasó el Che en un carro muy despacio; yo era la última posta de acera frente al malecón, en el lugar donde se levantó el Monte de las Banderas. Todas fuimos saludándolo militarmente, con la mano junto a las boinas verdes recién ganadas en la caminata que culminó el entrenamiento.

 

»Quizás le resultó simpático verme tan chiquitica, como soy, haciendo el saludo militar, no lo sé,pero sonrió de la forma peculiar con que lo hacía, que a mí me pareció un poco irónica, tal vez pensando en el contraste que yo hacía con los altos y fuertes marines que aún estaban dentro de la embajada.

 

»Esa misma noche —pasadas las 12—, apareció inesperadamente Fidel. Llegó nos saludó y pidió hablar con Mireya Crespo, la miliciana jefa de la compañía. Estuvo largo rato conversando sobre nuestra preparación y cuanto acontecía. Se interesó por todo, si comíamos, cómo estaba organizada la guardia, nos habló del peligro de una invasión armada de E.E. U.U. Allí, en plena calle frente al Malecón, sin ningún despliegue de guardaespaldas, sin miedo.

 

 »Cuando Girón nos volvieron a movilizar, desfilamos tras los carros fúnebres durante el entierro del ataque del 15 de abril. Fui testigo de la declaración del carácter socialista de la Revolución. Y mi metralleta fue una de las que se alzó en apoyo del cambio. Hoy me siento orgullosa cuando mis nietos me dicen: ¿Abuela y tú viste todo eso?».

 

Elsa luego pasó más de 32 años de servicio en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, 25 de ellos como periodista de la revista Verde Olivo. Participó en la cobertura del vuelo espacial conjunto soviético cubano; de 1988 a 1989 cumplió misión en la República Popular de Angola como corresponsal de guerra. Por sus méritos recibió la Réplica del Machete Máximo Gómez. Hoy disfruta de su jubilación.

 

Fueron tantos sucesos los que ocurrieron en la que los jóvenes y adolescentes de 1959 participamos yque siempre afloran a la memoria esos recuerdos. Elsa Blaquier se reconforta al pensar: «Esos momentos ya no me los puede quitar nadie».

  • Elsa luego pasó más de 32 años de servicio en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, 25 de ellos como periodista de la revista Verde Olivo. Foto: Cortesía de la autora

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