El Almeida que recuerdo
Muy activa en la lucha clandestina, la maestra santiaguera María Antonia Figueroa Araújo1 conoció de inmediato la presencia del comandante Juan Almeida Bosque con su tropa en las cercanías de Santiago de Cuba, al fundar el Tercer Frente Mario Muñoz Monroy el día 6 de marzo de 1858 en San Lorenzo. Ya el día 10, acompañada por su hermano Max, se trasladó a aquella región a brindarle el apoyo necesario.
En uno de sus libros, Almeida refirió: «María Antonia Figueroa, junto a Frank País y otros compañeros, organizó el Movimiento 26 de julio en la provincia de Oriente, ella fue nombrada tesorera. Estuvo en México. Participó en el levantamiento del 30 de noviembre con las milicias femeninas. Fue la primera persona que cuando llegamos a esta zona vino de Santiago de Cuba a hablar con nosotros, y se ofreció para cooperar o quedarse, como más útil nos fuera. Por ella conocí cómo estaba la situación política en Santiago y el ánimo del pueblo, del que esperaba mucho apoyo, teniendo en cuenta sus tradiciones de lucha, de patriotismo y heroicidad. Decidí que ella volviera y nos ayudara desde la ciudad con todo lo que pudiera, entre otras cosas con tela verde olivo para la ropa de la gente»2.
Visité a la insigne combatiente en su modesta casa del Vedado y después de una amable acogida, expresó: «Puedes preguntarme lo que tú quieras». Observó una pintura con la imagen del comandante en la pared. La emoción brilló en sus ojos y en sus palabras: «Lo primero es cómo conocí a Fidel». Ella misma enrumbó el diálogo al narrarme cómo, junto a Nidia Ferrer, se introdujeron de madrugada en una sala de enfermeras del Hospital Saturnino Lora al conocer que allí se celebraría, con la presencia de Fidel, una de las audiencias sobre los sucesos del Moncada. El objetivo era mostrarle el apoyo, de manera simbólica, a nombre de los santiagueros. Lo lograron.
En una parte de aquella larga entrevista me expresó: «En Santiago siempre estábamos activados prestándole el apoyo necesario al Ejército Rebelde. El Comandante Almeida nos solicitó algunos suministros específicos. Me llevé la impresión de que en el Frente recién creado existía una magnífica disciplina, buen estado anímico, mucha decisión y espíritu de organización. Ese es el Almeida que recuerdo, un fiel combatiente hasta su último aliento. Al llegar la noche escuchamos Radio Rebelde. A los pocos días me aparecí con 300 metros de tela verde olivo que conseguí con el apoyo de Melba Hernández y su mamá. Además de dos fusiles, varias latas de leche, linternas, fósforos, cigarros, medicamentos... También les llevé a un médico y una enfermera para que se incorporaran a la guerrilla. «Al realizar la entrega Almeida se echó a reír y me contó que cuando yo partí desde su Comandancia con la promesa de resolver cuanto me había solicitado, él tenía sus dudas de si lo lograba, pero se había equivocado.
»Yo trabajaba como directora en la escuela Spencer, que era uno de los centros escolares más importantes de Santiago. Las clases se terminaban los viernes al mediodía. Iba para mi casa, me cambiaba de ropa y partía para el Tercer Frente, donde permanecía hasta el domingo y el lunes amanecía en mi escuela. Durante la semana coordinaba toda la ayuda que se pudiera acopiar porque habíamos creado grupos de apoyo económico. Seguimos suministrando una cantidad considerable de avituallamientos, así como enlaces para el suministro de gasolina y piezas de repuesto destinado al transporte con que contaba el frente. En una etapa cuando se cerraron de manera temporal las escuelas, estaba permanente en las lomas.
»Apoyaba a los médicos en la cura de los heridos que venían de los combates. Estuve presente en momentos de bombardeos y ametrallamiento. Visitaba las áreas campesinas y les explicaba los motivos de nuestra lucha, para que apoyaran o se incorporaran al Ejército Rebelde. Eran muchos los riesgos; me desplazaba no solo por carreteras y caminos, también a través del mar en alguna goleta que me dejara en la costa cerca de la zona de operaciones del Tercer Frente.
»Se llegó a fundar de una red de escuelas y varios hospitales de campaña donde también eran atendidos los pobladores. Encaminé hasta la Sierra a muchos combatientes que se incorporaban a la guerrilla. En la segunda quincena de septiembre de 1958, guié a Melba Hernández, quien comenzó a desarrollar la labor de auditora».
Ya cercano al Triunfo, la maestra santiaguera permaneció en la capital oriental, porque todas las fuerzas del M-26-7 en la ciudad se preparaban en espera de la batalla de Santiago de Cuba y fue de las primeras en darle la bienvenida a Fidel.
Referencias:
1. Entrevista del autor a María Antonia Figueroa el 25 de enero de 2017. La destacada combatiente falleció el 30 de marzo de 2017.
2. Juan Almeida Bosque: La Sierra Maestra y más allá. Casa Editorial Verde Olivo, Ciudad de La Habana, 2002, p. 217.
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