La huída del asno con garras
Con la promesa de que “ninguna huelga duraría más de 24 horas” tomó posesión del cargo presidencial Gerardo Machado, el 20 de mayo de 1925.
Durante su mandato se construyeron la carretera Central, el Capitolio de La Habana y escasas obras públicas, todo ello combinado con una feroz represión contra adversarios políticos y movimientos opositores.
Machado no solo endeudó al país con cuantiosos empréstitos, sino que dio rienda suelta al latifundio y la penetración de capital estadounidense. La restricción de la producción azucarera, la disolución de los sindicatos progresistas y la clausura de la Universidad de La Habana, figuraron entre sus decisiones más absurdas.
El asno con garras, como lo llamara Rubén Martínez Villena, sentía gran desprecio por los líderes sindicales y la ideología comunista. El modus operandi de su gobierno se basó en la tortura, el atropello y el crimen. Tan desenfrenada era la persecución, que se hizo necesario apresurar la construcción del Presidio Modelo, porque ya no había lugar en las cárceles de la capital. Los asesinatos orquestados por motivos políticos, entre ellos el de Julio Antonio Mella, fueron la gota que derramó el vaso.
El inminente final del machadato comenzó el 23 de julio de 1933 con la huelga de los trabajadores de los ómnibus de La Habana, convocada por la Central Nacional de Obreros de Cuba, a causa del despido de 300 operarios. Otros sectores se sumaron al paro, y con la paralización del transporte de la ciudad se desencadenó la revuelta.
Después de seguidos disturbios, parte del ejército se sublevó contra el tirano. Los militares rebeldes tomaron el Regimiento de Artillería ubicado en La Cabaña. Una vez refugiado en el Cuartel Militar Columbia, recibió un ultimátum. Acorralado, huyó con el rabo entre las piernas hacia Bahamas en fuga precipitada.
La caída de Machado marcó el inicio de la revolución del 33, la misma que, aunque fallida, cambió el curso de la historia cubana en el siglo XX.
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