El yate Granma en la memoria de El Cuate
Antonio del Conde fue el hombre que confió en Fidel Castro desde el minuto en que lo conoció en su armería de la calle Revillagigedo, número 47, en Ciudad México.
El joven que vestía traje y corbata le hizo una pregunta al mexicano. Más de cuatro décadas después de aquel primer encuentro, El Cuate narró a esta reportera: «Entonces le dije, repita usted su pregunta, y me la repitió exactamente igual, me dijo: “¿tiene usted acciones de mecanismos belgas?” Yo quedé sorprendido y le contesté, mire usted, señor, yo no sé quién es usted, ni me interesa, pero si usted quiere yo lo ayudo».
A ese encuentro —más que fructífero— se refirió Fidel en palabras que recoge el libro «Guerrillero del tiempo», de la periodista e investigadora cubana Katiuska Blanco: «El Cuate nos fue muy útil, nos ayudó mucho. Él nos facilitó la adquisición de las mirillas telescópicas, 50 mirillas belgas compramos una vez. La mayor parte de los fusiles se los compramos a él o a través de él (…) y los compramos con la colaboración de aquel armero mexicano a quien ganamos para la causa y que se portó con mucha lealtad y seriedad. También participó en la compra del barco y la casa en Santiago de la Peña, en Tuxpan (…)».
El Cuate tenía un yate y lo estaba arreglando para utilizarlo en pesquerías. Cuando el joven Fidel Castro vio la embarcación, por primera vez, tuvo la convicción de que ese navío surcaría la historia.
Antonio del Conde, en una entrevista realizada en su apartamento del DF, en México, en el año 2000, narró a un equipo de prensa de Cuba: «Fidel me preguntó,¿y ese barco? Le dije que era un barco viejo, que lo estaba arreglando,poco a poco, porque me interesa. Ese barco no sirve, no sirve para nada, los motores no sirven, apenas estoy empezando a arreglarlo, apenas le estoy cambiando la quilla».
El Cuate siempre recordaba que Fidel nada más repitió: «Si usted me arregla ese barco, en ese barco me voy a Cuba». Antonio del Conde se quedó callado. Ese día comprendióque era una orden y a Fidel las órdenes se cumplen, no se discuten, porque «cuando Fidel da una orden, pues ya lo pensó 20 veces».
A través del cristal de los espejuelos, que deja al descubierto sus ojos azules, El Cuate mira profundo y asegura que Fidel Castro convence hasta las piedras, «yo soy un poco piedra, pero me convenció fácilmente».
Los expedicionarios desembarcaron en el oriente cubano el 2 de diciembre de 1956 y comienzan la lucha definitiva. En México, un verdadero amigo continúa infatigablemente su trabajo.
«Yo tuve la suerte de poder colaborar con él, esa fue una suerte, y no me pregunte por qué, porque no le puedo decir por qué le ofrecí mi ayuda. Yo sí me di cuenta de que realmente Fidel tenía una misión grande e importante, yo estaba consciente de que Fidel realmente haría algo que yo no podía hacer por México, que a México le hacía falta, pero que Fidel lo iba a hacer por su país.Yo le pedí permiso,que me permitiera ayudarlo, para poder hacer por Cuba, lo que yo no podía hacer por México», relató Antonio del Conde.
El Cuate avizoró la grandeza del joven y se convirtió en uno de los colaboradores más cercanos de Fidel Castro en la tierra mexicana, preparando la expedición que partió de Tuxpan y desembarcó en Las Coloradas.
Durante toda su vida llevó en la memoria a su amigo Fidel y al yate Granma.No fue expedicionario, pero permaneció en México enviando armas a la Sierra Maestra, las que compraba en operaciones riesgosas en Estados Unidos.
Antonio del Conde falleció a los 97 años de edad, el 28 de marzo de 2023, en el municipio de Tecate, en el estado de Baja California, México.

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