Operaciones de información, decisivas en el combate moderno (II)
El ciberespacio como escenario de confrontación.
Lo cierto es que cada parte involucrada en un conflicto intenta difundir su versión en cuanto a sus razones, a la par que busca ganar el apoyo a su causa. Esto incluso cuando sea algo tan ilegítimo como la ocupación israelí de Gaza y del territorio palestino en general, en violación de varias resoluciones de la ONU. La propaganda de EE.UU e Israel han convertido la causa palestina y a las organizaciones que la defienden en organizaciones terroristas.
Por su parte, la milicia palestina Hamas emplea las redes sociales para denunciar los crímenes israelíes, que muchos medios de Occidente ocultan; enviar de apoyo a la resistencia y hacer visibles sus ataques contra las tropas ocupantes. También pretenden llamar la atención internacional, a pesar de hallarse en desventaja con respecto a Israel desde cualquier punto de vista.
Para no abandonar Medio Oriente, Tel Aviv y Washington han desplegado por décadas una intensa campaña mediática contra Irán, por sus presuntas intenciones de desarrollar armas nucleares. Esas operaciones han incluido no solo la manipulación mediática y la guerra sicológica, sino ciberataques como el que alrededor de 2010 pudieron de baja el programa nuclear iraní, del cual seguimos pensando que tiene fines pacíficos, pues nadie ha mostrado evidencias concretas de otra cosa, a pesar de la retórica occidental.
Sin embargo, el «convencimiento» de Washington y de Tel Aviv los llevó a realizar una agresión militar contra Teherán en junio pasado, que concluyó con el golpe limitado estadounidense a las principales instalaciones nucleares iraníes, para retrasar en años su programa atómico.
Para asestar ese golpe, como parte de la llamada operación «Midnight Hammer», EE.UU utilizó el engaño militar que forma parte de las operaciones de información, logrando con éxito ocultar la dirección por dónde se ejecutaría el ataque, los medios militares participantes y el momento en que se ejecutaría.
Así, en torno al 20-21 de junio pasado, mientras las redes sociales y medios de prensa informaban casi a tiempo real el traslado de hasta ocho bombarderos B-2 hacia el Índico, a través del océano Pacífico, EE.UU trasladaba de manera paralela, por el Atlántico y en casi total silencio de radio otros siete B-2 que ejecutaron la referida operación.
El ataque fue eficaz y logró engañar, no solo a las fuerzas armadas iraníes, sino al mundo. Lo mismo hizo Trump cuando horas antes de que comenzara la agresión sionista contra Teherán señalaba que no habían tomado una decisión sobre utilizar la fuerza militar con la nación persa y que ello pudiera demorar hasta dos semanas.
En nuestro hemisferio, con la ayuda de los medios de prensa afines a la derecha latinoamericana y de su propia maquinaria (des)informativa, EE.UU ha echado a andar contra Venezuela otra operación de información, tan peligrosa como las orquestadas contra Iraq e Irán.
Desde finales de julio, el sistema judicial y el gobierno yanqui desataron la industria propagandística contra la nación bolivariana. La maquinaria militar ha apoyado ese esfuerzo con acciones de guerra sicológica contra el pueblo y los uniformados venezolanos, mediante peligrosas maniobras de buques y aviones de combate cerca de Venezuela. De ese esquema forman parte los vuelos de bombarderos estratégicos cerca de sus costas, que reciben la máxima atención mediática y son difundidos por todas las vías posibles, acompañados por insinuaciones y amenazas.
Para ello cuentan con el soporte de los llamados influencers, los mismos que, según un estudio de la UNESCO, de 2024, en más de 60 por ciento de las ocasiones no verifican las informaciones que comparten1.
Esto significa que uno de cada tres «creadores de contenido» en redes sociales «no realiza una verificación rigurosa y sistemática de la información que comparte», con el peligro que ello supone. Si a ello sumamos que las operaciones de información tienen como objetivo la desinformación del adversario, podemos tener una idea de lo que consumimos a diario, de no ser capaces de discernir o verificar el mensaje de esos influencers.
A ese peligro nos enfrentamos los que tenemos la obligación hoy, desde cualquier trinchera, de defender la soberanía de nuestros países. El conflicto entre agresores y agredidos dejó de escenificarse solo por vías militares convencionales o irregulares. El plano informativo es empleado de manera creciente y debemos estar preparados, no solo para defendernos, sino para contraatacar.
Referencia
1www.unesco.org/ 2 de diciembre de 2024, “2 de cada 3 influencers no comprueban sus fuentes, pero quieren aprender a hacerlo.

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