Martí nos sigue convocando
Si Martí fue un conocedor como ninguno del alma de la nación cubana pese a su largo destierro, fue porque hizo de la unidad de los cubanos una causa de vida. Fidel, un siglo después de su nacimiento, interpretó adecuadamente el llamado de Martí a construir el país que los cubanos merecían, y mucho tiempo dedicó también a la unidad.
Cuentan quienes le conocieron, que Martí dedicaba casi todo su tiempo a reunirse con los compatriotas en territorio estadounidense. En una etapa inicial lo hacía con el objetivo de entender un poco más a su país y conocer una historia que no vivió. En una etapa más próxima a la Guerra del 95 lo hacía con el fin de recabar el apoyo necesario para la futura Revolución.
El 17 de febrero de 1892 dio un impactante discurso en el Hardman Hall, de Nueva York, con el objetivo de abordar los resultados de sus inolvidables encuentros con los cubanos asentados en Florida. Por su contenido sublime fue conocido como Oración de Tampa y Cayo Hueso.
Mucha debió ser la emoción de los participantes en el evento cuando escucharon al Apóstol hablar con tanta vehemencia. Yo mismo me emociono al leerlo y pienso en la verdad de aquel hombre vestido de negro por el luto que le provocaba su Patria.
Esa vez, como tantas otras, dijo lo que debía decirse, y como solo él podía hacerlo:
«Lo que tengo que decir, antes de que se me apague la voz y mi corazón cese de latir en este mundo, es que mi patria posee todas las virtudes necesarias para la conquista y el mantenimiento de la libertad».
Martí había regresado cargado de una seguridad que era más cierta que una esperanza remota. Creyó en los hombres y mujeres que vio, porque al igual que él, deseaban la pronta independencia para Cuba. Por eso quiso transmitírselo a sus compatriotas de Nueva York, para que comprendieran que se acercaba el momento:
«¡Yo no vi casa ni tribuna, en el Cayo ni en Tampa, sin el retrato de José de la Luz y Caballero…! Otros amen la ira y la tiranía. El cubano es capaz del amor, que hace perdurable la libertad».
Magistralmente, e imbuido en el espíritu de desterrar cualquier vestigio de desunión, Martí tuvo el tino de establecer un hilo conductor entre los cubanos que se encontraban en Tampa, Cayo Hueso, Nueva York y al interior de Cuba:
«¡Estas citas que nos estamos dando a un tiempo, este abrazo de los hombres que ayer no se conocían, esta miel de ternura y arrebato místico en que se están como derritiendo los corazones, y este arranque brioso de las virtudes más difíciles, que hacen apetecible y envidiable el nombre de cubano, dicen que hemos juntado a tiempo nuestras fuerzas, que en Tampa aletea el águila, y en Cayo Hueso brilla el sol, y en New York da luz la nieve, que la historia no nos ha de declarar culpables!».
Bibliografía:
- Guevara, O. (2022). La historia no nos ha de declarar culpables. Sierra Maestra. Obtenido de https://sierramaestra.cu/index.php/santiago/historia/item/432-la-historia-no-nos-ha-de-declarar-culpables
- Pérez-Galdós, V. (2022). José Martí y el discurso identificado como «Oración de Tampa y Cayo Hueso».Habana Radio. http://www.habanaradio.cu/articulos/jose-marti-y-el-discurso-identificado-como-oracion-de-tampa-y-cayo-hueso/
- Rodríguez, P. (2022). La oración de Tampa y Cayo Hueso (III).Habana Radio. Obtenido de http://www.habanaradio.cu/articulos/la-oracion-de-tampa-y-cayo-hueso-iii/
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