Máximo Gómez siempre cumplió su palabra empeñada

17 de Junio de 2025

Máximo Gómez Báez fue uno de los jefes más importantes de las contiendas contra el colonialismo español. Foto: Cubadebate.

 

  

Máximo Gómez Báez fue como un árbol antiguo que todos admiraron por su capacidad para defender una tierra en la que no había nacido, quizás inspirado en el pensamiento martiano de que «Patria es humanidad».

 

Pese a haber sido un jefe exitosoparticipante en más de 235 combates,y en más de una ocasión haber dejado en ridículo a las poderosas fuerzas españolas, sobrevivió a todas las guerras con solo dos heridas en su larguirucho cuerpo.

 

Cuba lo premió por su sacrificio y entrega, y en cualquier lugar que se presentó, el pueblo siempre lo rodeaba con el decidido propósito de tocar sus manos. Paradójicamente, tanta efusividad le provocó la muerte.

 

Durante un recorrido por Santiago de Cuba en 1905, se hizo una pequeña incisión en una de sus manos. Transcurridos algunos días, comenzó a sentir dolor en el lugar y lo que parecía un asunto sin importancia para el curtido mambí, derivó en un proceso infeccioso que obligó su regreso inmediato a la capital. Un dato curioso, el motivo de su viaje fue hacer campaña en favor del general Emilio Núñez para impedir a toda costa la reelección de Tomás Estrada Palma.

 

A su llegada a La Habana fue trasladado hacia una residencia alquilada por el gobierno, ubicada en Quinta y D, en el Vedado, el mismo sitio en el que cientos de personas en la actualidad hacen sus colas para abordar una gacela, tal vez sin reparar en la tarja por el sol.

 

Su estado de salud empeoró por días; era inminente su muerte. El 17 de junio de 1905 se presentó en el lugar el mismísimo Estrada Palma, pero ya en ese momento el Generalísimo agonizaba. Apenas 15 minutos después el médico comunicó el deceso del dominicano que también era cubano.

 

El cadáver fue embalsamado y de inmediato el Senado se reunió y declaró Luto Nacional entre el 18 y 20 de junio, aunque en los institutos armados duraría nueve días. El velatorio fue organizado en el Salón Rojo del Palacio Presidencial (antiguo de los Capitanes Generales) y recibió los honores propios de un Presiente de la República.

 

Por el lugar, aunque desfiló una importante representación de la sociedad cubana de la época, una de las hijas de Gómez hizo un justo reclamo al preguntar: «¿Dónde está ese pueblo que liberó mi padre?» Gracias a esto, se le permitió a cientos de personas desfilar frente a su féretro para rendirle el merecido tributo.

 

Los testigos de ese hecho coincidieron en dos cosas, en que La Habana se paralizó, y que el sepelio hacia la necrópolis de Colón el 20 de junio fue el más grande visto hasta ese momento. En varios lugares hubo alteraciones del orden porque quería el pueblo llevarlo en brazos, pero se calmaron en el cementerio cuando los cornetas del Generalísimo, José Cruz y Juan Barrena, tocaron silencio.

 

Cuatro generales mambises sacaron el ataúd del carruaje y lo depositaron en la fosa.

 

Quedó así sembrado el mismo hombre que en 1884, al ser invitado a reincorporarse a la nueva gesta, dijo estar siempre «dispuesto siempre a cumplir mi palabra empeñada». Así lo hizo hasta el último minuto de su vida.

 

 

Referencias:

  • Máximo Gómez Báez durante una estancia en Honduras. Foto: Cubadebate

  • Máximo Gómez Báez y José Martí participaron de conjunto en la organización de la Guerra del 95. Foto: Cubadebate

  • Máximo Gómez Báez fue uno de los jefes más importantes de las contiendas contra el colonialismo español. Foto: Agencia Cubana de Noticias.

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