El rescate del Príncipe
Unos días antes de finalizar el azaroso año 1956 el Directorio Revolucionario (DR) apuraba los preparativos para cumplir su compromiso de la Carta de México. Este compromiso simbolizado en la consigna “Golpear Arriba” consistía en ajusticiar al tirano en su propia madriguera del Palacio Presidencial y llamar a la Huelga General, para lo cual ya contaban con un importante arsenal de armas.
En medio de aquella vorágine, a Faure Chomón, jefe de acción del DR, le llegó la propuesta de parte de Abelardo Rodríguez Medero, preso en el Príncipe junto a Daniel Martín Labrandero y Osvaldo Díaz Fuentes, de organizar la fuga de dicha prisión. Acción que una vez analizada con José Antonio Echeverría, es aprobada.
Uno de los presos era un experimentado combatiente que había terminado la guerra civil española como comandante, fue jefe de la novena brigada internacionalista y jefe del Batallón Guiteras en la expedición de Cayo Confites: Daniel Martín Labrandero, un hombre de suma importancia para los planes futuros del DR.
Esta acción constaría de dos operaciones como en el ataque al Palacio. Una, ejecutada por los propios presos para tomar la entrada principal por donde escaparían de la prisión. Y la otra sería una operación de apoyo desde la calle, con el objetivo de atacar y neutralizar la guarnición del Príncipe para que los presos pudieran escapar.
Dos elementos fueron decisivos en las acciones del Príncipe y de Palacio: la audacia y la sorpresa. En ambos casos el resultado fue positivo, con la diferencia de que el comando de apoyo no actuó en el Palacio, y el número de hombres era diferente.
A través de abogados que cooperaban con el DR, Abelardo recibió armas y granadas, y además preparó el plan para la fuga. Él había diseñado una hábil estratagema para lograr que los custodios abrieran las rejas.
El 30 de diciembre del referido año a las 20:20 horas mientras se efectuaba la sesión de cine, los presos –valiéndose de un ardid– se apoderan del interior del penal y ponen fuera de combate con certeros disparos a dos centinelas apostados en sus respectivas garitas, lo cual serviría de aviso para los que actuaban en la calle.
A esa hora un automóvil conducido por José Briñas y otro compañero estaba estacionado en la calle Zapata, listo para recoger en la falda de la loma del Príncipe a los compañeros que escaparían. Estaban armados con una ametralladora Thompson y dos pistolas. También llevaban varias mudas de ropa para que sus compañeros se cambiaran.
Otro auto con Julio García Oliveras, Pepe Wangüerme, Julito, el chofer y Faure Chomón, jefe del comando; estaba situado en el jardín Fraga en la calle G, frente a la loma. Armados con un M-2, un M-1, una pistola ametralladora Máuser y una pistola, tenían la misión de abrir fuego sobre la guarnición para apoyar la fuga de los compañeros. Una vez recibida la señal y de acuerdo al plan, ejecutaron la acción por varios minutos y se alejaron de lugar a toda velocidad. Al doblar a la izquierda en G y 25 se les interpuso un chirle negro, sin dudas se trataba de un jerarca del régimen. Inmediatamente decidieron atacarlo. Podían ver en la parte trasera la gorra blanca que con seguridad correspondía a un alto oficial de la Marina de Guerra. Según el chofer, mientras se aproximaban al auto para abrirle fuego, vieron que un niño pequeño se ponía de pie en el asiento contiguo al oficial. Esto le salvo la vida, hecho que seguramente jamás supo. Después del imprevisto continuaron la marcha hasta la casa de seguridad.
Esa misma noche se conocieron los resultados de la acción. Durante la fuga de los tres compañeros, Daniel se cayó y se fracturó una pierna y la columna vertebral debido a lo abrupto del terreno en la falda de la loma. Osvaldo trató de rescatarlo, pero el intento resultó infructuoso y debido a la insistencia de Daniel para que se salvara, con gran dolor tuvo que retirarse. Capturado por los esbirros, Daniel fue asesinado brutalmente esa misma noche. Abelardo y Osvaldo lograron fugarse.
La pérdida del heroico comandante Daniel Martín Labrandero fue un golpe muy sensible para el DR y los planes de la futura acción de Palacio. Quizás de haber estado vivo los resultados hubieran sido otros.
Hoy existe un modesto monumento en su memoria en el lugar donde cayó.
La gesta del Palacio comenzaba.
Referencias:
- Faure Chomón Mediavilla: El ataque al Palacio Presidencial.
Julio García Olivera: Contra Batista, Editorial Ciencia Sociales, La Habana, 2006.
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