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Este libro evoca el amor entre Ignacio Agramonte y Amalia Simoni. Cada día resulta más necesario el conocimiento de las historias y los valores que nutren la cubanía y el patriotismo, más si se trata del legado de dos de sus hijos más notables: Ignacio y Amalia. Esta historia no está edulcorada, ni exagerada, tampoco es una leyenda; así, cubierta de carne, plena de humanismo, llegará a las manos de los cubanos de hoy. Sin duda, sentirán orgullo por ser sucesores de la emblemática pareja y perpetuarán su memoria a través de todos los tiempos.

Desde noviembre de 1967 formé parte del equipo de investigaciones históricas de la Comisión de Orientación Revolucionaria (COR), del Partido Comunista de Cuba (PCC) en Caibarién, actual provincia de Villa Clara.

La encomienda consistió en una pesquisa que recogiera, sino todos, la mayoría de los sucesos de la última etapa de la Guerra de Liberación Nacional en el Frente Norte de Las Villas, desde las actividades realizadas por los primeros grupos de alzados, la llegada de la columna invasora Antonio Maceo a las entonces tierras villareñas hasta la toma de la fortaleza militar de Yaguajay.

Este trabajo resultó provechoso, pues gracias a él conocí a combatientes de la lucha guerrillera, diversas operaciones militares y los rasgos más acentuados de la personalidad del comandante Camilo Cienfuegos Gorriarán.

Durante cada encuentro salieron a relucir innumerables hechos que caracterizaron al hombre simpático, cariñoso, burlón, valiente, audaz, de amplia sonrisa y sombrero alón que siempre lo 14 acompañó. Un símbolo, un ideal, una personalidad con valores suficientes para ser imitado.

Tres años más tarde terminé parte de la búsqueda.

Ya había recopilado un rico anecdotario sobre Camilo en el Frente Norte, título que decidí para este libro. Su elaboración me llevó a volver repetidas veces al escenario donde el jefe rebelde desarrolló sus acciones y a establecer contacto con muchos compañeros y compañeras con el propósito de precisar fecha y lugar del suceso, ya que mi intención era presentar las anécdotas en orden cronológico, tal como aparecen en estas páginas.

Igualmente, desde un principio concebí designar a cada una de ellas con una frase dicha por Camilo, así como legitimar el nombre del entrevistado.

Lograr que el lector se identificara con cada historia y ofrecer de manera más pormenorizada los acontecimientos que materializaron la victoria de las armas rebeldes en esa zona, a finales de 1958, constituyó otro de mis objetivos. Algunas fueron tomadas de diferentes publicaciones y llevadas a la estructura de este texto.

Aproximadamente cien fotografías, documentos y testimonios forman esta obra. Más que una recopilación, es una antología donde se resalta la figura del Héroe de Yaguajay en toda su extensión, al caracterizar su ideología, su lucha y su cubanía.

 

René Batista Moreno

 

 

 

 

A todos los que sienten con alma de nación, y aman a Cuba y a sus muchos héroes y heroínas, entre quienes Antonio Maceo Grajales ocupa un lugar relevante en nuestra historia y en nuestros corazones.

Al compañero, al amigo, al amante de la cultura y el deporte, al impulsor de la ciencia, al líder excepcional, lo encontraremos en los 14 testimonios que aquí se ofrecen. Historias de cubanos a los que Fidel les cambió la vida, historias de las que hay millones en el mundo y que es nuestro objetivo recopilar para, a través de ellas, contar la historia de un pueblo, mientras estemos conversando sobre Fidel Castro.

Noventa escalones para ascender a la cima de una vida dedicada a los demás, a Cuba, a su América, a la humanidad.

Era solo un niño y se manifestó en defensa de su dignidad.

Era solo un joven y se pronunció contra la corrupción que imperaba entonces en la Universidad habanera y en toda la sociedad cubana.

Era solo un joven cuando hizo repicar de nuevo la campana de la Demajagua para que los estudiantes y la juventud, del país y del planeta, reclamaran los derechos de quienes se saben con razones e ideales suficientes.

Era solo un joven cuando hizo desbordarse en nuestras calles un mar de cubanas y cubanos en la Marcha de las Antorchas.

Era solo un joven, cuando a la cabeza de un centenar de combatientes se propuso alcanzar el cielo por asalto y librar su tierra de la tiranía.

Era ya un líder cuando comprendió la necesidad de reclamar los derechos de cada cubano con las armas en la mano.

Era ya un líder cuando al frente de los barbudos protagonizó la Caravana de la Libertad.

Era ya un líder cuando se convirtió desde ayer y para siempre en conductor de nuestro pueblo y figura de talla mundial.

Por eso, es él en cada niño, joven, hombre o mujer que le imita, que le sigue, que le ama, que expresa “Yo soy Fidel”… Porque son grandes, desde que nacen, aquellos que con sus nombres escriben millones de historias en solo tres palabras: justicia, dignidad, libertad.

Rafaela Valerino Romero

«¿Quién es el último?», pregunté en la cola del Banco Popular de Ahorro un día a finales de 2012. «Es el piloto, viene ahora para acá». «¿Qué piloto?» «El Chino, el de Cangamba». «Bueno, yo quiero conocer a ese compañero», le agregué a mi atento interlocutor. Al poco rato llegó un hombre blanco, achinado, de más de un metro y setenta centímetros de estatura y canas asomadas por debajo de la gorra. Se presentó como Julio Chiong Almaguer, alias El Chino. Me identifiqué y nos dimos un abrazo como viejos amigos. A partir de ahí comenzaron nuestros intercambios que, en el propio banco, en la panadería, en los parques del reparto o en la calle, fueron cotidianos. Inicialmente compartimos anécdotas de piloto a piloto. Pero, con el decurso del tiempo las vivencias del Chino trascendieron a las personales; entonces, más que escucharlas, comencé a profundizar en ellas. Le eché mano a papel y lápiz, elaboré minuciosos cuestionarios y lo entrevisté hasta el cansancio.

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