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Con el presente libro, Asela de los Santos, activa luchadora clandestina contra la tiranía en Santiago de Cuba y una de las protagonistas de la obra educacional de la Revolución antes y después del triunfo del Primero de Enero de 1959, nos pone en contacto con una experiencia poco conocida de nuestra última guerra de liberación: el inicio de la batalla por la educación.

 

Con ello contribuye a una visión más integral y abar-cadora de la gesta del Ejército Rebelde.

La acción rebelde rebasó el marco de la lucha armada, y simultáneamente con el combate contra las tropas de la tiranía, tan pronto fue posible, comenzó a librar la batalla contra algunas de las secuelas de la opresión neocolonial: la ausencia de maestros y médicos, el predominio del analfabetismo y las enfermedades.

 

Al principio no resultó fácil convencer a muchos compañeros, ansiosos por combatir, de la necesidad de la tarea docente.

 

Sin embargo, el contacto con el niño y el adulto serranos, su sed de aprender, la gratitud que expresaban hacia este nuevo soldado de la libertad armado de lápiz, papel y conocimientos, estimularon a los combatientes contra las tinieblas de la ignorancia, que al término de cada jornada lectiva experimentaban la satisfacción de una victoria frente al enemigo.

El maestro y el médico rebeldes fueron considerados cada vez más como combatientes de primera línea; algunos cientos de compañeras y compañeros llevaron a cabo esta labor en apenas unos meses, cuando el avance victorioso del Ejército Rebelde proporcionó las mínimas condiciones para ello.

En aquellos días de la guerra Fidel afirmó que “con un lápiz y con un libro se puede hacer mucho también en esta hora”. Así resumió una convicción que la práctica se encargó de probar con creces.

 

Nuestros abnegados profesores y maestros de los años actuales, que en medio de las dificultades del período especial obran el milagro de que ni un solo centro de enseñanza cierre sus puertas en nuestro bloqueado país.

En fin, este libro será de especial interés para todos los que en las últimas cuatro décadas han librado la batalla del saber y contribuido a elevar a nuestro pueblo al nivel cimero de la educación en el Tercer Mundo. En sus páginas podrán encontrar algo de sí mismos.

Si se pidiera una sola imagen para simbolizar a este pueblo invencible y la permanente renovación de su valor y dignidad, bastaría una que nos recuerda este libro: la de esa joven maestra rodeada de sus pequeños alumnos, cantando el Himno Nacional en medio del bombardeo enemigo.

Raúl Castro Ruz

La Mayor de las Antillas cuenta con un extenso patrimonio cultural de refranes, dichos y frases que conforman su argot popular. Detrás de cada uno de ellos se esconde una historia que enriquece nuestras vidas y a las que constantemente se hace alusión, en ocasiones, sin saberlo.
Para conocer un poco más sobre nuestra cultura, Omar Felipe Mauri Sierra propone la obra Cuba en los labios, bajo el sello de la Casa Editorial Verde Olivo.

 

No podría dejar de mencionar a mis padres de crianza, Joaquín y Berta, dos ancianos preciosos, casi analfabetos, pero de corazones gigantes para amar, que me acogieron entre sus brazos, me educaron en el seno familiar, que es la escuela primera e hicieron de mí un hombre de bien. A mi hijo, mi nieta Isabella, los dos seres que más amo en mi vida. A los compañeros del Departamento de Preparación Combativa del Ministerio del Interior; a todos los que me acompañaron en mi recorrido por las Tropas Especiales, sin ellos nunca lo hubiera logrado; a todos aquellos que regaron con su sangre la tierra angolana, quienes juntos sembramos sueños; a mis compañeros caídos en el cumplimiento del deber porque están en mi pensamiento y actuar diario, porque me dan fuerza en el corazón y en la pluma. Dedico este modesto testimonio a las Fuerzas Arma-das Revolucionarias, la gran escuela, y a nuestros queridos Fidel y Raúl, quienes encabezaron la Generación del Centenario.

 

7 Volver al Índice Agradezco a la Revolución Cubana y al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, la posibilidad que han dado con la obra revolucionaria a jóvenes de origen humilde, como yo, poder ostentar un título universitario, y que seamos dueños de nuestro propio destino. También; al soldado angolano; mucho se ha hablado de él, y a pesar de no tener entonces la preparación combativa necesaria, siempre fue un fiel compañero, y luchó estoicamente por cada palmo de su patria. Juntos consolidamos la hermandad eterna de los dos pueblos. Eso solo pudo lograrse en la Cuba de hoy, la patria de Martí y de Fidel, gratitud por poder ir tan lejos a ayudar a un hermano pueblo africano, al cual nos unen raíces profundas, acto que hace realidad el pensamiento martiano: Quisiera en el juego franco./Del pensamiento sin tasa,/ Ver fabricando la casa,/ Rico y pobre, negro y blanco.

 

 

 

 

A todos los que sienten con alma de nación, y aman a Cuba y a sus muchos héroes y heroínas, entre quienes Antonio Maceo Grajales ocupa un lugar relevante en nuestra historia y en nuestros corazones.

Más allá de la experiencia personal, un libro también es realidad colectiva, tradición, cultura, una puerta abierta hacia el descubrimiento de vivencias atesoradas por la historia de nuestra patria. Diversos acontecimientos, creencias, ilusiones y vicisitudes que padecieron la gran mayoría de los pobladores coloraenses en el oriente cubano, se narran en estas páginas, cuyos protagonistas vivieron allí desde finales del siglo XIX. No podrá hablarse de Las Coloradas sin mencionar a Belic, Cabo Cruz y otros barrios cercanos donde se concentraron los oficios existentes: tala de madera, producción de carbón y la pesca. En una conversación informal con la presencia de varios compañeros, entre ellos: Ciro Rodríguez Reytor, Luis Carlos Ge Castillo y Jorge Gutiérrez Manganelle, —todos estudiantes de la escuela Granja Infantil Experimental Piloto de Estudio y Trabajo Sierra Cojímar, en La Habana—, les compartí a las hermanas Griselda y Celia Sánchez Manduley mi interés de escribir sobre la historia de Las Coloradas, y la última respondió: —¡Cuando lo hagas, lo traes, a Fidel le va a gustar mucho!

Después de tantos años transcurridos, confieso que no identifiqué a Pablo Edelio en el primer instante, hasta contemplar las fotos de nuestros años juveniles. Él me trajo el original de su libro para que le diera mis consideraciones, en mi condición de jefe de la Sección Política del Ejército del Centro, en aquel período. Cuando faltaban pocos meses para concluir el curso 1961-1962 en la Escuela Superior del Partido Ñico López, el líder de la Revolución Fidel Castro Ruz, quiso que muchos de los que procedíamos del Ejército Rebelde y la clandestinidad nos incorporáramos, con el objetivo de enriquecer la preparación política adquirida, pues él conocía de nuestro nivel de conciencia revolucionaria al enfrentar riesgos y vencer dificultades, demostrados durante la lucha insurreccional y en las tareas de dirección de la nueva sociedad. El Comandante en Jefe nos visitó en varias ocasiones y en una de ellas nos manifestó la necesidad de construir un partido de selección. Explicó cómo debían ser las asambleas en los centros de trabajo, donde fueran los obreros y campesinos los que dijeran quiénes eran los mejores. Posteriormente, las comisiones harían la elección para ingresar al partido o a la juventud. Esa era la cantera; no todos podían alcanzar la militancia, pero sí quedar como ejemplares. Expuso la importancia de unirnos a dicho proceso, por tal motivo, a varios compañeros les correspondió salir a encauzarlo en la vida civil. Todo esto fue después de hacerle una fuerte crítica al sectarismo existente en esa etapa.

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