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Hace ya mucho tiempo leí que Fidel Castro es una de las personalidades más fotografiadas de su tiempo. No tengo duda alguna de que así sea, debido a su larga ejecutoria pública por casi cincuenta años: sus viajes por diferentes países, su presencia en numerosos foros internacionales y sus tantos encuentros con otras personalidades de relieve mundial de las más variadas esferas sociales. Todo ello, desde luego, explica por qué las lentes le persiguieron por todas partes: no se entienden el siglo xx y los inicios del actual sin su presencia, siempre activa, renovadora, cuestionadora, como el mismo proceso revolucionarioque encabezó.

Sentimientos patrióticos vibraban en cada uno de los hombres y mujeres que se alistaban para una acción armada contra el tirano. Corría entonces el año 1953. En una hazaña como la que se preparaba era imprescindible la emoción, ánimos exaltados. El líder lo sabía bien y piensa en el valor movilizador de una marcha.

 

Quiso el destino que Fidel confiara en Agustín Díaz Cartaya para que escribiera los versos  que, cantados, llevarían en sus corazones aquel 26 de julio.

Tal vez no sea imprescindible repetir la frase de aquel anuncio de la Venecia entonces pionera de la publicidad turística. Asumo, sin embargo, el riesgo para decir que los periodistas debemos tener como patrón la frase de «Vivir no es necesario; viajar es necesario». Y no pretendo —¿está claro?— con- vertir a mis colegas, ni a mí mismo, en turistas. Sería una propuesta indigna de nuestro oficio, en cuyo ejercicio andamos por aquí o por allá, dentro de Cuba o fuera de ella con el propósito de hallar actos, personas y personajes con los cuales divulgar la crónica del presente, y nutrir la historia, que juzgará si obramos con acierto o si la tinta moral no nos alcanzó para llegar a lo más humano de los acontecimientos.

 

Herido en una emboscada durante el cumplimiento de una misión internacionalista, el coronel Orlando Cardoso Villavicencio, fue hecho prisionero por tropas somalíes, y sometido a un cruel régimen carcelario durante diez años, siete meses y un día.

 

En el reducido espacio de su celda, nacieron Wendy y El duque Pedro y El reino embrujado. El primero, narra historias fantásticas sobre brujas, dragones, gigantes y otras creaciones de la fantasía; mientras que en el segundo, un malévolo hechizo castiga a un reino. Ambos cuentos, constituyen los únicos lazos, que  atarona Cardoso Villavicencio a su infancia y al mundo exterior que le negaban, convirtiéndose en muestra de la voluntad y la sensibilidad de este hombre, que hoy ostenta el título de Héroe de la República de Cuba.

 

Tal y como fueron escritos originalmente, y bajo el sello de la Casa Editorial Verde Olivo, llegan estas obras a manos de los pequeños de casa, como parte de las actividades de la XXX Feria Internacional del Libro de La Habana, en esta ocasión de forma digital.

 

Quizás resulte extraño que un combatiente, en lugar de contar historias de guerra, escriba cuentos de hadas. La razón habría que buscarla en la soledad de su cautiverio. Allí, lejos de la patria y la familia, escribir fue la única manera de continuar luchando por vivir.

 

Más que una quimera de apariencia infantil o simples historias para niños, entre sus páginas encontramos, la fe de un hombre que no pudo ser destruido.

Herido en una emboscada durante el cumplimiento de una misión internacionalista, el coronel Orlando Cardoso Villavicencio, fue hecho prisionero por tropas somalíes, y sometido a un cruel régimen carcelario durante diez años, siete meses y un día.

 

En el reducido espacio de su celda, nacieron Wendy y El duque Pedro y El reino embrujado. El primero, narra historias fantásticas sobre brujas, dragones, gigantes y otras creaciones de la fantasía; mientras que en el segundo, un malévolo hechizo castiga a un reino. Ambos cuentos, constituyen los únicos lazos, que  atarona Cardoso Villavicencio a su infancia y al mundo exterior que le negaban, convirtiéndose en muestra de la voluntad y la sensibilidad de este hombre, que hoy ostenta el título de Héroe de la República de Cuba.

 

Tal y como fueron escritos originalmente, y bajo el sello de la Casa Editorial Verde Olivo, llegan estas obras a manos de los pequeños de casa, como parte de las actividades de la XXX Feria Internacional del Libro de La Habana, en esta ocasión de forma digital.

 

Quizás resulte extraño que un combatiente, en lugar de contar historias de guerra, escriba cuentos de hadas. La razón habría que buscarla en la soledad de su cautiverio. Allí, lejos de la patria y la familia, escribir fue la única manera de continuar luchando por vivir.

 

Más que una quimera de apariencia infantil o simples historias para niños, entre sus páginas encontramos, la fe de un hombre que no pudo ser destruido.

 

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? son algunas de las preguntas que la obra El último general mambí caído en combate pretende responder a través de la historia del brigadier Adolfo Laureano del Castillo Sánchez.

 

El volumen, bajo el Sello de la Casa Editorial Verde Olivo, pretende romper las fronteras del olvido y dar a conocer los orígenes y trayectoria de este patriota que, con el filo del machete, escaló los más altos peldaños del Ejército Libertador en la región habanera.

 

Valentín Molina Piñeiro, su autor, hace llegar al lector un proyecto que abarca desde su niñez hasta la posterior incorporación a las filas mambisas y los progresivos ascensos. Además, dará a conocer su heroica caída en combate y los tributos que la sociedad cubana le ha conferido por su distinguida existencia.

 

Conformado por breves cronologías, anexos y testimonio gráfico, la investigación descansa en el análisis exhaustivo de las variadas fuentes documentales y bibliográficas. Sirva entonces esta publicación como preámbulo y motivación para futuros estudios sobre los patriotas menos recordados de las gestas independentistas de Cuba.

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