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Para los amantes de la lectura llega la obra El arpegio de tus ojos. El volumen, bajo el sello de la Casa Editorial Verde Olivo, propone recordar mediante sesenta y ocho décimas, versos libres y sonetos a una figura prominente: Camilo Cienfuegos Gorriarán.

 

 

 

 

Esa otra poesía, la del combate Calino de Efeso, orador y poeta griego de la antigüedad, dijo que solo el verdadero héroe tiene derecho al canto, y redactó una elemental tabla de valores éticos: El héroe debe luchar contra aquellos que tratan de invadir, sojuzgar y esclavizar a su pueblo; no debe sentirse un semidiós; debe amar a sus padres, esposa e hijos y, sobre todo, a su patria; no debe participar en guerras de rapiña contra sus hermanos ni invadir pueblos pacíficos; debe ser sencillo, cordial y dotado de una gran humanidad y espíritu de comprensión; y si acaso pudiera verse en él algo sobrenatural, es porque conoce de qué parte está la razón.

Concretar en hombres tales cualidades, redactados quizás con demasiado aliento ideal, nada menos que seiscientos sesenta años antes de nuestra era, no es asunto que prolifere con demasía.

La historia, como bien se sabe, es la historia de la lucha de clases. Del mismo modo, es más que sabido que la encarnación de una ética de tal dimensión no es ajena al concepto clasista.

A lo largo de tantos y tantos siglos, el manto del heroísmo se ha echado sobre hombros no siempre de intenciones limpias, desinteresadas; hombros sobre los que descansaron empresas de conquista y barbarie.

Por igual, ha habido cantos a antihéroes; pero, los que han trascendido hasta hoy, son justamente aquellos en los que las más brillantes trayectorias alimentan su calidad.

Me permito formular de modo contrario la apotema del poeta griego: solo el verdadero canto encuentra al héroe y, también me permito dejar que mi hijo Alejandro enriquezca este texto que no envejece; regalárselo, porque desde donde ahora existo, sé que solo él será capaz de complacerme después de diecinueve años y lograr la publicación de esta extensa e intensa línea de la poesía cubana, que ha cotejado al detalle y que recorre los registros patrióticos al más alto nivel lírico de Heredia a Martí en el siglo xix, y en el xx, de Guillén, Pedroso, Tallet, Ballagas, Naborí, Vitier, Félix Pita Rodríguez, Carlos Galindo, Navarro Luna, Raúl Ferrer, con parcelas mayores o menores, aunque siempre bien cultivadas, que han sentido dentro de sí el encargo de cantarle al ídolo colectivo e individual, a los protagonistas de un movimiento incesante que cuajó, tras diversos peldaños, en la Cuba de hoy.

Ya muchos de estos colegas me acompañan y seguimos, aún, con ese deseo imperecedero de recorrer nuestra cultura popular revolucionaria, que encuentra acomodo leal en la necesidad de poner en relieve a esos hombres y mujeres, quienes con esa otra poesía, la del combate, sustentan nuestras circunstancias y posibilidades.

No es de extrañar que la figura de Camilo Cienfuegos, en el 60 aniversario de su desaparición física, se multiplique en el verso tanto como en las flores que cada 28 de octubre convierten a la Isla en un jardín.

Camilo es leyenda, pero leyenda enraizada en la más pura realidad. Nos ha legado la sonrisa, el sombrero alón, la barba rebelde, el hasta siempre en la borrasca de octubre, su fiereza en la lucha, la resistencia ante la adversidad, su don de mando y soldado entre su tropa, el buen humor, su cubanía… En modo alguno una ética idealizada, un héroe de héroes, un hombre de hoy y mañana, porque lo supo ser ayer sin cortapisas.

Así lo han sentido los poetas de varias generaciones que confluyen en la lírica de estos tiempos y de este libro en particular, sacados a luz, después de una minuciosa búsqueda en mi archivo personal.

Diversidad estilística y formal, disímiles calibres en el aliento y la formulación poética, alturas desiguales; todas con conciencia de responsabilidad ante el comandante guerrillero quien aparece en cada página; páginas inconclusas, naturalmente, porque en el pueblo de muchos Camilo, este verdadero canto lo seguirá teniendo en el futuro.

René Batista Moreno

 

 

 

 

 

Ya en proceso de edición de este libro, Machaco: torbellino de heroísmo, falleció su autora, la periodista e investigadora histórica Argentina Matilde Jiménez Rodríguez, quien lamentablemente no pudo ver su obra publicada. No obstante, de tener problemas serios de salud, tuvo la iniciativa de hacer este testimonio biográfico de Ángel Ameijeiras Delgado, Machaco, en homenaje a él y a otros destacados combatientes de la lucha clandestina contra la dictadura batistiana en La Habana, en la década del 50 del siglo XX. Se lo propuso y con gran esfuerzo y una rigurosa investigación histórica que le llevó varios años de trabajo, logró decenas de entrevistas a compañeros de lucha de Machaco, consultó diferentes fuentes y buscó documentos para ser lo más cuidadosa y veraz en los datos aportados, y fue ella misma autora de algunas de las fotografías que acompañan el texto. Todos los materiales fueron entregados a tiempo para la confección del libro. Consideró siempre importante preservar la memoria histórica de nuestro pueblo y a ello dedicó los últimos años de su vida, labor dirigida fundamentalmente al conocimiento de las jóvenes y futuras generaciones, de los hechos y protagonistas de las principales batallas que se libraron en nuestra patria para alcanzar la independencia, libertad y justicia de las cuales hoy disfrutamos.

Reynold Rassí Suárez

 

 

 

Leonor Arestuche Amieva, en Memorias de una combatiente clandestina, nos ofrece la valiosa historia de una muchacha común, que se fue transformando en una mujer de vida excepcional.

 

Aquella adolescente delgadita sirvió de enlace entre las direcciones provinciales de Matanzas y Las Villas, para trasladarme al movimiento clandestino en su provincia; participó en las conspiraciones insurreccionales de la nación con el aparato político, cívico y militar, clandestino y guerrillero del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7), en varios territorios; se destacó como combatiente del Movimiento en el aparato militar urbano y como enlace con los municipios de Matanzas; cuando luchaba en La Habana, coordinó el asalto a la Cárcel de Mujeres de Guanajay, Pinar del Río; en el Frente Norte de Yaguajay y en el Frente del Escambray, se vinculó con Camilo Cienfuegos y el Che Guevara, y participó al mismo tiempo con el aparato civil; de igual modo, desempeñó misiones en la batalla de Santa Clara.

 

 

 

Esta obra no pretende reconstruir cada uno de los acontecimientos ni realizar una narración cronológica. Trata de exponer los principales hitos del movimiento revolucionario cubano y las causas por las cuales no se pudo obtener la victoria definitiva durante las guerras de independencia, por qué fracasó el proceso revolucionario de los años treinta y cómo fue posible, años después, que la Generación del Centenario reiniciara la acción armada hasta alcanzar la verdadera independencia.

Los maestros serán mañana los mejores soldados de la libertad. Hay que sembrar de escuelas la tierra que libremos de la opresión y empezar desde ahora la obra.

Fidel Castro Ruz (Carta a la maestra Nancy Reyes, 16 de noviembre de 1957.)

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