El apuntador de Cangamba en Santa Clara.
—Buenos días. ¿Ud es Eduardo Verdecia Díaz?
—Sí.
—Por acá Lily, promotora del Museo del Tren Blindado de Santa Clara. Pues, mire… quiero decirle que Ud tiene que estar en nuestra Feria del Libro.
—¿Cómo es eso, compañera, si yo todavía estoy complicado por acá en La Cabaña?
—Sí… pero tiene que venir…
—¡Ay mi madre!…
Así de sorpresiva, pero con toda la ética, fue la invitación que me hicieran para la 33 Feria del Libro de Villa Clara. Analicé y pensé y me fui; pues tenía otros intereses por allá relacionados con unas entrevistas que realizo en el país para un proyecto de obra sobre nuestra aviación de helicópteros.
Ya el 12 estaba viajando en una Yutong. Arribé pasadas las nueve de la noche con una ansiedad por conocer a aquella joven de tantas energías que me había dado casi una orden dos semanas atrás. Allí, en la terminal, me esperaba ella. Mi asombro fue al verla, tan diminuta, como una niña, como la hija adolescente que al mismo tiempo seguía trasmitiendo seguridad y confianza.
De esa forma el día 13 por la mañana caminé desde el hostal hasta la cercana Biblioteca Martí, donde sería la apertura del evento. Me impresionó su majestuosidad, el engalanamiento y las innumerables carpas para la venta de libros alrededor del Parque Vidal.
Ya me esperaban algunos combatientes de la aviación. Nos abrazamos, sin que nos conociéramos de antes. También encontré al coronel Garrigó (r) y a la teniente coronel Ana Dayamin, directivos de la Editorial Verde Olivo.
Tras esta actividad me fui con Lily y Belkis a la primera presentación de mi libro en la Delegación del Ministerio del interior. Esta era extra plan; pero como demoramos media hora, el personal allá se había ido a otras diligencias. Nos atendieron los políticos, se disculparon, conversamos y nos invitaron a almorzar. Belkis vendió varios libros del medio saco que llevó.
Regresamos a la biblioteca Martí, y a las 2 pm me fui solo con Belkis para el primer evento en la Escuela Provincial de Preparación para la Defensa, en las afueras, de acuerdo a mi programa. Nos recibió el segundo jefe. Mientras se acomodaba todo en el teatro, nos dio un recorrido por el aula de tradiciones combativas; luego tomamos café y fuimos a ver al jefe de la escuela.
Seguidamente para el local de presentación donde estaban unos 80 combatientes entre oficiales, cadetes y civiles. Allí en la conferencia hablé del Apuntador…, que recoge la historia de vida del piloto de combate Julio Vencon Chiong Almaguer, quien tras once años sin volar sus cazas fue llamado a hacerlo, pero en Angola. Y durante su primera acción combativa estuvo a punto de perder la vida. Lo rebajaron de vuelo, y se negó a regresar para Cuba. Inimaginablemente para él, antes del mes estaba desembarcando en Cangamba bajo el fuego enemigo y solo con una planta de radio para dirigir a sus compañeros, a sus aviones. Vi emoción en la gente; al final algunos se nos acercaron con preguntas.
El viernes 14 fui con la propia Belkis para la División TRD. Nos recibió el subdirector Méliz. Por allí nos esperaban dos tripulantes de helicópteros en Cangamba: el piloto Miguel Ochoa Pupo y el técnico Jesús González Pedroso; además de Juan Antonio Toledo Valero, especialista de la aviación. Proyectamos un corto documental sobre El Chino Chiong, el apuntador. Hablé en primer turno y luego ellos sobre las vivencias durante los desembarcos, los minados, la evacuación de muertos, heridos, la tropa…Todo fue muy emocionante; los trabajadores se quedaban embelesados. Me sentí satisfecho.
A las 8 y 30 del 15 estaba con la teniente coronel Dayamin en la tiende Praga de CIMEX. Aquí también estaba Ochoa Pupo, con Juan C. Mendoza, otro piloto. Al entrar vi un gran cartel con la cubierta de mi libro prendido de un mostrador. Me deslumbré. —Eso es suyo—, me dijeron. Repetimos el video sobre Chiong. Habló Dayamin, presentó a los pilotos junto al político de la institución, quien es combatiente de Cuito Cunavale. Les vi lágrimas en los ojos. Luego lo hice yo. Esforcé la garganta; casi no podía contener mi emoción.
Por la tarde, a las tres, fue mi presentación final. Allí en la Sala Caturla de la Biblioteca Martí me esperaba El Chino Ley, aquel mismo que derribó un Mirage sudafricano en Cuito. Luego arribó Fernando Marcilla Cortés, piloto de helicóptero que también estuvo en Cuito; y a quien yo conocí en mis días de Lubango y Cahama. Después entraron los autores Borrell y Aroche; más una leyenda de los aviones cazas: el coronel Benigno Gonzaléz Cortés, un hombre con 5 misiones internacionalistas.
Nos presentó Dayamin. Hablaron ellos de sus obras. Al final lo hice sobre El apuntador… A pesar de la noche y la mañana de apagones que habíamos pasado y que influyeron en la asistencia a la actividad, los pocos participantes estuvieron atentos, les di detalles, hice otras anécdotas sobre mi estancia en Angola. Y al final vino el aplauso, ese que te eleva, te emociona.
De esta forma concluyó mi periplo por esa gran ciudad de gente bella, de mucho ajetreo cultural, de mucho amor. Y con Lily siempre presente. Si no era a mi lado era con llamadas telefónicas. El domingo en la noche me despedí de todos, con abrazos, con el reconocimiento al esfuerzo y a la aceptación a la visita. Ahí no solté lágrimas. Pero sí lo hice en la mañana cuando me alejaba de Santa Clara. ¡Adiós. Gracias, Santa Clara y su bella gente. Gracias, Lily. Nos volveremos a ver!
Nota: Entre presentaciones, de tiempos libres, aproveché y pude entrevistar a 7 combatientes de la aviación de helicópteros. También visité el Museo del Tren Blindado. Siento mucho no haber tenido momentos para visitar el Memorial Che Guevara.
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