Siempre he querido ser militar
Sheila es una joven que apenas conocí hace dos meses.
Una vecina me llamó un día para contarme que había una muchachita en el central Mañalich que estaba loca por ser camilita, pero pregunté qué pasaba, ¿no fueron a su escuela a hacer captaciones?
Al día siguiente, junto a otra compañera, fui a conversar con alguien que podía ayudarme a resolver la situación. La emoción que sentimos fue grande, nuestros ojos se humedecieron al saber que la muchacha tenía tiempo de cumplir su sueño.
La desesperación por darle la noticia parecía lejana, porque en ese momento no tenía manera de comunicarme con su familia. Hasta que finalmente pude decirle a Belkis, su mamá, que Sheila tenía que estar en los camilitos de Mayabeque, los más cercanos a su lugar de residencia, para las evaluaciones necesarias.
Amanecí pensando que seguro Sheila y su mamá ya estarían en camino a la escuela. Me atormentaba no conocer el resultado. Hasta que una llamada me confirmó que todo salió bien.
Aún no conocía a la futura camilita. Una semana después, Yolanda, la vecina que me había contactado, me dijo que, querían venir a verme antes de que Sheila entrara a la escuela.
Así fue. Un fin de semana llegaron ella y su mamá, y pasamos un largo rato de consejos, reflexiones y recuerdos, hasta rememorar aquella ocasión cuando me dijeron que estaba aprobada para ser camilita, allá por 1984...
Sheila estaba contenta porque ya le habían dado los uniformes. Claro, tuvieron que ajustárselos porque le quedaban grandes, pero lo que más me repartía durante el encuentro era: «Estoy loca por entrar porque siempre he querido ser militar».
Todo lo que queda ahora es el esfuerzo de esa muchachita del central Mañalich, que proviene de un núcleo familiar humilde en extremo, con una madre que ha enfrentado difíciles problemas de salud, pero que ha sabido guiar a sus tres hijos por los caminos de la honestidad y la dignidad.
Hoy, Sheila, con un carácter fuerte, sabe que debe imponerse en lo que más le cuesta: la Matemática, ni que fuera hija mía. Tiene bien definido lo que desea estudiar en el futuro, a lo que le respondí, eso lo veremos cuando concluyas el 12º grado.
Esta historia, llena de esperanza y valentía, es un testimonio del poder del sueño y la perseverancia de una adolescente que siempre ha querido formar parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
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