Ser libres en la era digital
La sentencia martiana que ha iluminado por décadas el proyecto educacional cubano «ser cultos es el único modo de ser libre» llama con una urgencia medular, a pesar de que Cuba puede exhibir con legítimo orgullo una de las proezas más nobles de su proceso revolucionario: la erradicación del analfabetismo, la educación universal gratuita y la formación de profesionales de alto nivel;incluso a niveles exportables.
El comandante en jefe en los primeros años de Revolución, también en contextos complejos, apostó para que el pueblo leyera, no solo consignas, sino su realidad, su historia y su porvenir. Se formaron profesionales y técnicos con un profundo sentido ético y de servicio, lo que se convirtió en el capital humano y social que constituye el escudo más preciado de la nación.
Sin embargo, el nuevo contexto internacional dominado por la hiperconectividad y la avalancha de información para desinformar, presenta un desafío de otra índole. El peligro ya no es principalmente la falta de acceso al conocimiento, sino la paradoja latente entre dos miradas, una,como necesaria y potencialmente enriquecedora, mientras abre las puertas a bibliotecas infinitas y al autoaprendizaje, y otra, basada en el interés de los financistas globales de las trasnacionales de los medios de comunicación para fomentar un individualismo cognitivo, donde el cliente, absorbido por una pantalla, opta por un aprendizaje fragmentado, desprovisto del debate colectivo, la orientación crítica del maestro o experto y el marco contextual, que solo una educación integral puede proveer.
Y aquí es donde la advertencia martiana adquiere un nuevo significado. Los medios hegemónicos no tienen como fin último formar seres cultos y, por tanto, libres. Su lógica, en muchos casos, es la contraria: aportar al «beneficio» de que la gente consuma, reaccione emocionalmente, se adormezca en un entretenimiento banal,o se ciegue en un activismo digital. El daño mayor nos llega por la intoxicación de datos inconexos y la pérdida de la capacidad de análisis histórico, discernimiento ético y pensamiento crítico contextualizado.
Por tanto, atemperar la educación cubana significa beber de esa sabia guardada en copa sagrada dentro de la antiquísima vitrina, como energizante para librar la batalla del nuevo contexto impuesto. Se requiere entonces,desarrollar el pensamiento científico, que enseñe a usar la tecnología, no solo como herramienta, sino como objeto de estudio. ¿Quién produce la información? ¿Con qué fin? ¿Qué visión del mundo se promueve? Las clases deben ser el espacio donde se decodifique el torrente desinformativo global a la luz de la historia, la identidad y los proyectos nacionales.
Se debe producircontenidos propios, atractivos—educando para el uso ético, responsable y saludable de la tecnología, reconociendo sus riesgos de adicción, aislamiento y manipulación—con alta calidad técnica y narrativa, que transmitan el conocimiento, la cultura y los valores de la sociedad cubana,porque la defensa de la soberanía nacional pasa, inexorablemente, por la soberanía cognitiva.
Ser cultos hoy, es saber navegar el océano digital sin naufragar en la insignificancia o la alienación. Ese un modo de ser verdaderamente libres; nos toca despojar y reaccionar no con palabras y likes, sino con accionar físico y moral, a informes o noticias triunfalistas.
Ser libres dependerá de la inteligencia que, desde las escuelas, los medios, los organismos, organizaciones y decisores en el más simple lugar, sepamos impulsar. Hace mucho daño el incapaz en cualquier puesto,por inofensivo que parezca. La obra de la Revolución exige hoy una nueva batalla frente a la descontextualización tecnológica, el adormecimiento global y el hecho de delegar en otros nuestras propias convicciones revolucionarias. Sigamos siendo libres.

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