Norma Porras: heroína de la clandestinidad (I)

04 de Noviembre de 2024

Ángel “Machaco” Ameijeiras Delgado.Foto: Ecured

«Nosotros, los sobrevivientes,

¿a quiénes debemos la sobrevida?».

 

Roberto Fernández Retamar

 

(«El otro», 1ro de enero de 1959)

 

En la secuencia final de «Clandestinos», ese clásico de la cinematografía cubana dirigido por el maestro Fernando Pérez, el personaje que interpreta el actor Luis Alberto García sostiene una pistola en plena calle, rodeado por esbirros de la policía batistiana, mientras sujeta a la actriz Isabel Santos, su pareja y compañera de luchas en la historia que narra el filme, e insiste a gritos para que todos lo oigan:

 

«¡La entrego viva! ¡La estoy entregando viva!».

 

Tan pronto los sicarios tienen a la muchacha, acribillan a balazos a su amado:

 

El padre del hijo que ella lleva en su vientre. Un primer plano del dolor empozado en el rostro de Isabel Santos, se ha convertido en imagen icónica de nuestro cine.

 

Ese sufrimiento tan hondo, fue real. Lo sintió una mujer de carne y hueso llamada Norma Porras:

 

Gina, en la clandestinidad.

 

La película recrea los hechos dramatúrgicamente, pero es fiel a su espíritu.

 

Lo que cuenta la última secuencia, ocurrió el 8 de noviembre de 1958 en la intersección de las calles habaneras Goicuría y O´Farrill, barrio de Santos Suárez, en el actual municipio de Diez de octubre, donde cuatro luchadores clandestinos del Movimiento 26 de Julio resistieron a tiros, desde el apartamento de un pequeño edificio, a una fuerza de varias decenas de policías y miembros del SIM –Servicio de Inteligencia Militar– armados hasta los dientes, que concentraron todo su poder de fuego, incluidas múltiples ametralladoras pesadas y ligeras, sobre los revolucionarios.

 

Los jóvenes patriotas eran: Ángel “Machaco” Ameijeiras –entonces, jefe de acción y sabotaje del 26 de Julio en la capital–; su compañera de vida y luchas, Norma Porras, embarazada y con veinte años recién cumplidos; y dos hermanos de ideales, inseparables de Machaco desde que compartieron prisión en el Castillo del Príncipe a mediados de 1957 –Rogelio Perea Suárez (Rogito) y Pedro Gutiérrez Hernández (Pedrito)–.

 

Precisamente en la cárcel, conoció Norma a Machaco, durante las visitas que el Frente Cívico de Mujeres Martianas –del cual ella formaba parte– hacía a los presos políticos.

 

El presidio también fue escenario de la huelga de hambre que dio lugar a una de las escenas más recordadas de la película de Fernando Pérez, cuando el gordo interpretado por el actor Amado del Pino, luego de muchos días sin probar alimentos, comparte con el resto de los huelguistas su profunda convicción de que no hay nada más rico que embarrarse comiendo frijoles negros de un cubo, y describe, con lujo de detalles, olores y sabores del tradicional plato criollo, mientras sus compañeros le lanzan lo primero que hallan a mano y ruegan:

 

«¡Gordo, cállate, por tu madre!».

 

Se sospecha que una delación guió a la jauría batistiana hasta Goicuría y O´Farrill el 8 de noviembre de 1958. Alrededor de las dos de la madrugada, una ráfaga de ametralladora quebró el silencio nocturno e intentó hacer lo mismo con la puerta del apartamento donde dormían los jóvenes.

 

Iniciaba así, el que, según algunos investigadores, fue el combate urbano de mayor envergadura a lo largo de nuestra guerra de liberación.

 

Otros, lo consideran una de las acciones más importantes de la resistencia en las ciudades contra las fuerzas represivas de la tiranía.

 

Los revolucionarios contaban con dos ametralladoras, cuatro pistolas, cuatro cargas de dinamita y tres granadas.

 

Se defendieron casi cinco horas, hasta el amanecer, cuando se agotó la última bala.

 

Estaban heridos.

 

Entonces, los policías sacaron encañonados de la vivienda, a golpes y empujones, a Machaco, Rogito y Pedrito.

 

No continuarían vivos mucho tiempo. Horas más tarde, sus cadáveres mutilados aparecieron en la Casa de Socorros de la calle Corrales.

 

Al día siguiente, los periódicos informaban que habían muerto en el tiroteo.

 

A Norma, la apresaron en la azotea de un edificio contiguo.

 

Había recibido cuatro balazos: dos en la cadera, uno en el pecho y otro a sedal.

 

Machaco debió soportar las torturas y la muerte, con la esperanza de que su amada y el hijo de ambos sobrevivieran.

 

Pero aquellos criminales tenían otros planes.

 

Fuentes consultadas:

 

 Ecured. Norma Porras.

 Ecured. Ángel “Machaco” Ameijeiras

 

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