El precio de la desobediencia. Alzamiento de la Demajagua
«Escribo un libro, y necesito saber qué cargos principales pueden hacerse
a Céspedes, qué razones pueden darse en su defensa
–que, puesto que escribo, es para defender.
Las glorias no se deben enterrar sino sacar a la luz».
José Martí
(Carta a Máximo Gómez, Guatemala, 1877)
Cuando se alzó en armas en su ingenio «La Demajagua», el 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes no solo dio un grito por la independencia de la tierra, de las mujeres y los hombres que vivían en ella, de la nación cubana en general; dio un grito por la más extraordinaria, valiosa y difícil de las independencias: la independencia de la mente.
Se sabe que el alzamiento estuvo previsto para el 14 de octubre, mas, debió adelantarse a fin de impedir el arresto de los principales líderes.
Durante la noche del día 9, los conspiradores armados se reunieron en «La Demajagua». Las campanas del ingenio tañeron al mediodía del 10, justo antes que Céspedes arengase a los presentes.
Como primer acto, otorgó la libertad a sus esclavos. Ha transcurrido más de siglo y medio desde entonces. Durante ese tiempo nos liberamos del yugo colonial español en 1898, con la intromisión superflua e indeseada de los Estados Unidos. También nos redimimos de la mordaza neocolonial de los vecinos norteños, en 1959. Sin embargo, a pesar de que se ha avanzado mucho, gracias a la voluntad política y a esfuerzos intelectuales e institucionales, no hemos conseguido liberar las mentes del racismo que aún subsiste entre nosotros. Exactamente, 156 años después.
No pocos de los que se alzaron aquel octubre junto a Céspedes, eran dueños de esclavos, hacendados, gente de buena posición y dinero, estaban habituados a la vida muelle, algunos poseían títulos nobiliarios.
El propio Carlos Manuel disfrutaba la música, la poesía, el teatro, la literatura, se comunicaba en inglés, francés, italiano, y dominaba el latín y el griego antiguo.
¿Por qué renunciar a todo eso a cambio de los rigores de la manigua, la persecución atroz de las autoridades españolas y hasta la muerte? Lo hicieron únicamente por algo subjetivo, intangible, que no inclina balanzas ni engrosa bolsillos: sus ideas.
La historia enseña a no ser ingenuo en el terreno de las ideas, a inquirir, estar informado, beber de fuentes disímiles y contrastarlas para construir nuestra visión personal, lo más cercana posible a la realidad. «No decimos al pueblo: cree, sino, lee», afirmó Fidel poco después del triunfo de enero de 1959.
Aquellos hombres y mujeres de «La Demajagua», no se enquistaron en los lugares comunes de su clase. Abrían la mente, razonaban con cabeza propia. Por fortuna, eligieron el camino de la libertad en su sentido más amplio. Igual que la generación del centenario de Martí. Aún pagamos el precio de no someternos, de pensar distinto. El precio de la desobediencia.
Fuentes:
- Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba. Primera parte (1510-1898). Tomo 1: Biografías (pp. 81 y 82). Casa Editorial Verde Olivo. La Habana. 2014. Reimpresión 2016.
- Historia de Cuba. Tomo 2: Las luchas por la independencia nacional y las transformaciones estructurales, 1868-1898. El inicio de la insurrección: el 10 de octubre de 1868, Yara y la toma de Bayamo (pp. 25 a 32). Editora Política. La Habana. 1996.
- Ecured. Alzamiento de “La Demajagua”.
- Traba, Evelio. El camino de la desobediencia. Ediciones Boloña. La Habana. 2017.
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