El himno de Bayamo
«Nuestra tierra tiene su color y poesía,
y nada ayuda tanto a la libertad
como el conocimiento de que se es persona por sí,
con raíces en el país en que se vive, y no arria y reflejo».
José Martí
(“En casa”, periódico Patria, Nueva York, 10 de abril de 1892)
Acaso la patria cabe en un himno, y esa calidez que inunda el pecho mientras se entonan los versos escritos sobre la montura de su caballo por don Perucho Figueredo, bayamés ilustre, es el llamado de la historia, evocación de su gente, sus paisajes, olores y sabores.
El alma vibra cuando se recuerdan palabras dichas antes por mujeres y hombres que han ofrendado sus vidas con la esperanza de un futuro mejor. Tantos ya.
Nuestro himno debe cantarse con plena conciencia de lo que significa. No está bien asumirlo cual acto irreflexivo o formalidad. El respeto a quienes nos han traído hasta aquí es el kilómetro cero de cualquier existencia digna, ética, consecuente. Toda nación se sostiene sobre los pilares de su historia y su cultura: un andamiaje de símbolos. Y esos símbolos, hay que preservarlos como se cuidan los cimientos, columnas y vigas de una casa.
La letra de “La Bayamesa” nació con la primera victoria del joven Ejército Libertador, el 20 de octubre de 1868.
A Bayamo, los patriotas la asediaron durante dos días. Costó 15 vidas cubanas y otros 25 criollos heridos, tomar la guarnición defendida por tropas regulares integradas por 115 hombres de infantería y 26 jinetes, además de otras fuerzas auxiliares. Los españoles sufrieron 10 bajas mortales, y 20 de sus soldados, heridas.
En ese contexto, adquirió plenitud nuestro himno. El mismo que tanto se escuchó después en la manigua. El que los tabaqueros de Cayo Hueso y Tampa cantaban precedidos por el verbo fecundo de Martí. Ese que los 82 expedicionarios del yate Granma no pasaron por alto, y los sobrevivientes a la sorpresa de Alegría de Pío lanzaron al viento desde la cima del Turquino, a coro con quienes reforzaron la guerrilla: campesinos de la Sierra Maestra y jóvenes luchadores de las ciudades. El que vigoriza el espíritu y une a los cubanos doquiera estén. El de todas y todos. Engrudo de nación, de barrio, de familia.
Recientemente, cuando en la París olímpica resonaron sus notas durante la premiación a medallistas de oro que representan a esta pequeña isla del Caribe, junto a la reciedumbre invencible de Mijaín, las lágrimas de Omara, la clarinada de Erislandy y la emoción del resto de los campeones, también estuvo Perucho con una pierna cruzada sobre la montura, redactando “La Bayamesa” cual si supiera que daba forma a uno de los más eficaces y enjundiosos tratados contra los afanes de colonizarnos culturalmente.
Fuentes:
- Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba. Primera parte (1510-1898). Tomo 1: Biografías (p. 113). Casa Editorial Verde Olivo. La Habana. 2014. Reimpresión 2016.
- Historia de Cuba. Tomo 2: Las luchas por la independencia nacional y las transformaciones estructurales, 1868-1898. El inicio de la insurrección: el 10 de octubre de 1868, Yara y la toma de Bayamo (pp. 25 a 32). Editora Política. La Habana. 1996.
- Ecured. Himno de Bayamo. Perucho Figueredo.
- Valdés Galarraga, Ramiro. Diccionario del pensamiento martiano (p. 111). Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 2002.
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