Guerra Cultural ¿término válido o metáfora?

16 de Abril de 2024

Guerra Cultural ¿término válido o metáfora?

El sistema de agresiones contra Cuba mantiene desplegado todo su abanico de opciones. Escoger la guerra cultural para su análisis responde, no solo a intereses investigativos, sino a una necesidad de subsistencia. La no debida e insuficiente atención a este tema, por ser solapado, sutil y en ocasiones menospreciado por acercamientos periféricos, puede tener consecuencias estratégicas.

 

La diversidad de aproximaciones que se identifican en la bibliografía y en los medios en torno a la guerra cultural, responde a posiciones asumidas con relación a los términos que le sirven de base: guerra y cultura.

 

En esta ocasión abordaremos algunas de las posiciones en torno al primer término. Algunos de los estudiosos de la guerra, entre ellos cientistas militares, afirman que guerra cultural no es guerra, que es una expresión metafórica para denominar hechos de la realidad actual que se distinguen por la saña con la que se llevan a cabo. Idéntica conclusión y maneras de arribar a ella la emplean para refutar otros tipos de guerra como: la psicológica, ideológica, política y otras.

 

Como argumentos indican que para ser realmente guerra requiere, exige, de forma directa, la participación de individuos o conglomerados armados, ejércitos que representen los intereses de un Estado, fuerza política o coalición y que emprendan acciones de lucha armada.

 

Identifican como detonante de la guerra a la lucha armada y defienden que sin ella no hay ese particular fenómeno que se cualifica como guerra. Parten del presupuesto que solo con su inicio es que se puede hablar de guerra, entonces aceptan que, para llevarla a cabo tuvo una etapa de preparación en la que se dispuso el teatro de operaciones, para lo cual se emplearonmedios y fuerzas en los ámbitos: diplomático, económico, financiero, político, militar, informativo, comunicacional, ideológico, psicológico…

 

Hay textos militares contemporáneos que incluyen la lucha armada en la guerra, pero consideran que esta puede realizarse sin tener que llegar a ella, «sin disparar un tiro». [1].Los sujetos militaresno solo cumplen misiones para preparar y gestar la lucha armada. Hay militares que participanen todas las fases,por ejemplo, de la Guerra No Convencional (GNC). En este tipo de guerra, las acciones combativas son ubicadas en la cúspide de la pirámide, en el «pico visible del iceberg».[2]

 

«La GNC exitosa usualmente descansa más en las actividades políticas, […]. Aquellos que ponen su atención, o la mayor parte de ella, en la guerra de guerrillas, no comprenden la GNC. La guerra de guerrilla es sólo una actividad relativamente estrecha y limitada, subordinada a la GNC.» [3]

 

El peso mayor, más importante, estratégico, en la GNC, es asignado a la guerra política, ideológica, psicológica, informativa, comunicacional, cultural. De lograr éxito en estos frentes, puede no ser necesario pasar al estadio de lucha armada. Y si las condiciones de la situación exigen escalar a ella, es imprescindible contar con la aprobación y respaldo político de amplios sectores, sin los cuales es de esperar un seguro fracaso.

 

En la guerra contemporánea los militares están entrenados para insertarse en la mayor cantidad de espacios posibles: diplomático, profesional, comunitario y otros. Son los responsables de coordinar las acciones de los diferentes componentes foráneos y nacionales, civiles y militares, así como de servir de enlace con quien comanda todas las acciones en el país blanco, el correspondiente embajador. Estos sujetos, como norma, son integrantes de las Fuerzas de Operaciones Especiales. Están preparados y realizan actividades de diverso tipo, entre las que sobresalen las operaciones de influencia.

 

A Clausewitz recurren filósofos y estrategas. Su obra se estudia en la gran mayoría de las academias militares. En ambos grupos hay posiciones encontradas, aún citando la misma frase: «La guerra es la continuación de la política por otros medios, a saber por medios violentos.» [4] Pero el propio General prusiano no le puso apellido a la violencia, ni la redujo a la lucha armada.

 

El mando político-militar de los Estados Unidos, en el acercamiento que proponen en torno a la definición de guerra, incluyen las siguientes interpretaciones:

 

«La guerra es violencia socialmente sancionada para lograr un propósito político. […]

 

Clausewitz creía que la guerra es un subconjunto de la teoría más amplia del conflicto. Definió la guerra como un “duelo a mayor escala”, “un acto de fuerza para obligar a nuestro enemigo” y una “continuación de la política por otros medios”. Destilando su esencia, la guerra es una lucha violenta entre dos (o más) voluntades hostiles e independientes, cada uno tratando de imponerse en el otro. Como dice Clausewitz, “la guerra es un choque violento de testamentos”.»[5]

 

Además identifican formas en qué las capacidades militares y no militares se complementan, dividen las operaciones en combativas y no combativas, en militares y no militares. Para cada una de ellas disponen documentos normativos específicos que parten de las indicaciones generales a cumplir para la realización de “acciones conjuntas” y la “coordinación interagencias”.

 

En la aproximación que realizan a la definición de guerra emplean términos como: violencia socialmente sancionada, conflicto, duelo, acto de fuerza, violencia entre voluntades y no le adicionan el apellido obligatorio de armada o combativa.

 

La violencia tampoco se restringe al uso de armas convencionales, ni a la violencia física. Son perceptibles los incrementos en la cantidad y calidad de denuncias de otros tipos de violencia, entre ellos: la psicológica, económica, simbólica…; o empleando otras perspectivas: de género, racial, por preferencias sexuales. Estas y otras modalidades han ganado visibilidad y se unen a las que con anterioridad eran más difundidas y por las cuales se llevaron a cabo encarnizados combates y se extendieron por años.

 

Guerras religiosas forman parte del currículo de diferentes niveles de enseñanza y hasta tema de variados tipos de arte. Guerras ideológicas son constantes y no solo circunscritas a los ámbitos de la propaganda e información. Su historia acompaña las historias convencionales de las guerras. Saltan cuando aparece una ideología que es avizorada como peligro potencial o real para otra, pero como norma se esconden bajo otros pretextos, los que emplean como camuflaje.

 

La Guerra no se reduce a la lucha armada, ni tiene por obligación que incluirla. Estudiosos actuales apuntan que:

 

«Hoy, la Estrategia, ya no es sólo sinónimo de empleo de fuerzas y medios durante la guerra, sino también de la preparación dinámica de estos en la paz. Y como paz y guerra no están desconectadas, no existen ya dos estrategias diversas, sino sólo una cuya diferenciación es el grado de violencia con que se aplica.»[6]

 

En esta propuesta se parte de la relación dialéctica guerra – paz que, por ser contrarios, no solo se excluyen, sino que se presuponen. Como indicador para inclinar la balanza hacia uno u otro, utilizan el grado de violencia, y nuevamente sin apellidos. No tiene por qué haber presencia de lucha armada.

 

En la actualidad, los niveles de rabia, ira, furia y hasta de odio se han exacerbado. Estos se expresan en varias esferas de la vida social, responden a esencias y necesidades del propio sistema capitalista imperante que lucha por mantener y si le es posible incrementar su poder. Sus herramientas y recursos son ensamblados en todo un sistema. Los emplea, tanto en el interior de sus propios países, como hacia el exterior, contra los que optan por construir un nuevo modelo de sociedad o aquellos que identifican como peligros potenciales o reales por convertirse en posibles competidores y en consecuencia amenazas, o contra quienes asumen posiciones que consideran en desacato.

 

Agresiones, ataques aislados, hechos de extrema violencia y con cifras elevadas de muertos y heridos también se realizan con el empleo de armas convencionales y no por ello se llega a la conclusión de que ese país está en guerra. Para alcanzar ese estadio, a los niveles de intensidad de la violencia hay que añadir otros indicadores, entre ellos, el ritmo, la constancia con la que se realizan, esa que devela sistematicidad. Al seleccionar un período de tiempo relativamente extendido,hay que valorar si se aprecian o no incrementos sustanciales, tanto en el ritmo de aparición de agresiones y fenómenos vulnerados, como en la intensidad de la violencia con la que se manifiestan. Solo entonces podemos arribar a la conclusión de que ese país o territorio está enfrentando o no una guerra.

 

Las bajas no deben ser circunscritas a muertos, heridos y detenidos. Hay otros tipos que pueden llegar hasta ese tipo de condición, (heridos o muertos), producto de agresiones externas o auto infringidas, pero este no es un indicador que define si se está o no en guerra. Las pérdidas ocasionadas en este tipo de guerra se localizan en la cantidad de individuos que son empujados a realizar actos no deseados o repudiables, en aquellos en los que son perceptibles degradación de valores distintivos de los seres humanos, esos que han sido defendidos como estandartes. En lugar de acertados gustos, sentimientos, ideas, voluntades, conductas, aparecen sus antípodas.

 

El sujeto agresor, como norma, no viste uniforme militar, ni tiene que pisar suelo para combatir. Ello no implica que en esa guerra no exista ejército. En ella está presente, pero formando un nuevo tipo de agrupación, en la que no tienen por qué estar hombres portando armas convencionales, sino que disponen y emplean armas no convencionales. No lucen el uniforme, aunque parte de sus miembros sean activos integrantes del ejército tradicional. Otros son aportados por otras fuentes, entre ellas: agencias, organizaciones no gubernamentales, compañías privadas, entre otras.

 

La forma en la que se divulga la concepción de la Guerra No Convencional también contiene ingredientes subversivos. Tratan de que esta sea aprehendida de forma tal que el ejército de los países seleccionados como blancos de embestida se abstenga o al menos demore su participación en las acciones, esperando por la aparición del tradicional sujeto contrario, del ejército convencional y que se lleven a cabo maniobras similares a las incluidas en los respectivos programas de preparación. Las fuerzas de asalto están en acción, realizando la guerra en un teatro de operaciones diferente y con el empleo de otras armas.

 

El calificativo habitual puede servir, tanto para caracterizar un orden estable, saludable, distendido; como su contrario, sometido a constantes agresiones, tensiones, represalias, denuncias… Hay países que cotidianamente están sometidos a ese sistema de agresiones. El hecho de que contra ellos no se lancen armas convencionales no implica que no estén enfrentando la guerra que se les hace.

 

El salto al estado de guerra es perceptible cuando es sostenida la aceleración en los ritmos, en la cantidad y diversidad de agresiones, con elevados grados de violencia. Contra Cuba se iniciaron agresiones de todo tipo, económicas, políticas, militares, ideológicas. En 1961 tuvo lugar la invasión mercenaria y la primera victoria sobre el imperialismo en América. Que durara menos de 72 horas no le quita la condición de guerra en las arenas de Playa Girón. Le sucedieron evidentes peligros y amenazas de intervención militar, así como la posibilidad de realización de ataques militares a objetivos seleccionados.

 

Si giramos la mirada a otro ámbito, por ejemplo a la economía cubana, en ella podemos constatar que desde el mismo año del triunfo de la Revolución, el gobierno de EE.UU. inició acciones dirigidas a agredirla.

 

Comenzaron con presiones y chantajes económicos, pasaron a sabotajes contra objetivos económicos, modificaron leyes, entre ellas las que disponían el azúcar cubano como contingente preferencial para el comercio con EE.UU. Incluyeron a Cuba como país que debía someterse a las restricciones establecidas en la Ley del “Comercio con el Enemigo”, llevaron a cabo el boicot contra el suministro y refinación de petróleo soviético, se le suprimió la cuota azucarera, se congelaron los activos cubanos en EE. UU., se eliminaron todas las transacciones económicas. Esta escalada se produce entre 1959 y 1961. El 3 de febrero de 1962, el entonces presidente John F. Kennedy emitió la Proclama 3447, que decretó el “embargo” total del comercio con Cuba. Con esa disposición le confirió carácter oficial al conjunto de agresiones que EE. UU. venía realizando desde 1959 y que en tres años fueron engrosando su número así como ascendiendo en crueldad. Es decir incrementaron su cantidad, así como en el grado de violencia.

 

Desde entonces, Cuba no solo enfrenta el Bloqueo Económico Comercial y Financiero, que por sí solo es un acto de guerra, sino que lucha contra la guerra económica que se le hace. Esta se ha mantenido durante más de 60 años y no ha disminuido en su grado de violencia, por el contrario, no ha dejado de ser engrosada con la adición de medidas, paquetes de medidas y nuevas leyes.

 

Al hojear la esfera de la cultura esta nos muestra otras aristas. En los primeros años de la Revolución se priorizaron otras vías de agresión, la cultura se empleó como complemento. Entonces podemos hablar de guerra económica, diplomática y política; esferas en que la guerra se mantiene hasta hoy.

 

Desde la década del 50 del siglo pasado, EE.UU. comenzó a ver la cultura como una importante esfera a través de la cual alcanzar sus objetivos, sin tener que hacer empleo de los tradicionales contingentes militares. En la década de los 80 ya tiene experiencias y mayor claridad. Ello se hace evidente en la producción de centros de investigación conocidos como tanques pensantes, entre ellos, los Programas de Santa Fé.

 

En el Programa Santa Fé Ide 1981, se indica: «El objetivo de la guerra lo constituyen las mentes de la humanidad. La ideopolítica habrá de prevalecer. …»[7] En 1990 aparece Santa Fé II y ya devela que «La USÍA es nuestra agencia para llevar a cabo la guerra cultural.»[8] En el 2003, en Santa Fé IV, llegan hasta emplear una parte del legado de un filósofo marxista como fundamento de sus propuestas y de la que pueden derivarse importantes decisiones: «Lo más importante es la destrucción cultural, según la prescribe Antonio Gramsci. Al cambiar la cultura, el cambio político y económico está virtualmente asegurado.»[9]

 

Estas propuestas de políticas se fueron refrendando en documentos normativos del gobierno de EE.UU. La importancia que le van concediendo a la cultura y a la guerra cultural se va incrementando. Reflejo de ello se puede constatar en toda la pirámide de documentos de la Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU. En consecuencia, van aumentando el empleo de resortes de la cultura para el logro de sus objetivos.

 

La estrategia de erigir la cultura en arma de guerra y de desplegar la guerra cultural contra el mundo se fue haciendo realidad y Cuba no es la excepción. Contra la Isla, en las décadas del 60, 70 y 80 se llevaron a cabo agresiones contra diferentes sectores de la cultura cubana. En la década del 90 comienza una escalada y el Siglo XXI evidencia que estamos en presencia de guerra cultural en todos los frentes, no solo contra el sector de la cultura artístico-literaria.

 

Lo apuntado hasta aquí exige continuidad, tanto en el despliegue de elementos sobre el segundo término que le sirve de base “guerra cultural”: cultura; como para aportar fundamentos que respalden que contra Cuba se lleva a cabo una multilateral guerra cultural, así como que esta es una de las cartas acariciadas en la apuesta del Imperio.

 

 

* Doctor en ciencias filosóficas, profesor e investigador titular. Investigador del Instituto de Filosofía.

https://orcid.org/0000-0002-8965-2851

 


Referencias bibliográficas

 

[1] ATP 3-05.1. La Guerra No Convencional. Estado Mayor. Departamento del Ejército. Washington, DC, 6 de septiembre de 2013, p. 162. Disponible en: https://www.academia.edu/37957963/ATP_3_05_1_LA_GUERRA_NO_CONVENCIONAL_SEPTIEMBRE_DE_2013

[2] Ibídem, p. 24

[3] Ibidem, p. 100

[4] Clausewitz, Karl Von. De la guerra. 1832. Editado por Librodot.com, 2002, p. 19. Disponible en: http://lahaine.org/amauta/b2-img/clausewitz%20van%20Dela%20guerra.pdf

[5] JP 1. Joint Publication 1. Doctrine for the Armed Forces of the United States. 25 March 2013. Incorporating Change 1 12 July 2017, p. I 3. Disponible en: https://www.jcs.mil/Portals/36/Documents/Doctrine/pubs/jp1_ch1.pdf

[6] Agozino, Adalberto y Cosentino, Graciela. Diccionario de Inteligencia. Editorial Seguridad y Defensa, Buenos Aires, Argentina, 2005, p. 36.

[7] Programa Santa Fé I. (L. Francis Bouchey - Roger W. Fontaine -David C. Jordan Gordon Summer - Lewis Tambs, Ed. Introducción por Ronald F. Docsai).Comité de Santa Fe: “Una nueva política interamericana para los años 80”.. En Documento secreto de la Política Reagan para a América Latina. Editora Hucitec. Sâo Paulo, 1981

[8] Programa Santa Fé II. (L. Francis Bouchey - Roger W. Fontainte - David C. Jordan, editor Tte Gral. Gordon Summer, hijo). Una estrategia para América Latina en la década de 1990. Comité de Santa Fe: Una estrategia para América Latina en la década de los noventa, Ed. Mimeo, s.d.

[9] Programa Santa Fe IV. Informes especiales. La política imperialista de Bush. “El futuro de las América: Temas para el nuevo milenio”. 30/03/2003

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