La guerra no convencional aún tiene un largo camino que recorrer en Ucrania: para ambos bandos.

18 de Marzo de 2022

Foto: Cortesía del Autor

Esta mezcla de deseo y predicción no se aparta de la realidad: una guerra irregular contra la invasión rusa podría ser el escenario más deseado para Ucrania, pero sobre todo, para Estados Unidos (EE.UU.) y sus aliados; porque resulta, a largo plazo, la vía que implica mayor desgaste para Rusia y en la que las capacidades de empleo indirecto del poderío imperialista pueden conducir mejor el desenlace de los acontecimientos.

 

Mientras la guerra en Ucrania transite sobre el umbral del enfrentamiento convencional, poco pueden hacer EE.UU. y sus aliados de la OTAN más que observar “por la ventana”, compartir sus datos de inteligencia con las fuerzas ucranianas e infiltrar armas para que traten de hacer la diferencia en el campo de batalla. Pero hasta ahí llega la cosa, nada de botas en el terreno y nada de levantar un dedo contra los rusos de forma directa. 

 

Durante más de medio siglo, las técnicas para esa participación indirecta se han perfeccionado, bajo la doctrina de las operaciones encubiertas; de la negación plausible; de la guerra irregular y más específicamente, de la Guerra no Convencional.

 

No sería la primera vez que EE.UU. prevé el empleo de sus Boinas Verdes para entrenar guerrillas contrarias a Moscú en su esfera de influencia. Entre 1952 y 1989, decenas planes de Guerra no Convencional se establecieron e incluso tomaron forma como contingencia a una posible invasión de la URSS a naciones del bloque europeo en épocas de la Guerra Fría. El combustible de esas guerrillas: el nacionalismo extremo, el nazismo sobreviviente y el sentimiento anticomunista y antirruso, ¿les suena familiar?

 

Por los caminos de aquellas lluvias hemos llegado a estos lodos, y más de un tanque pensante y oficiales retirados de la comunidad de fuerzas especiales de EE.UU. ya han afirmado que en Ucrania existen todos los ingredientes necesarios para patrocinar una guerrilla exitosa que le saque el aire a Rusia durante una larga guerra intestina, que desangre su economía y drene su maquinaria bélica en una suerte de Chechenia incrementada o un Afganistán 2.0.

 

Putin habló de “desmilitarizar” y “desnazificar”, dos tareas simultáneas pero no necesariamente similares. La guerra convencional garantiza la primera, degradando y llevando a la edad de piedra la maquinaria bélica de Kiev, que había sido colocada al servicio de los fascistas del batallón de Azov y los herederos de Stephan Bandera.

 

Lo segundo, lleva una combinación de métodos, sobre todo irregulares, y será el camino para que la Guerra no Convencional sea librada entre dos potencias en el teatro de operaciones ucraniano. Un campo peligroso donde las partes tratarán de mantener la “baja intensidad” mientras sea posible.

 

Las variables van desde bases logísticas y de entrenamiento en las fronteras de Ucrania; rutas de armas y avituallamientos; gobiernos en el exilio y “safeheavens”; hasta la inserción de fuerzas de operaciones especiales en sensibles actividades encubiertas, orientadas a dirigir a la resistencia; algo para lo que han entrenado durante toda su vida no pocos comandos de varias naciones occidentales, sobre todo las Fuerzas Especiales del Ejército de EE.UU. 

 

Los mercenarios y contratistas son otra forma en la que EE.UU. dirá que no fueron sus militares los que entraron en Ucrania, sino “espíritus libres” llevados de la mano por el dinero, y con amplios expedientes en las academias de fuerzas especiales yanquis, como ya hemos visto tantas veces.

 

Ojalá y la paz se abra camino, ágil y resuelta, entre la espesa niebla de guerra. Por el bien del pueblo ucraniano, víctima mayor de todo esto y por el bien de la humanidad, que sabe que las campanas de Ucrania doblan por todos los rincones del orbe, adonde no dejarán de llegar las cenizas de una guerra nuclear, siempre posible.   

 

  • Foto: Cortesía del Autor

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