A cuatro años de ese amanecer fatídico, en el que los cubanos nos levantamos con la noticia de la muerte de Fidel, siento su permanencia  en cada hijo de esta Isla. Nunca lo vi personalmente, pero sabía que él estaba ahí, velando por todos nosotros como un padre lo hace por los hijos.

Entonces participé en la cobertura periodística de sus honras fúnebres, lo cual fue un honor. En cada una de las imágenes se reflejaba el tributo de  la Patria y escribíamos la historia de esos días de duelo nacional.

En las calles la tristeza se palpaba en el aire, el pueblo… En La Habana tuve la oportunidad, por mi profesión, de estar en diferentes lugares y captar con el lente  el r homenaje al Comandante en Jefe y la reafirmación de nuestro compromiso con el concepto de Revolución.

A todo cubano en esas largas horas, y aún hoy, se nos hace un nudo en la garganta al escuchar el tema Cabalgando con Fidel. Cada acto o velada terminó con la ratificación: ¡Yo soy Fidel!