El legado de las FAR en una familia

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18 de Junio de 2023

El legado de las FAR en una familia. Foto: Bega

 

La familia, la escuela, la sociedad, la educación, temas de gran valor en la actualidad debido a los diversos factores que están influyendo en su transformación. Intentar que los hijos se parezcan a sus padres ha sido una preocupación de antaño. Los progenitores resultan ser más descendientes de su tiempo que de quienes lo concibieron. Así sucede con las nuevas generaciones. Solo el buen ejemplo, para unos de alguien, para otros de muchos, podrá formar mujeres y hombres dignos en cualquier época.

 

 

El general de división de la reserva Manuel Pérez Hernández escogió el camino correcto no solo por la simple razón de haber nacido con un corazón noble, la influencia familiar fue primordial en su decisión. La madre sintió el despojo de las comodidades de su casa por casarse con un carretero. A pesar de la pobreza en que vivió supo distinguir entre el bien y el mal. Un día, el jefe de la Guardia Rural de Ranchuelo, territorio de Villa Clara, la visitó para plantearle la incorporación de sus hijos al servicio del ejército del dictador Fulgencio Batista. Inmediatamente, ella respondió: “Señor Jiménez —como llamaban al militar— prefiero ver a mis hijos muertos antes que vestidos de amarillo — color del uniforme de los batistianos”. El guardia salió enfurecido de la vivienda.

 

 

Manuel era un adolescente y ver aquella actitud le resultó suficiente para mantener su posición contra aquel régimen. Él se había incorporado a una célula del Movimiento 26 de Julio a finales de 1957 con 16 años de edad. A punto de triunfar la Revolución el 1.0 de enero de 1959 participó junto al Ejército Rebelde en la ofensiva final.

 

 

Fue uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y, a su vez, estuvo integrado a la institución durante 54 años. Esta sería su gran universidad. Se formó como tanquista y vive convencido de que una dotación educada por Fidel Castro Ruz y su hermano Raúl es invencible. Para quien desde pequeño ordeñó vaca, trabajó en la agricultura y manejó todo tipo de tractor, los equipos pesados le resultaban afines.

 

 

Las FAR dejarían otra impronta en el hombre que por su robustez parece medir dos metros de altura: valores necesarios en una familia.

 

 

Momentos de efervescencia

 

 

Una línea vertical divide su frente, la cual hace pensar que frunce el seño a pesar de permanecer sereno, esta le da una connotación mayor al rostro. Mientras habla enfatiza con sus manos las palabras, un dedo golpea la mesa, otro apunta hacia el futuro, otro roza su barbilla y con las dos manos dibuja un torbellino en el aire al hacerlas girar.

 

 

Manuel explicó que son diez hermanos, tres pertenecieron al 26 de Julio y al Ejército Rebelde y seis cumplieron misiones internacionalistas por las FAR. De sus cuatro hijos, dos se mantienen activos en la institución armada y el resto en algún momento laboró en ella. Posee siete nietos, cuatro han pasado el Servicio Militar Activo (SMA) y una estudia en la Universidad de La Habana como cadete insertada del Ministerio del Interior (Minint). “Esta no será una familia extraordinaria, pero sí revolucionaria”, aseguró el general de división.

 

 

Durante las coordinaciones de las entrevistas para este trabajo falleció uno de los hermanos, Orlando, quien compartiría con nuestros lectores sus experiencias. A pesar del dolor, su esposa Digna Emérita Pérez Becerra accedió a revivir pasajes de su vida.

 

 

El coronel de la reserva Orlando Pérez Hernández a los 13 años de edad se vinculó a la clandestinidad. Participó en la Lucha Contra Bandidos en el Escambray y, en noviembre de 1975, llegó a Angola con el batallón de Seguridad, cuando la capital, Luanda, estaba cercada prácticamente. En ese país efectuó tres misiones militares. Dirigió el regimiento de Paracaidistas de las FAR y ocupó otros cargos de importancia. Su ejemplo también contribuyó a encaminar a sus retoños.

 

 

Su hermana Rosa María no perteneció al de Verde Olivo, pero sí al de educadores. Con 12 años de edad y sexto grado se fue a alfabetizar a Minas de Frío.

 

 

Ante el llamado de las FAR y la Patria a cumplir con el gesto solidario de liberar otras naciones, Wilfredo, el séptimo de los hermanos, narra que a una guerra se va sin saber si se regresa. Rememoró: “Aquellos eran momentos de efervescencia y uno iba con los deseos de cumplir porque sabía que si algo le pasaba la Revolución se haría cargo de los seres queridos”. 

 

 

La confianza generada por la máxima dirección del país ha permitido movilizar al pueblo en momentos difíciles, lo cual ha sido posible, además, por la unión de las familias; Manuel consideró que esta representa el eslabón clave de una sociedad, para el futuro de los hijos y la perpetuidad de la Revolución. “La familia unida es un bastión”, afirmó.

 

 

Esa misma idea la ha tenido presente en la suya. Recordó a su madre decir que un hermano cuando puede ayudar a los demás económicamente debe hacerlo y no esperar nada a cambio porque entre ellos no hay deudas.

 

Sus enseñanzas las reflejó su hijo mayor, coronel Manuel Pérez Sotolongo, al asegurar: “Mis compañeros de trabajo supieron que mi padre era un jefe de alto rango el día de mi ascenso a teniente coronel. Nunca admitió que viviéramos de prebendas ni de los cargos ocupados por él. Desde pequeño nos inculcó que debíamos  ganarnos la vida con el sudor propio”, concluyó quien fue condecorado con la medalla de Cuito Cuanavale.

 

 

Sibelys Pérez Sotolongo es teniente coronel del Ministerio del Interior, siempre quiso entrar en la vida militar por la influencia del padre y el hermano. Comenzó a estudiar ingeniería en Telecomunicaciones como cadete de las FAR y en tercer año lo dejó por problemas de salud. Continuó en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría, conocido como CUJAE. No le bastó y al graduarse ingresó en el Minint. Al igual que ella, el esposo, teniente coronel Ariel González Balillo de la misma institución, lleva 32 años de servicio.

 

 

Ambos reconocieron vivir en una familia cohesionada, donde todos no piensan igual, pero sí defienden los mismos principios. “El respeto y la disciplina después de tanto tiempo prevalecen en el seno familiar”, reafirmó Ariel.

 

 

Por su parte, Sibelys ve al abuelo de sus hijos como un hombre recto, y a la vez, afable, dócil, que nunca quiso ser una sombra en la vida de los demás. “No impone los criterios y busca tiempo para hablar con los nietos sobre los hechos históricos, los momentos de la Revolución, para saber cómo piensan”.

 

Liliana González Pérez, la descendiente menor del matrimonio, manifestó que no se puede negar la influencia de la vida militar en la casa. La disciplina, lo estricto, va calando en la formación, por eso eligió ser cadete del Minint, ya que resulta una forma más directa de cumplir con el deber de la Patria.

 

 

Adrián Pérez Muñoz, nieto del general de división, refirió que celebran todos los 26 de Julio en el hogar, así como el cumpleaños del Comandante en Jefe Fidel Castro. Además, desde pequeños tienen la tarea de las labores de jardinería...

 

 

“Luego de pasar el SMA no solo aprendemos a ser disciplinados a la hora de tender la cama sino en la vida misma, en los compromisos que se contraen, en el trabajo; a ser responsables y organizados”, agregó.

 

 

El hermano de Liliana, Gabriel, no dejó pasar por alto que siendo niño participaba en los Días de la Defensa. Todavía sigue vinculado a estas actividades cuando las realizan en la CUJAE, donde estudia Ingeniería Automática. Comentó que en ese centro universitario hay muchos jóvenes con deseos de pertenecer a las FAR una vez terminada la carrera, por las expectativas y posibilidades profesionales que están brindando.

 

 

Operación Baraguá

 

Cuando Josefina Bosque González, quien fue trabajadora civil de las FAR y el Minint, conoció a Manuel, este le dejó bien claro que la Revolución estaba primero y después la familia. Ya llevan casi cuatro décadas de casados y aunque el general haya pasado a la reserva esa máxima continúa.

 

 

Manuel Pérez Hernández fue el encargado de trasladar, secretamente, la brigada cubana que apoyaría la lucha por la independencia de Etiopía: Operación Baraguá. Luego volvería a esa tierra como jefe de la Misión Militar y participaría en las conversaciones por la paz. En ese último viaje estarían junto a él su esposa e hija menor, Masiel.

 

 

Ella contó que prácticamente creció en una unidad, porque con cuatro años jugaba con los soldados y convivía con aquella disciplina. Luego decidió estudiar en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos de Holguín y allí ni el grado de su padre la salvó de las medidas disciplinarias.

 

 

Los padres iban los fines de semana, debido a la retención del pase, y le decían que no podían sacarla porque algo había hecho. La educaron en el precepto de que cada cual era responsable de sus actos.

 

 

Graduada de Fiscal General trabajó en distintas unidades de las FAR y, más tarde se incorporó al Ministerio del Interior. Ahora es capitán de la reserva y trabaja en la empresa de Seguros Nacionales.

 

 

Es partidaria de que la escuela forma a futuros profesionales, pero la educación en el hogar resulta primordial para lograr a un hombre de bien. “Mi padre me enseñó que las cosas se obtienen con sacrificio, hay que trabajar y eso se lo inculcó a mi hija, así como el amor a los símbolos, héroes, nuestra historia”, resaltó.

 

No será una familia extraordinaria, como mencionó el general de división en párrafos anteriores, pero sí unida y fieles a la Patria. Indudablemente, las FAR contribuyeron a su consolidación.

Manuel siente satisfacción de sus frutos y comprende que los jóvenes de hoy tienen otros intereses. Para él, el hecho de que no quieran ser militares no significa que están en la línea incorrecta. “No pueden parecerse a mí en todos los sentidos, pero en cuanto a los principios revolucionarios y la fidelidad sí. Puede cambiar el momento histórico, aun así, la esencia del pensamiento debe mantenerse firme”, sentenció con el dedo anular de la mano derecha apuntando hacia el futuro.

  • General de división de la reserva Manuel Pérez Hernández.

  • Acompañan al general de división sus hijos y yernos.

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