Una controvertida agrupación política de principios del siglo XX

20 de Mayo de 2024

Una controvertida agrupación política de principios del siglo XX (1ra parte )

 

Cuando los relojes marcaron exactamente las 12 meridiano del 20 de mayo de 1902, en toda La Habana se dejaron escuchar 45 cañonazos provenientes de la fortaleza de San Carlos de la Cabaña. En la bahía, los buques fondeados hicieron sonar sus silbatos y sirenas, mientras que las campanas de las iglesias ensordecían a los fieles. Algunos de ellos, mezclados con la multitud que aclamaba el fin del dominio español en la Isla, se enjugaban las lágrimas vertidas en memoria de décadas de angustia y muerte: más de 10 mil 660 mambises habían perecido en batalla para arribar a este preciado momento.

 

Sin embargo, la bandera que se arrió en el castillo del Morro y el Palacio de los Capitanes Generales a la vista de miles de habaneros, no era contra la que se había luchado desde 1868: esta tenían barras y estrellas y nada justificaba que estuviese en lo alto de un mástil cubano. Incluso, quien bajó la bandera intrusa en el Palacio e izó la nuestra no fue un oficial del derrotado ejército español, sino un sargento de la 7ma. Caballería de los Estados Unidos. (*)

 

Con esta paradoja comenzaba el siglo XX para los cubanos. No obstante, no fue la única. Aunque buena parte del mambisado que doblegó a las tropas ibéricas, incluyendo oficiales del rango de los Maceo, Quintín Bandera, Guillermón Moncada y Jesús Rabí, eran negros, estos comenzaron a sentir el peso de la discriminación racial no bien la República fue instaurada.

 

El licenciamiento del Ejército Libertador constituyó un golpe fatal para las aspiraciones de erigir una nación libre y soberana, puesto que desorganizó y dispersó las fuerzas que hubieran podido oponerse a la política imperial de "la fruta madura", diseñada muchos años atrás.

 

Además, creó roces profundos entre los garantes de la dignidad nacional alcanzada con el filo de los machetes: el Generalísimo Máximo Gómez y la Asamblea del Cerro. La perfidia imperialista y la colaboración de personajes como Tomás Estrada Palma y Gonzalo de Quesada, hicieron que esos polos patrióticos se enredaran sobre cuánto se debía pagar al Ejército Libertador y no pudiesen mirar con luz larga las consecuencias de un licenciamiento precoz.

 

Se desconoce el número exacto de negros integrantes de las tropas mambisas; tampoco los que sobrevivieron a la contienda y luego licenciados al final de la guerra. No obstante, la cifra de combatientes de ese color al término de la guerra no debió ser despreciable, porque era usual en esos tiempos que los esclavos acompañaran a sus “dueños” en cualquier evento: por cada hacendado patriota que se alzaba—fueron muchos— decenas de ellos también lo hacían; otros se incorporaban por mero deber con la tierra donde vivían. De acuerdo con datos de la época, en nuestra Isla habitaban un millón 600 mil ciudadanos al comenzar la Guerra del 95, de ellos 800 000 eran negros, o sea, la mitad de la población; una alta cifra de ellos se unió a la lucha por la independencia.

 

En el artículo titulado The Revolt in Cuba, publicado por el semanario británico The Saturday Review del 12 de febrero de 1896, el legendario primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill, apuntaba: […]dos quintas partes de los insurrectos en campaña y, con mucho, los más valientes y disciplinados, son negros […]

 

Leña al fuego

 

Sería ingenuo pensar que no persistieran prejuicios racistas entre las tropas mambisas. El general José Maceo los sufrió cuando el Consejo de Gobierno de la República en Armas lo reemplazó durante la Guerra del 95 —sin justificación válida— por Mayía Rodríguez en primera instancia y más tarde por Calixto García en la dirección de la jefatura de la región oriental. Sin embargo, esos remanentes racistas fueron agudizados y profundizados con la entrada en la guerra de los “rangers” estadounidenses. Veamos varios ejemplos.

 

Desde la primera ocupación yanqui —enero de 1899—se negó la participación de negros en ceremonias oficiales y en la policía; al heroico general de las tres guerras y presente en la Protesta de Baraguá, Quintín Bandera, lo licenciaron, pero no le pagaron lo acordado. Con posterioridad le ofrecieron un trabajo de cartero.

 

Mientras los congresistas blancos fueron invitados con sus cónyuges a una celebración oficial efectuada en la primera década del siglo, al periodista y senador Martín Morúa Delgado, de madre negra y padre español, no se le permitió llevar a su esposa.

 

En este contexto de arbitrariedades, surgió en 1908 el Partido Independiente de Color (PIC) para luchar contra la discriminación racial. El albañil Evaristo Estenoz —había luchado en la Guerra de Independencia— fue nombrado para presidirlo. Dos años más tarde, la Ley Electoral prohibió los partidos raciales o de clase, por lo que entre los Independientes de Color fue creciendo la idea de que era preciso lanzarse a una lucha armada para presionar al Congreso y reconsiderar la ley.

 

(*)La bandera cubana izada por el sargento yanqui fue arriada momentos después y sustituida por otra idéntica. Las manos enjutas, pero firmes y dignas que ascendieron la nueva bandera fueron las del Generalísimo Máximo Gómez.

 

Una controvertida agrupación política de principios del siglo XX (2da parte )

 

Otro 20 de mayo, pero de 1912, los integrantes del Partido Independiente de Color (PIC), se alzaron en armas. El levantamiento estuvo bajo la dirección de Evaristo Estenoz y del coronel mambí Pedro Ivonet. Las acciones principales ocurrieron en parte de Las Villas y en la totalidad de la provincia de Oriente. El 27 de junio de ese año, Estenoz fue fusilado junto con otros 50 rebeldes. El golpe final contra el levantamiento se dio el 12 de julio, cuando Ivonet se rindió en las cercanías del Caney y murió mientras, supuestamente, trataba de escapar. Con la desaparición física de sus líderes, el movimiento de los Independientes de Color llegó a su fin.

 

Según estimados de la época, unos 3 mil integrantes del partido de Estenoz murieron en combate, con solo doce bajas los represores, casi todos voluntarios que apoyaban al ejército oficial. No obstante, es posible que estas cifras hayan sido exagerados por la prensa, según criterios de algunos historiadores.

 

Progresistas ideas sociales

 

Paralelamente a las acusaciones de que el PIC azuzaba el racismo, los interventores y sus seguidores temían asimismo a las reivindicaciones de su plataforma programática, muy avanzadas para su época. Relacionamos a continuación sus aspectos centrales:

 

  • Repatriación por cuenta del Estado de todos los cubanos que quisieran regresar al país y estuvieran carentes de medios.
  • Nacionalización del trabajo, mediante ley que garantice la admisión de cubanos con preferencia a los extranjeros.
  • Distribución en colonias de tierras del Estado para los que carezcan recursos.
  • Jornada laboral de ocho horas.
  • Leyes para regular el trabajo infantil.
  • Seguros contra accidentes del trabajo.
  • Enseñanza gratuita y obligatoria, incluyendo la universitaria.
  • Inmigración no selectiva, debido a los intentos de “blanquear” el país.
  • Jurados constituidos por ciudadanos de ambas razas.
  • Oposición a la pena de muerte, pues estimaban que los negros eran las principales víctimas.
  • Reforma penal para crear verdaderas instituciones correccionales, pues la mayoría de los que iban a prisión eran pobres y analfabetos y se les debiera enseñar oficio para su mejor reintegro a la sociedad.
  • Tribunales laborales para mediar en las disputas entre el capitalista y el trabajador.
  • El nombramiento de ciudadanos de color en el cuerpo diplomático.

 

De otra parte, el PIC sostenía valoraciones interesantes sobre el Socialismo, ideología que apenas se conocía en nuestra Isla. En Previsión, órgano propagandístico del PIC, se expresaba: «Por imperiosa exigencia de la civilización, que no puede detenerse en su marcha vertiginosa y ha de girar, al fin y al cabo, en el radio del Socialismo Científico imperante en Inglaterra, Alemania; todo hombre de color, que de culto se aprecie y por culto y adelantado se distingue, debe conocer».1

 

No debe descartarse que junto con el miedo al negro, los políticos y politiqueros de toda clase veían con recelo también a una mayor justicia social como la propugnada por el PIC. Temor que persistió aun después de exterminado ese movimiento.

 

Consideraciones finales

 

El objetivo del PIC era correcto, aunque el método para alcanzarlo no fue el óptimo: no solo los negros sufrían el latigazo de la intervención estadounidense, era todo cubano pobre y trabajador. Un movimiento insurreccional más inclusivo era fundamental para lograr las metas trazadas. Más aún, se tiene registro de que gran cantidad de negros se negaron a participar en el conflicto porque primó en ellos la condición de cubanos por sobre la de su color.

 

Asimismo, la trayectoria de este movimiento indica que el denominado alzamiento no fue sino una intentona para incentivar una mediación estadounidense. Sus integrantes estimaban que así se reconsideraría la legalización del Partido— vetado por la Enmienda Morúa de 1910— y al mismo tiempo se evitaría un derramamiento de sangre. Tenían en mente que el PIC fue autorizado durante la segunda intervención norteamericana, pero ahora la historia era otra.

 

El Imperio consideraba que “la fruta” había madurado y estaba empeñado en conservarla fresca y segura para sus futuros negocios. Así las cosas, cuando el Gobierno estadounidense conoció de la revuelta, desembarcó marines en la zona de Daiquirí para proteger los intereses de la Spanish American Iron Co. y Cuba Cooper, entre otras. El 5 de junio de 1912, 500 marines ocuparon la ciudad de Guantánamo e incluso tuvieron un encuentro armado en una zona cercana a Imías, entre diversas acciones.

 

No obstante, el PIC, su programa político y la hombradía de sus integrantes, puede considerarse como ejemplo de coraje y de ideas sociales que presagiaban nuevos derroteros.

 

Fuentes consultadas

 

Miranda, Olga. Vecinos indeseables. La Base Naval de Guantánamo. Ed. Ciencias Sociales, 2da. Edición, 2008.

Rodríguez, Rolando. La Conspiración de los Iguales. La Habana, Imagen Contemporánea, 2010.

Cepeda, Rafael. Manuel Sanguily frente a la dominación yanki. Ed. Letras Cubanas. La Habana, 1986, pág., 194.

Rodríguez García, Rolando. Cuba: Las máscaras y las sombras. La primera ocupación.. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2007. T.2, pág. 200.

Pichardo Hortensia.Documentos para la historia de Cuba(2da. ed.). La Habana, Ed. Pueblo y Educación, 2000, T.2, pág. 19.

Yglesia, Teresita.El Segundo Ensayo de República, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1980, pág.244

 

 

 

Referencia

1-Castro Fernández Silvio.El Partido Independiente de Color, Granma, año 12, no 218, La Habana, 6 de agosto de 2018

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