Magdalena Peñarredonda: modelo de paciencia y patriotismo
“Modelo de paciencia y patriotismo”, así calificó el Apóstol a Magdalena Peñarredonda Doley, la cubana que no cejó en sus ideas y sentimientos contra el dominio colonial español sobre la Isla. Los artemiseños la cobijan entre sus mujeres vestidas de Patria; orgullo de Quiebra Hacha donde nació el 22 de julio de 1846.
La hija de Hilario, natural de Santander, España, y de Amelaide, descendiente de inmigrantes franceses llegados de Haití, combinó en su recia personalidad los ideales de justicia de uno y de laRevolución Francesa de la otra.
Una vez casada se trasladó a La Habana donde, a través de sus tertulias, estableció vínculos con intelectuales criollos, entre ellos destacan Enrique José Varona, Manuel Sanguily y Julián del Casal; pero desde edades tempranas, Magdalena y sus hermanos arriesgaron sus vidas para colaborar con conspiradores independentistas. Quienes la conocieron no se extrañaban de verla recaudando dinero, medicina y trasladando armas y otros pertrechos para la causa y los hombres que peleaban en la manigua redentora.
Inmerso en estas acciones, su hermano Federico fue asesinado por los colonialistas españoles; el desgarrador hecho provocó, incluso, el suicidio de su padre; grande fue el sufrimiento de Magdalena, y sobre estos sucesos publicó un artículo en el periódico El Criollo, por el que, acusada de rebeldía política fue condenada al destierro en 1888. En Nueva York conoció a José Martí. Fue hermosa la amistad surgida. Se vinculó al Partido Revolucionario Cubano que fundara el Apóstol en 1892.
Por la Junta Revolucionaria de Nueva Yorkla nombraron delegada de Pinar del Río, que era entonces llamaba su provincia natal, cuando Cuba estaba dividida solo en seis demarcaciones.[1] Creció allí su labor conspirativa. Por su vivacidad recorría espacios inimaginables para distribuir correspondencia, al tiempo que realizaba labores de Inteligencia y de Información. No conforme “con tan poco”, se afanaba en cualquier acción siempre que fuera en beneficio de las huestes insurrectas.
Cruzó la trocha de Mariel a Majana —cuartel general de las tropas españolas— en innumerables ocasiones para entregar mensajesal general Antonio. Con miembros de su familia y otras personas, creó una importante red conspirativa. Fue activa y valiosa colaboradora del 6.º Cuerpo del Ejército Libertador e ingeniosa hasta en los seudónimos que utilizaba: Benito Gómez, Máximo Juárez y Maine.
Fungió como enlace entre Tomás Estrada Palma —elegido delegado del Partido tras la muerte en combate del Apóstol— y Antonio Maceo.Luego de la caída del Titán, prestó servicios a los nuevos jefes: el mayor general Juan Rius Rivera y el también mayor general José Mayía Rodríguez.
Su entrega a la causa revolucionaria la obligó a cambiar de domicilio en varias ocasiones para evadir a enemigos y espías al servicio del colonialismo. No obstante,voces traidoras la denunciaron en 1897, y hubo de guardar prisión en la Casa de las Recogidas desde el 4 de abril hasta el 1.o de octubre de 1898. Rebelde ante lo injusto, no disminuyó su espíritu ni un tantico; allí se manifestó abiertamente en defensa de las mujeres. Sufrió prisión, pero su espíritu rebelde no claudicó jamás.
Ante la Junta Revolucionaria de La Habana, los patriotas de la región occidental estuvieron representados a través de ella. Su fibra revolucionaria, sus ideas de lucha, en la manigua y en tiempos de la República, se mantuvieron sin manchas.
Terminada la guerra,con el Generalísimo forjó una amistad basada en el amor a Cuba que ambos profesaban y en las decepciones con el advenimiento de la República neocolonial. Por este tiempo la pluma fue su arma y se convirtió en una sagaz periodista.
Su dinamismo como intelectual revolucionaria, periodista de gran arrojo, conspiradora y correo mambí,fueron méritos suficientes para que, terminada la guerra, su nombre quedara incluido en el registro de pensionados del Ejército Libertador con el grado de comandante.
La insigne patriota vivió más de tres décadas del nuevo siglo, murió en el año 1937. Recorrió los años de intervención norteamericana y como todos los cubanos dignos sufrió la independencia ultrajada; vio sentarse en la silla presidencial a hombres con elevado grado de servilismo hacia los intereses norteamericanos, muy distantes de los sueños independentistas de los bravos mambises. A partir de 1932 ocupó diferentes cargos en los distintos gobiernos. Desde esa posición criticó y denunció los desmanes que se cometían.
Así, de paciencia y patriotismo fue su vida. Murió a los noventa y un años. Su sepelio constituyó una sentida manifestación de duelo popular; una ceremonia militar tributó su despedida. Este 7 de septiembre se arriba a ochenta y cinco años de su pérdida física,tiempo durante el cual la mujer cubana ha sabido nutrirse de su ejemplo. Su luz continuará iluminando en la Tierra.
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