Amelia Peláez, artista emblemática cubana
En los años treinta del siglo XX una nueva generación de pintores y escultores irrumpe en el panorama de la plástica cubana. Entre ellos destaca la figura de una gran mujer: Amelia Peláez del Casal, quien impuso una nueva manera de percibir la realidad tomando como eje rector los principios de la modernidad.
Nació en Yaguajay, Sancti Spíritus, el 5 de enero de 1896. Hasta 1927 su pintura transitó por un academicismo romántico bajo la influencia española e italiana de Leopoldo Romañach, su maestro en la Academia San Alejandro en la capital.
En 1924 estudió en The Art Students League de Nueva York, y en 1927 llegó becada a París, donde permaneció estudiando hasta 1934. Viajó por España, Alemania, Italia, Checoslovaquia y Hungría.
Amelia se afilió al arte moderno de inmediato, con sus paisajes de 1928 bajo la inspiración de Van Gogh. En ellos, el expresionismo se transforma en un uso abstracto-ornamental de los elementos.
Existe una especie de leyenda de Amelia encerrada en su casa criolla como dentro de uno de sus propios cuadros. Esta casa, su decoración y jardín, todavía semejan una pintura de la artista, a pesar de la depauperación que han sufrido los viejos ambientes habaneros.
Aunque perteneció a la primera generación de la vanguardia cubana y que comenzó a pintar muy temprano, Amelia se encontraba más próxima a la poética de la segunda generación. Esta se preocupaba menos por lo anecdótico y social en beneficio de una afirmación nacionalista más interior, dirigida a aprehender las "esencias" de lo cubano.
Peláez falleció en La Habana el 8 de abril de 1968. Su obra constituye un monumento a la defensa de los valores identitarios de la cultura cubana. Afianzándose en estas raíces, supo proyectarlas en un lenguaje universal de singular unidad.
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