Mi generación siempre tendrá dos mitades, la que vivimos con Fidel y la continuidad.

Lo vi por primera vez cuando tenía 12 años, y fue lo mismo que ver a un gigante de rostro rosado y lunares, en un traje verde olivo.

En la última ocasión que nos topamos, el asiento con mi nombre estaba justo detrás del suyo, al lado de uno de los compañeros que velaba por su seguridad.

Dio un discurso debajo de un torrencial aguacero, y cuando concluyó, ya me había secado completamente.

Es un raro privilegio que tienen los inmortales, no morir para quedarse en el alma de las gentes.

En estos casos, hablar de muerte resulta absurdo e innecesario, o como dice la canción, «nadie se va a morir,  menos ahora».

Hay personas a quienes no se le puede conjugar en pasado, solo tiempo presente y futuro.

Fidel vive y se apea sereno en la zona de Jagüey, en su camino hacia Playa Girón.

Aunque repasa la estrategia, está sereno. Se toma un café y todos comienzan a murmurar que «ahora sí se acabó esto».

Ni le tiembla la mano, ni parece que vaya a la guerra.

Fidel vive y organiza los pocos tanques en una fila, y al final la infantería.

Cuando se sube en uno de los armatostes de hierro, muchas voces lo alertan del peligro y de la importancia de su vida.

Él, sabiendo algo que ellos no saben, los calla con la hidalguía y la decisión que solo tienen algunos dioses griegos.

Fidel vive y ahora mismo anda en el tanque SAU-100 y dispara hacia el buque Houston.

A lo lejos la columna de humo indica que logró destruir la torreta. Antes disparó desde el T-34, pero perfeccionista como es, se pasó para el que tenía el cañón de mayor precisión.

Al verlo con esa destreza, uno tiene que preguntarse si había disparado desde un tanque alguna vez o nació con todas las habilidades para hacer la Revolución.

Fidel vive y por eso está enfrascado en la captura de los mercenarios.

Incluso unos lo tienen a tiro, lo reconocen y saben que es el jefe del milagro que ha sucedido en Cuba, pero inexplicablemente, no disparan.

Será el miedo que a veces nubla y paraliza a invasores, o es lo místico e inexplicable que se ha psado sobre el hombro del líder como una paloma.

Fidel vive para contar que la invasión ha sido derrotada en menos de 72 horas, y para decir que la Revolución ha llegado para quedarse.  

Referencia:

• Martínez, A. (2021). Fidel en Girón: seis anécdotas. Trabajadores. Obtenido de https://www.trabajadores.cu/20210416/fidel-en-giron-seis-anecdotas-fotos/